miércoles, 15 de abril de 2009

Iniciación de Jesús en el templo de Heliopolis 4

JESUS SUFRE LA CUARTA PRUEBA DE LA FRATERNIDAD Y RECIBE EL
CUARTO GRADO: FILANTROPIA

Cuando algunos días más hubieron pasado, el guía condujo a Jesús a la sala de la Alegría,
que estaba muy ricamente amueblada y en donde había, en abundancia, todo lo que un corazón
carnal podía apetecer.
Las viandas más delicadas y los más deliciosos vinos estaban sobre las mesas, y
doncellas, con trajes llamativos, servían a todos, con gracia y jovialidad.
Y hombres y mujeres, ricamente vestidos, estaban ahí y daban rienda suelta a su alegría;
todos libaban en las copas del placer.
Y Jesús observó en silencio, durante cierto tiempo, a los alegres comensales; y entonces
un hombre ataviado con el ropaje de los filósofos acercóse a él y le dijo: muy feliz es el hombre
que, como la abeja, puede libar la dulzura de flor en flor.
Hombre sabio es aquel que busca el placer y puede hallarlo donde quiera.
Después de todo la vida del hombre, sobre la tierra, es corta y pronto muere y va a lo
ignoto.
Así, pues, comamos, bebamos, dancemos y cantemos y gocemos de las alegrías de la
vida, porque la muerte viene presto.
Es una tontería consumir la vida en beneficio de los hombres. Mira, todos mueren y yacen
juntos en la tumba en la cual ninguno de ellos sabe nada y ninguno puede mostrar gratitud.
Más Jesús no contestó; absorto en sus pensamientos, paseó su mirada por aquella multitud
ebria de alegría.
Y entonces, entre los invitados, vio a un hombre cubierto con toscos vestidos; y este
hombre llevaba impresas en la cara y en las manos las señales del trabajo y de la miseria.
La aturdida multitud se complacía en maltratarle; le arrojaron a empellones contra el
muro y rieron de su confusión.
Y entonces vino una pobre y débil mujer que, en su rostro y en su cuerpo llevaba la marca
del pecado y de la vergüenza y, sin misericordia, fue escupida por ellos y escarnecida y arrojada
de la sala.
Y después entró una pequeñuela, llena de timidez y con las huellas del hambre en su
semblante y pidiéndoles le dieran un solo bocado de sus viandas.
Mas ella fue echada fuera con despreocupación y con dureza, y la alegre danza prosiguió.
Y cuando aquellos buscadores del placer, insistieron en que Jesús se uniese a ellos en su
alegría, él dijo:
¿Cómo podría yo buscar placer para mí mismo, mientras otros están en la miseria?
¿Cómo podéis pensar que mientras niños piden pan, mientras aquellos están en las garras del
pecado claman, demandando simpatía y amor, pueda yo tomar, hasta saciarme, de las buenas
cosas de la vida?
Yo os digo que no; todos nosotros somos de la misma familia; cada uno es una parte del
gran corazón humano.
Yo no puedo verme a mí mismo separado de ese hombre al que habéis despreciado y
arrojado contra el muro.
Ni de aquella que, con traje femenino, emergió de las guaridas del vicio, en demanda de
simpatía y amor y quien, de manera tan despiadada, fue precipitada a su antro de pecado.
Ni a esa pequeñuela que habéis expulsado de entre vosotros, condenándola a sufrir, en el
desamparo, los helados vientos de la noche.
Yo os digo, hombres, que lo que habéis hecho a estos mis semejantes, a mí lo habéis
hecho.
Vosotros me habéis insultado en vuestra propia casa; yo no puedo permanecer aquí, yo
saldré e iré en busca de esa niña, de esa mujer y de ese hombre, y les socorreré, aún cuando
toda la sangre que da vida a mi cuerpo haya de verterse hasta la última gota.
YO LLAMO PLACER A LO QUE EXPERIMETO CUANDO AYUDO AL
DESAMPARADO, ALIMETNO AL HAMBRIENTO, VISTO AL DESNUDO, SANO AL
ENFERMO Y HABLO BUENAS PALABRAS DE ALIENTO A AQUELLOS QUE SE
SIENTEN DESAPARADOS, DESALENTADOS Y DEPRIMIDOS.

Y esto que vosotros llamáis alegría, no es sino un fantasma de la noche; no es sino los
destellos del fuego de la pasión, que refleja imágenes ilusorias sobre las paredes del tiempo.
Y mientras el Logos hablaba, entró el sacerdote vestido de blanco y díjole: El consejo te
espera.
Entonces Jesús quedó nuevamente de pie ante el tribunal; una vez más, ni una sola
palabra fue pronunciada; el hierofante puso en sus manos un pergamino en el que estaba
escrito: FILANTROPÍA.

