miércoles, 31 de marzo de 2010

Evangelismo Esoterico: Conclusión

En el Capítulo Nueve del Evangelio de San Mateo se habla de la dirección general del trabajo esotérico y de sus principios fundamentales. El primero de estos principios dice que los hombres deben darse cuenta por sí mismos de lo que necesitan. El esoterismo no puede ser útil ni puede existir para los hombres mientras ellos no sientan la necesidad de él.
Los que están sanos no tienen necesidad del médico, sino los enfermos.” (Mat. 9.12).
Luego siguen unas palabras muy significativas:
“Andad pues y aprended qué cosa es: Misericordia quiero, y no sacrificio: porque no he venido a llamar justos, sino pecadores a arrepentimiento.” (Mat. 9.13).
Y en otro sitio Jesús dice:
“Mas si supieseis qué es: Misericordia quiero y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes.” (Mat. 12. 7).
Las interpretaciones comunes están muy lejos del verdadero significado de estos pasajes. La razón de esto se encuentra en el hecho de qué no entendemos lo que significa “misericordia”, es decir, no entendemos lo que significa la palabra que se traduce a las lenguas europeas como, “misericordia, miséricorde, mercy, barmherzigkeit”. Esta palabra tiene un significado completamente diferente que se nos escapa. Pero la etimología de la palabra rusa milosti, si la derivamos de la palabra “milyi” (como “slavosti” de slavyi y zhílosti de zhilyi), nos da una idea del posible, significado correcto de esta palabra y de los pasajes en los que se encuentra. La palabra milyi no puede ser exactamente traducida en español. Muchas veces significa “darling” (querido). Si se pudiera acunar ,la palabra “darlingness” (querencia, predilección) nos acercaríamos mucho al significado de la palabra “milosti”, es decir a la palabra traducida como misericordia.
Los siguientes pasajes se refieren a reglas ocultas:
”En aquel tiempo se llegaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es. el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, le puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volviereis, y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.”(Mat. 18.1-3).
Los pasajes siguientes tienen un profundo significado oculto, pero se refieren a principios y no a reglas:
“Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les riñeron. Y Jesús dijo: Dejad a los niños, y no les impidáis de venir a mí; porque de los tales es el reino de los cielos.” (Mat. 19.13-14).
Otros pasajes en relación con niños se repiten en los otros Evangelios.
“Entonces, sentándose, llamó a los doce, y les dice: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos. Y tomando un niño, púsolo en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dice: El que recibiere en mi nombre uno de los tales niños, a mí recibe; y el que a mí recibe, no recibe a mi, mas al que me envió.” (Marcos 9, 35-37)
“Y traían a él los niños para que los tocase: lo cual viéndolo los discípulos, les reñían. Mas Jesús llamándolos, dijo: Dejad los niños venir a mí, y no los impidáis; porque de tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que cualquiera que no recibiere el reino de Dios como un niño, no entrará en él.” (Lucas 18.15-17).
Todos estos pasajes están impresos del más profundo significado, pero se refieren, nuevamente, sólo a los discípulos. En el trayecto del trabajo de escuela un hombre maduro y rico en experiencia debe convertirse muy pronto como en un niño. Debe aceptar la autoridad de otros hombres que saben más que él. Debe confiar en ellos y obedecerlos y esperar su ayuda. Debe comprender que solo, sin que ellos lo guíen, no puede hacer nada. Debe sentirse como un niño en relación con ellos. Debe decirles toda la verdad y no debe ocultarles nunca nada. Debe entender que no debe juzgarlos. Y debe poner toda su capacidad y sus esfuerzos con el objeto de poder llegar a ayudarles. A menos que un hombre pase por esta etapa, a menos que temporalmente sea como un niño, a menos que sacrifique los resultados de la experiencia de su vida, no entrará nunca en el círculo interno, es decir, en el “Reino de los Cielos”. Para Cristo el “niño” era un símbolo del discípulo, del iniciado.
La relación de discípulo a maestro es la relación de hijo a padre y de un niño a un hombre maduro. En conexión con esto, el que Cristo siempre se haya llamado a sí mismo hijo y haya llamado a Dios padre adquiere un nuevo significado.
Los discípulos de Jesús frecuentemente discutían entre si. Uno de los tópicos más socorridos en sus conversaciones era sobre quién de ellos era el mejor. Jesús siempre condenaba estas discusiones desde el punto de vista de los principios y reglas ocultos.
