martes, 24 de noviembre de 2009

El conocimiento de si mismo


El conocimiento propio es un proceso, no es un fin en sí mismo;

y para conocernos debemos estar atentos a nosotros mismos en la acción.

Para que uno pueda transformarse es esencial que se conozca.

Uno debe conocerse tal como es, no cómo quisiera ser,

lo cual tan sólo es un ideal y, por lo tanto, algo ficticio,

irreal; sólo lo que es puede ser transformado,

no lo que uno desearía ser.

Conocernos tal como somos requiere

una vigilancia extraordinaria de la mente,

porque lo que es experimenta modificaciones,

cambios constantes; y para poder seguirlos con rapidez,

la mente no debe estar atada a ningún dogma,

a ninguna creencia, a ningún modo de acción.

Si uno quiere ir en pos de algo no es bueno estar atado.


Si soy codicioso, envidioso, violento,
de poco vale que tenga meramente un ideal
de no violencia, de no codicia...
La comprensión de lo que somos,
el comprender sin distorsión alguna lo que en realidad somos,
es el principio de la virtud. La virtud es esencial,
porque ella nos brinda libertad.
El conocimiento propio es el descubrimiento,
de instante en instante, de las modalidades del "yo",
de sus intenciones, actividades, pensamientos y apetitos.
No se puede tratar de obtener lo eterno,
la mente no puede adquirirlo.
Se manifiesta a sí mismo cuando la mente está quieta,
y la mente sólo puede estar quieta cuando es sencilla,
cuando ya no acumula, no condena, no juzga ni sopesa.
Sólo la mente sencilla puede comprender lo real;
no así la mente repleta de palabras, conocimientos,
informaciones. La mente que analiza,
que calcula, no es una mente sencilla.
Entiendo por "conocerse a sí mismo"
conocer cada pensamiento, cada estado de ánimo,
cada palabra, cada sentimiento;
conocer la actividad de la propia mente.
Sin conocerse a sí mismo no es posible el estado de meditación.
Es importante comprender qué es este conocerse a sí mismo:
simplemente es estar atento, sin opción ni preferencia alguna,
al "yo", el cual tiene su origen en un haz de recuerdos;
sólo estar conscientes de él sin interpretarlo,
tan sólo observar el movimiento de la mente.
Sin ningún fin ni idea o creencia.
El conocimiento propio surge cuando
estamos atentos a nosotros mismos en la relación,
la cual revela lo que somos de instante en instante.
La relación es un espejo en el cual podemos vernos
tal y como somos realmente.