Y Jesús triunfó sobre el “yo” egoísta.

viernes, 10 de abril de 2009

Iniciación de Jesús en el Templo de Heliopolis 3

JESÚS SUFRE LA TERCERA PRUEBA DE LA FRATERNIDAD Y RECIBE EL
TERCER GRADO: FE
El Logos esperó siete días, y entonces fue llevado a la sala de la celebridad, que era una
cámara ricamente amueblada y alumbrada por lámparas de oro y plata.
Los colores de sus cielos, decorado, muebles y paredes eran azul y oro.
Sus anaqueles encerraban libros escritos por mentes maestras; las pinturas y las estatuas
eran obras del más perfecto arte.
Y Jesús quedó sorprendido con toda esta elegancia y múltiples manifestaciones del
pensamiento. Él leyó los libros sagrados y buscó el significado de los hieroglíficos y símbolos.
Y cuando estaba absorto, sumergido en profundos pensamientos, un hombre aproximose
y dujo:
¡Contempla la magnificencia de este lugar! Hermano mío, tu eres inmensamente feliz.
Pocos son los hombres que, tan jóvenes, han alcanzado tal celebridad.
Ahora bien, si tú no desperdicias tu vida en buscar las cosas ocultas que los hombres
jamás ser el fundador de una escuela del pensamiento que te asegurará una celebridad eterna.
Porque tu filosofía es mucho mas profunda que la de Platón, y tus enseñanzas agradan
más al pueblo que las de Sócrates.
¿Por qué buscas la luz mística dentro de estos antros anticuados? Sal de aquí y ve con los
hombres, piensa con los hombres y ellos te venerarán.
Y después de todo, estas fantásticas iniciaciones pueden no ser más que mitos, y tus
esperanzas de llegar a ser el Mesías no serán no serán mas que despreciables ilusiones del
momento.
Yo te aconsejaría que renunciaras a las cosas inciertas y eligieras el camino que conduce a
una celebridad cierta.
Y de ese modo, el hombre, demonio disfrazado, entonó cual sirena cánticos de
incredulidad; y Jesús meditó, largo tiempo y bien, en lo que él había dicho.
El conflicto era grande, porque la Ambición es un fuerte enemigo difícil de combatir.
Durante cuarenta días, el “Yo” superior luchó con el “Yo” inferior y la batalla fue ganada
por aquel.
La fe se levantó triunfante, la incredulidad dejó de existir; la ambición cubrió su cara, y
huyó, y Jesús dijo:
La riqueza, el honor y la celebridad terrenales, no son sino futesas del momento.

Cuando una corta jornada de vida terrenal ha sido recorrida hasta el fin, las frustradas
ilusiones del hombre serán enterradas con sus huesos.
Sí, lo que un hombre hace por su “yo” egoísta, no le será tomado en cuenta.
El bien que los hombres hagan a otros hombres, se tomará en una fuerte escala, por la que
el alma podrá alcanzar la riqueza, el poder y la celebridad que Dios provee y que son
permanentes.
Dadme la pobreza de los hombres, la conciencia del deber cumplido con amor, la
aprobación de mi Dios y quedaré contento.
Y enseguida alzó sus ojos al cielo y dijo:
¡Padre, Dios mío, doyte gracias por esta hora! ¡Yo no pido tu gloria, gustoso querría ser el
guardián de las puertas de tu templo y servir al hombre, mi hermano!
De nuevo Jesús fue llamado y hecho comparecer ante el hierofante; una vez más ni una
sola palabra fue pronunciada, más en sus manos puso el maestro un pergamino en el que estaba
escrito: FE.
Y Jesús inclinó su cabeza en humilde acción de gracias; y después salió de allí