“Sabéis que los príncipes de los Gentiles se enseñorean sobre ellos, y los que son grandes ejercen sobre ellos potestad. Mas entre vosotros no será así; sino el que quisiere entre vosotros hacerse grande, será vuestro servidor.” (Mat. 20. 25-26).
En ocasiones estas discusiones sobre quién era el más grande tomaban un carácter verdaderamente trágico. Una vez Jesús habló a sus discípulos de su próxima muerte y resurrección.
“Y habiendo salido de allí, caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiese. Porque enseñaba a sus discípulos y les decía: El Hijo del hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; mas muerto él, resucitará al tercer día. Pero ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo de preguntarle.
“Y llegó a Capernaum; y así qué estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? Mas ellos callaron; porque los unos con los otros habían disputado en el camino quién había de ser el mayor.” (Marcos 9.30-34).
En estas últimas palabras se siente el aspecto más trágico del drama evangélico —haya sido ficticio o real—, la incapacidad de los discípulos para entender a Jesús, su comportamiento ingenuo en relación con él y su actitud “demasiado humana” entre uno y otro. “¿Quién es el mayor?”.
En el Evangelio de San Lucas hay una interesante explicación de la palabra “prójimo” llena de significado oculto. Generalmente se toma esta palabra en un sentido erróneo, como cualquier hombre, o como la persona con quien uno tiene alguna relación. Esta interpretación “sentimental” de la palabra “prójimo” está muy lejos de su significado evangélico.
“Y he aquí, un doctor de la ley se levantó, tentándole y diciendo: Maestro, ¿haciendo qué cosa poseeré la vida eterna? Y él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿cómo lees? Y él respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo.
“Y díjole: Bien has respondido: haz ésto, y vivirás. “Mas él, queriéndose justificar a si mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Y respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
“Y aconteció, que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, se pasó de un lado, mas un Samaritano que transitaba, viniendo cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y llegándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su cabalgadura, llevóle al mesón, y cuidó de él.
“Y otro día al partir, sacó dos denarios, y diólos al huésped, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que demás gastares, yo cuando vuelva te lo pagaré. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo de aquél que cayó en manos de los ladrones? Y él dijo: El que usó con él de misericordia. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.” (Lucas 10. 25-37).
La parábola del “buen Samaritano” enseña que “prójimo” no es “cualquier hombre” como ordinariamente se interpreta en el Cristianismo sentimental. Los ladrones que lo robaron y lo hirieron, el sacerdote que habiéndolo visto evitó pasar por donde él estaba, el Levita que llegó y lo miró y también evitó pasar por donde él estaba, no son, con toda seguridad, “prójimos” del hombre a quien auxilió el Samaritano. El Samaritano se convirtió en su prójimo auxiliándolo. Si él también hubiera evitado pasar por donde se encontraba el hombre, no habría sido tampoco su prójimo. Desde el punto de vista esotérico los prójimos de un hombre son aquéllos que lo ayudan o pueden ayudarlo en sus esfuerzos por conocer las verdades esotéricas o por ponerse en contacto con el trabajo esotérico.
En estrecho contacto con la línea de las reglas ocultas en el Nuevo Testamento puede verse la línea de la dura condenación de las pseudo-religiones.
“Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón lejos está de mi.” (Mat. 15. 7-8).
Luego sigue una serie de mordaces y sarcásticas observaciones que desgraciadamente siguen tan en vigencia en nuestros tiempos como en los tiempos de Cristo:
“Dejadlos: son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo.” (Mat. 15. 14).
Después de una cáustica conversación con los fariseos y los saduceos. Jesús dice:
“Mirad, y guardaos de la levadura de los Fariseos y de los Saduceos.” (Mat. 16. 6).
Pero esta advertencia se olvidó casi desde antes que Cristo muriera. En San Lucas se hace la misma advertencia, sólo que todavía más claramente:
“Guardaos de la levadura de los Fariseos, que es hipocresía.” (Lucas 12.1).
A esto sigue todo un capítulo sobre pseudo-religión que muestra todas sus características, manifestaciones, efectos y resultados.
“Entonces habló Jesús a las gentes y a sus discípulos, diciendo: Sobre la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y los Fariseos: “Así es que, todo lo que os dijeren que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras: porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; mas ni aun con su dedo las quieren mover. Antes, todas sus obras hacen para ser mirados de los hombres; porque ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas; y las salutaciones en las plazas, y ser llamados de los hombres Rabbi, Rabbí. Mas vosotros, no queráis ser llamados Rabbí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo; y todos vosotros sois hermanos. Y vuestro padre no llaméis a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el cual está en los cielos.
“No seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es el mayor de vosotros sea vuestro siervo. Porque el que se ensalzare, será humillado; y el que se humillare, será ensalzado. Mas ¡ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; que ni vosotros entráis, ni a los que están entrando dejáis entrar.
“¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque coméis las casas de las viudas, y por pretexto hacéis larga oración: por eso llevaréis más grave juicio. ¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque rodeáis la mar y la tierra por hacer un prosélito; y cuando fuere hecho, le hacéis hijo del infierno doble más que vosotros.
“¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejasteis lo que es lo más grave de la ley, es a saber, el juicio y la misericordia y la fe: esto era menester hacer, y no dejar lo otro.
“¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, mas tragáis el camello! “¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo que está fuera del vaso y del plato; mas de dentro están llenos de robo y de injusticia.
“¡Fariseo ciego, limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera se haga limpio!
“¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que de fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas de dentro están llenos de huesos de muertos y de toda suciedad.
“Así también vosotros de fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres; mas de dentro, llenos estáis de hipocresía e iniquidad.
“¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos. Y decís: Si fuéramos en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus compañeros en la sangre de los profetas. Así que, testimonio dais a vosotros mismos, que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas.
¡Vosotros también henchid la medida de vuestros padres! ¡Serpientes, generación de víboras! ¿cómo evitaréis el juicio del infierno? Por tanto, he aquí, yo envío a vosotros profetas, y sabios, y escribas: y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros de ellos azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad.” (Mat 23. 1-15, 23-34).
En otro lugar se encuentran otras palabras notables relacionadas con las anteriores:
“¡Ay de vosotros, doctores de la ley! que habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban impedísteis.” (Lucas 11. 52).
Lo que es más asombroso en la historia de Jesús es que su enseñanza; después de todo lo que él dijo, se haya convertido, como todas las demás enseñanzas en el mundo, en la fuente de varias pseudo-religiones.
Los “escribas” y los “fariseos” se han apropiado de su enseñanza y en su nombre continúan haciendo exactamente lo que hicieron antes.
La crucifixión de Cristo es un símbolo. Ocurre continuamente, siempre y en todas partes. Este tendría que ser considerado como el aspecto más trágico de la historia de Cristo, si no fuera posible suponer que también formaba parte del plan general, y que la capacidad de los hombres para deformar y adaptar todo a su propio nivel estaba calculada y pesada.
En los Evangelios se habla de esta deformación o tergiversación de la doctrina. Según la terminología evangélica esto es “escándalo”.
“Y cualquiera que escandalizare a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno. y que se le anegase en el profundo de la mar.
“¡Ay del mundo por los escándalos! porque necesario es que vengan escándalos; mas ¡ay de aquel hombre por el cual viene el escándalo!” (Mat. 18. 6-7). (La palabra "escandalo", es la traduccion de la palabra griega σκάνδαλον. En eslavo eclesiastico y en ruso esta palabra se traduce como "seduccion", que se acerca mas al significado de la palabra griega. Otras traducciones posibles son "corrupcion", "descarriamiento", "embaucamiento").
El “escándalo”, esto es, la “seducción” o “corrupción” es efectivamente, en primer lugar, la deformación de las verdades esotéricas, la deformación de las enseñanzas dadas a los hombres, contra las que sobre todo se rebeló Cristo y contra las que especialmente luchó.
La parábola del mayordomo infiel, del capítulo 16 de San Lucas, generalmente suscita gran número de problemas y de malentendidos.
“Y dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico, el cual tenía un mayordomo, y éste fue acusado delante de él como disipador de sus bienes. Y le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo de tí? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.
“Entonces el mayordomo dijo dentro de si: ¿Qué haré? que mi señor me quita la mayordomia. Cavar, no puedo; mendigar, tengo vergüenza. Yo sé lo que haré para que cuando fuere quitado de la mayordomía, me reciban en sus casas.
“Y llamando a cada uno de los deudores de su señor, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor? Y él dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu obligación, y siéntate presto, y escribe cincuenta.
“Después dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Y él dijo: Cien coros de trigo. Y él le dijo: Toma tu obligación, y escribe ochenta.
“Y alabó el señor al mayordomo malo por haber hecho discretamente; porque los hijos de este siglo son en su generación más sagaces que los hijos de luz.