lunes, 6 de abril de 2009

Iniciación de Jesús en el templo de Heliópolis 2

JESÚS SUFRE LA SEGUNDA PRUEBA DE LA FRATERNIDAD, Y RECIBE EL
SEGUNDO GRADO: JUSTICIA

El Logos no se cuidó de descansar; él dijo: ¿Qué necesidad tengo de esperar en esta
suntuosa sala? Yo no necesito descansar; el trabajo de mi Padre apremia.
Más bien quería seguir adelante y aprender todas las lecciones. Si debe haber pruebas,
que vengan, porque cada victoria que se tiene sobre el “yo”, se traduce en mayor fortaleza.
Entonces el guía le llevó consigo y en una cámara oscura como la noche, Jesús fue dejado
sólo; y muchos días pasó él en esta profunda soledad.
Y Jesús durmió y, en la profunda calma de la noche, abrióse una puerta secreta, y dos
hombres entraron, vestidos de negro, y cada uno llevaba en la mano una pequeña y vacilante
lámpara.
Uno de ellos aproximándose a Jesús, dijo: Joven, con todo nuestro corazón nos
condolemos por lo que tú sufres en estos antros terribles y hemos venido a ti, como amigos,
para traerte luz y mostrarte el camino que ha de conducirte a la libertad.
Nosotros, como tú estás ahora, en una ocasión estuvimos encerrados en estos antros y
creímos que por estos fantásticos y misteriosos medios podríamos llegar a la felicidad y al
poder.
Pero, afortunadamente, vino el momento en que nos desengañamos y, haciendo uso de
toda nuestra fuerza, rompimos nuestras cadenas, y entonces supimos que todo este servicio es
corrupción disfrazada. Estos hombres no son otra cosa que criminales que en estos antros se
ocultan.
Ellos hacen alarde de sus ritos y holocaustos; ellos ofrecen a sus dioses, pobres aves y
bestias; si, aún niños, mujeres y hombres, quemándolos vivos.
Y ahora te tienen aquí y, en cierto momento te ofrecerán en holocausto.
Rogámoste, hermano, rompas tus cadenas; ven y márchate con nosotros; acepta la libertas
que te ofrecemos, ahora que aún es tiempo.
Y Jesús les dijo: Vuestras pequeñas candelas muestran la luz que traes. Os ruego me
digáis ¿Quiénes sois vosotros? Las palabras de un hombre no valen mas de lo que vale el
hombre mismo que las pronuncia.
Las murallas de este templo son sólidas y altas; decidme: ¿cómo entrasteis a este lugar?
Los hombres contestaron: Bajo estas murallas hay muchos caminos ocultos, y nosotros,
que hemos sido estudiantes, y hemos permanecido por meses y años dentro de estos antros, les
conocemos todos.
Entonces, vosotros sois traidores, dijo Jesús. Un traidor es un espíritu malo; aquel que
traiciona a otro hombre jamás puede ser digno de confianza.
Aquel que no ha pasado del plano se la traición, ama la falsedad y traicionará a un amigo
para servir a su “yo” egoísta.
Atended, vosotros, hombres o lo que seáis, vuestras palabras no hacen impresión alguna
en mí.
¿Podría yo prejuzgar a este centenar de sacerdotes, hacerme traidor a mí mismo y a ellos,
a causa de lo que decís, confesando vuestra traición?
Ningún hombre puede juzgar por mí y si yo juzgara sin poseer todas las pruebas, yo no
podría juzgar con justicia.
No, hombre, por el camino que habéis seguido para venir, volveos. Mi alma prefiere la
oscuridad de la tumba a las lucecillas vacilantes, como las que traéis.
Mi conciencia impera, lo que éstos, mis hermanos, tienen que decirme, yo lo escucharé, y cuando tenga todas las pruebas, yo decidiré. Vosotros no podéis juzgar por mí, ni yo por vosotros. Idos, hombres, idos, y dejadme en esta luz encantadora; porque aún cuando el sol aquí no luce, dentro de mi alma hay una luz que sobrepasa a la del sol o a la de la luna.
Entonces con un fiero ademán, cual si hubiera querido hacerles daño, los astutos
tentadores salieron, y Jesús quedó de nuevo solo.
Nuevamente apareció el Sacerdote vestido de blanco, venido para indicar el camino, y
Jesús quedó otra vez de pie, ante el hierofante.
Y no se pronunció ni una sola palabra, mas en sus manos el maestro puso un pergamino
en el que la significativa palabra, JUSTICIA, estaba escrita.
Y Jesús dominó a las formas fantásticas del prejuicio y de la traición.
Por el V:.A:. Ouspensky