“Y yo os digo: Haceos amigos de las riquezas de maldad, para que cuando faltareis, os reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel: y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las malas riquezas no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?” (Lucas 16. 1-12).
¿Cómo debe entenderse esta parábola? Esta cuestión suscita toda una serie de cuestiones diferentes en relación con la interpretación de los pasajes evangélicos en general. Sin entrar en detalles, puede decirse que la comprensión de los pasajes difíciles puede basarse algunas veces en pasajes que están contiguos a ellos en el texto, o en pasajes que les son cercanos en significado, aun cuando se encuentren en muy distintos lugares del texto; algunas veces en la comprensión de la “línea de pensamiento” a la que pertenecen; y algunas veces en pasajes que expresan el otro aspecto de la idea y que muchas veces parecen no tener ninguna conexión lógica con el primero.
En el ejemplo presente en relación con la parábola del mayordomo infiel puede decirse desde luego que se refiere a principios ocultos, es decir, a reglas del trabajo esotérico. Pero esto no es suficiente para la comprensión de esta parábola. Hay algo de extraño en este requerimiento de falsedad, en este requerimiento de engaño.
Este requerimiento sólo empezamos a comprenderlo cuando consideramos la naturaleza de las falsedades que se requieren. El Mayordomo rebaja las deudas de los deudores de su señor, les “perdona” una parte de sus deudas, y por esto su señor después lo alaba.
¿No es esto el perdón de los pecados? En el pasaje que sigue inmediatamente después del Padre Nuestro, Jesús dice:

“Porque si perdonareis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial. Mas si no perdonareis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.” (Mat 6.14, 13).
Generalmente estos pasajes se entienden como un consejo que se da a los hombres para que perdonen a los que pecan contra ellos. Pero en realidad esto no se dice de ningún modo. Lo que se dice simplemente es “perdonad a las gentes sus pecados”. Y si tomamos el pasaje como está escrito literalmente, la parábola del mayordomo infiel empieza a hacerse más comprensible. En esta parábola se recomienda perdonar a los hombres sus pecados, no los que han sido cometidos contra nosotros, sino todos sus pecados en general, cualesquiera que éstos puedan ser.
Puede entonces surgir la pregunta de cómo podemos perdonar los pecados de otros hombres, si estos pecados no tienen ninguna relación con nosotros. La parábola del mayordomo infiel da la respuesta a esto.
Podemos perdonar estos pecados por medio de una cierta práctica ilegal, por medio de una “falsificación de las cuentas”, esto es, por una cierta alteración intencional de lo que vemos. En otras palabras, podemos, por así decirlo, perdonar los pecados de otros hombres imaginándonos a estos hombres mejores de lo que son en realidad.
Esta es una forma de falsedad que no sólo no es condenada, sino que incluso es aprobada por la doctrina evangélica. Por medio de esta falsedad el hombre se asegura así contra ciertos peligros, “se hace de amigos”, y en virtud de esta falsedad demuestra merecer confianza. Un desarrollo muy interesante de la misma idea, aun cuando sin referirse a la parábola del mayordomo infiel, se puede encontrar en las Epístolas de San Pablo. En realidad muchas de sus afirmaciones paradójicas son una expresión de esta idea. Pablo comprendió que “el perdón de los pecados” no acarrea ningún beneficio a los “deudores del señor”, aun cuando acarrea beneficio al que sinceramente los perdona. Exactamente del mismo modo el “amor a los enemigos” no acarrea ningún beneficio a los enemigos, sino por el contrario es la más cruel de las venganzas.
“Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber: que haciendo esto, ascuas de fuego amontonas sobre su cabeza.” (Romanos 19.20).
La dificultad consiste en que debe ser un amor sincero. Si un hombre “ama a sus enemigos” con el objeto de amontonar ascuas de fuego sobre su cabeza, de cierto que amontonará ascuas sobre la suya propia.
La idea de la parábola del mayordomo infiel, es decir, la idea del beneficio de ver las cosas mejor de lo que son, se encuentra también en las muy conocidas afirmaciones de Pablo sobre la “potestad” y los “magistrados”.
“Toda alma se someta a las potestades superiores; porque no hay potestad sino de Dios; y las que son, de Dios son ordenadas. Así que, el que se opone a la potestad, a la ordenación de Dios resiste: y los que resisten, ellos mismos ganan condenación para sí.”
“Porque los magistrados no son para temor al que bien hace, sino al malo. ¿Quieres pues no temer la potestad? Haz lo bueno y tendrás alabanza de ella; porque es ministro de Dios para tu bien. Mas si hicieres lo malo, teme: porque no en vano lleva el cuchillo; porque es ministro de Dios, vengador para castigo al que hace lo malo. Por lo cual es necesario que le estéis sujetos, no solamente por la ira, mas aun por la conciencia. Porque por esto pagáis también los tributos; porque son ministros de Dios que sirven a esto mismo. Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo, al que pecho, pecho; al que temor, temor; al que honra, honra.” (Romanos 13.1-7).
Jesús también dijo una vez: “Pagad por lo tanto a César lo que es de César.” Pero no dijo nunca que César es de Dios. Aquí, la diferencia entre Cristo y Pablo, entre lo que es esotérico y lo que, aun cuando muy superior, es humano, se ve muy claramente. En la idea de la parábola del mayordomo infiel no hay auto-sugestión. Pablo introduce la auto-sugestión; sus seguidores debían creer en las “cuentas falsificadas”.
Mucho del mal en la vida ocurre sólo porque la gente, temerosa de cometer un pecado o temerosa de parecer no suficientemente caritativa o de no muy amplio criterio, justifica lo que no merece ser justificado. Cristo no fue un sentimental, él nunca tuvo miedo de decir una verdad desagradable ni tuvo miedo de actuar. La expulsión de los cambiadores de dinero del templo es la alegoría más notable para mostrar la actividad de Cristo hacia la “vida”, que trata de convertir al mismo templo para sus propios fines.
“Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y trastornó las mesas de los cambiadores, y las sillas de los que vendían palomas.
“Y les dice: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; más vosotros cueva de ladrones la habéis hecho.” (Mat. 21.12, 13).
Quedan por mencionarse dos ideas, que con frecuencia se asocian con la doctrina evangélica y que orientan igualmente equivocadamente sobre los principios y sobre Cristo mismo. La primera idea es que la doctrina evangélica no se refiere a la vida terrena, que Jesucristo no construyó nada sobre la tierra, que la finalidad de la idea entera del Cristianismo es preparar al hombre para la vida eterna, para la vida del más allá.
Y la segunda idea es que la doctrina cristiana es demasiado ideal para los hombres y que por lo mismo es impracticable, que Cristo fue un poeta y un filósofo en sus sueños, pero que la desnuda realidad no puede apoyarse en estos sueños y no puede tomarlos seriamente en consideración.
Pero tanto una idea como la otra son erróneas. Cristo no enseñó para la muerte sino para la vida, pero su enseñanza nunca abarcó ni podía abarcar la totalidad de la vida. En sus palabras, especialmente en sus parábolas, aparecen continuamente hombres que quedan completamente fuera de sus ideas: todos los reyes, hombres ricos, ladrones, sacerdotes, levitas, sirvientes de los ricos, mercaderes, escribas y fariseos, etc. Y esta vida monstruosa, absurda, con la que su enseñanza no tenía relación alguna, era a sus ojos el Mammón a quien no se podía servir al mismo tiempo que a Dios.
Cristo no fue nunca un “poeta” o un “filósofo” sin sentido práctico. Su enseñanza no es para todos, pero es absolutamente práctica en todos sus detalles. Es práctica y realizable, en primer lugar, porque no es para todos. Muchos hombres no pueden tomar de su enseñanza más que ideas falsas, y para ellos Cristo no tuvo nada que decir.
v:.a:. P. Ouspensky

martes, 30 de marzo de 2010

Evangelismo esotérico - III parte

En el Evangelio de San Marcos hay una interesante parábola que explica las leyes según las cuales el círculo interno de la humanidad ejerce su influencia sobre el circulo externo.
“Decía más: Así es el reino de Dios, como si un hombre echa simiente en la tierra; Y duerme, y se levanta de noche y de día, y la simiente brota y crece como él no sabe. Porque de suyo fructifica la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga. Y cuando el fruto fuera producido, luego se mete la hoz, porque la siega es llegada.”(Marcos 4. 26-29).
“Y con mucho tales parábolas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír. Y sin la parábola no les hablaba; mas a sus discípulos en particular declaraba todo.” (Mar. 4. 33-34)
La continuación de esta idea de la “siega” se encuentra en el Evangelio de San Lucas.
“La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.” (Lucas 10.2).

En el Evangelio de San Juan se desarrolla la misma idea en una forma todavía más interesante.