domingo, 5 de abril de 2009

Iniciación de Jesús en los Templos de Heliopolis

LA PRUEBA DE LA SINCERIDAD

Jesús quedóse en Zoan por algún tiempo; y después fue a la ciudad del sol, que los
hombres llaman Heliópolis y pidió ser admitido en el Templo de la sagrada Familia.
El Consejo de la Fraternidad reunióse y Jesús Púsose de pie ante el hierofante; él contestó
todas las preguntas que le fueron hechas con la claridad y con firmeza; el hierofante exclamó:
Rabboni del rabinato, ¿por qué encuentras tú aquí? Tu sabiduría es la sabiduría de los Dioses,
¿Por qué buscas sabiduría en los templos del saber humano?
Y Jesús dijo: en todos los caminos de la vida terrenal yo debo andad; en todos los templos
del conocimiento debe sentarme; a las alturas que cualquier hombre ha escalado, a esas debo
llegar.
Con lo que cualquier hombre ha sufrido, yo debo confrontarme, para que pueda yo
conocer los dolores, las desilusiones y las violentas tentaciones que sufre el hombre mi
hermano, a fin de que pueda saber precisamente cómo debo auxiliar a aquellos que han de
menester ayuda.
Yo os ruego, hermanos, me permitáis penetrar en vuestras oscuras criptas; y yo sufriré
aún las más duras de vuestras pruebas.
El maestro dijo: Presta pues, el juramento de la fraternidad secreta. Y Jesús prestó el
juramento de la secreta Fraternidad.
De nuevo el maestro habló y dijo: Las mayores alturas son conquistadas por aquellos que
descienden a las mayores profundidades; y tú descenderás a las más grandes profundidades.
El guía entonces condújole y en la fuente del templo Jesús se bañó, y cuando le fue puesto
el vestido apropiado, quedó de nuevo de pie ante el hierofante.
El maestro tomó de la pared un pergamino en el que estaban escritos el número y el
nombre de cada atributo y característica distintiva.
Y dijo:
El círculo es en símbolo del hombre perfecto y siete el número del perfecto hombre.
El Logos es el verbo perfecto; el que crea: el que destruye y el que salva.
Este maestro hebreo es el logos del Santo Uno, el Círculo de la humana raza, el Siete del
tiempo.
Y en el libro del registro el escriba puso: El Logos-Círculo-Siete; y así fue Jesús
conocido.

El maestro dijo: Ponga atención el Logos a lo que voy a decir: Ningún hombre puede
entrar en la luz, sino hasta que se ha encontrado a sí mismo. Ve y busca hasta que hayas
encontrado tu alma y entonces vuelve.
El guía condujo a Jesús a una sala en la que la luz era débil y suave, como la luz del día a
la hora del alba.
Las paredes de la sala tenían pintados místicos signos, hieroglíficos y textos sagrados; y
en esta Cámara Jesús se encontró sólo y en ellas permaneció algunos días.
Él leyó los textos sagrados; meditó los significados de los hieroglíficos y trató de penetrar
la importancia de la recomendación del maestro: Encontrarse a sí mismo.
Una revelación vino: él se puso en contacto con su alma; él se encontró a sí mismo; desde
ese momento él no estuvo sólo.
Una noche, en que él dormía, a media noche, una puerta invisible se abrió y un hombre
vestido con un traje oscuro, entró y dijo:
Hermano mío, perdóname por venir en esta hora inoportuna; pero he venido a salvar tu
vida.
Tú eres víctima de una cruel intriga. Los sacerdotes de Heliópolis están celosos de tu
celebridad y han dicho que tú no saldrás vivo de estas criptas sombrías.
Los grandes sacerdotes van al mundo a enseñar y tú estás sentenciado a servir en el
templo.
Ahora bien, si tú quieres quedar en libertad, debes engañar a estos sacerdotes, debes
decirles, que tú estás deseoso de permanecer aquí toda tu vida; y entonces, cuando tú hayas
obtenido todo lo que deseas tener, yo regresaré y por un pasillo secreto te haré pasar para que
puedas ir en paz.
Y Jesús dijo: Hermano mío, hombre, ¿Es posible que tú vengas aquí a enseñarme la
falsedad? ¿Estoy yo dentro de este sagrado recinto para aprender la astucia de la vil hipocresía?
No, hombre, mi Padre desprecia la falsedad y yo estoy aquí para hacer su voluntad.
¿Engañar a estos sacerdotes? ¡Jamás! Mientras el sol luzca. Lo que he dicho, dicho está:
YO SERE FIEL A ELLOS, A DIOS Y A MI MISMO.
Y entonces el tentador salió y Jesús quedó de nuevo sólo; más a poco tiempo, apareció un
sacerdote vestido de blanco y dijo:
¡Así está bien! El Logos ha prevalecido. Esta es la cámara de prueba de la hipocresía. Y
entonces él echó a andar y Jesús quedó de pie ante el banquillo del juicio.
Y todos los hermanos pusiéronse de pie; el hierofante adelantóse y, colocando su mano
sobre la cabeza de Jesús, puso en sus manos un pergamino en el que había escrita una sola
palabra: SINCERIDAD; y no se pronunció ni una sola palabra más.
El guía de nuevo apareció y mostróle el camino y en una sala espaciosa, llena de todo lo
que un estudiante puede apetecer, Jesús invitado a descansar y a esperar.

Por el. V:.A:. Ouspensky