“Y el que siega, recibe salario, y allega fruto para vida eterna; para que el que siembre también goce, y el que siega. Porque en esto es el dicho verdadero: Que uno es el que siembra, y otro es el que siega. Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis: otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.” (Juan 4. 36-38).
En los pasajes anteriores, en relación con la idea de la siega, se tocan varias leyes cósmicas. La “siega” puede llevarse a cabo sólo en una época determinada, cuando el trigo está maduro, y Jesús subraya esta característica especial de la época o tiempo de la siega, y también la idea general de que cada cosa debe hacerse a su tiempo. Los procesos esotéricos requieren tiempo. Momentos diferentes requieren acciones diferentes en relación con ellos.
“Entonces los discípulos de Juan vienen a él, diciendo: ¿Por qué nosotros y los Fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan? Y Jesús les dijo: ¿Pueden los que son de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? Mas vendrán días cuando el esposo será quitado de ellos, y entonces ayunarán.” (Mat. 9. 14, 15).
La misma idea del diferente significado de momentos diferentes y de cierto trabajo esotérico que es posible sólo en una época o tiempo definido, se encuentra en el Evangelio de San Juan.
“Conviéneme obrar las obras del que me envió, entre tanto que el día dura: la noche viene, cuando nadie puede obrar.” (Juan 9.4).
Más adelante se habla de la oposición entre la vida ordinaria y el camino que conduce al esoterismo. La vida sostiene al hombre. Pero aquéllos que entren en el camino hacia el esoterismo deben olvidarse de todo lo demás.
“Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; mas déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano al arado mira atrás, es apto para el Reino de Dios.” (Lucas 9. 61-62).
Más adelante se desarrolla la misma idea en un sentido especial. En la mayor parte de los casos la vida domina. Los medios se convierten en fines. Los hombres dejan perder sus grandes posibilidades por el insignificante presente.
“Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya está todo aparejado. Y comenzaron todos a una a excusarse. El primero le dijo: He comprado una hacienda, y necesito salir y verla, te ruego que me des por excusado. Y el otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir.” (Lucas 14. 16-20).
En el Evangelio de San Juan se introduce la idea del “nuevo nacimiento” como explicación de los principios del esoterismo.
“...El que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios.” (Juan 3.3).
Después sigue la idea de la resurrección, resucitación. La vida sin la idea del esoterismo se considera como la muerte.
“Porque como el Padre levanta los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.” (Juan 3.21).
“De cierto, de cierto os digo: Vendrá hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios: y los que oyeren vivirán... No os maravilléis de esto; porque vendrá hora, cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz.” (Juan 5. 2-5, 28).

“De cierto, de cierto os digo, que el que guardare mi palabra, no verá muerte para siempre.” (Juan 8.51).
Estos últimos pasajes están completamente equivocados en su interpretación en las doctrinas pseudo-cristianas existentes. “Los que están en los sepulcros” no quiere decir los muertos que están sepultados en la tierra, sino, por el contrario, los que están vivos en el sentido ordinario, pero muertos desde el punto de vista del esoterismo.
Esta idea en la que se compara a los hombres con los sepulcros o tumbas, se encuentra repetidas veces en los Evangelios. La misma idea se expresa en el maravilloso himno de Pascua de la Iglesia Ortodoxa : “ Cristo se levantó de los muertos; ha conquistado la muerte con la muerte, y dado vida a aquéllos que estaban en las tumbas”.
“Aquéllos en las tumbas” son precisamente aquéllos a los que se considera como vivos. Esta idea se expresa muy claramente en la Revelación: “...que tienes nombre que vives, y estás muerto.” (Ap. 3.1).
La comparación de los hombres con los sepulcros o tumbas se encuentra varias veces en los Evangelios de San Mateo y San Lucas:
“¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que de fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas de dentro están llenos de huesos de muertos y de toda suciedad.” (Mat. 23.27).
“¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima no lo saben.” (Lucas 11.44).
La misma idea se desarrolla más adelante en la Revelación. El esoterismo da vida. En el círculo esotérico no hay muerte.
“El que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios... El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venderé, no recibirá daño de la muerte segunda.” (Ap. 2.7 y 11).

También a ésto se refieren las palabras del Evangelio de San Juan que relacionan las enseñanzas de los Evangelios con las enseñanzas de los Misterios.
“De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, él solo queda; mas si muriere, mucho fruto lleva.” (Juan 12.24).
En la Revelación o Apocalipsis hay unas notables palabras en el tercer capítulo que adquieren especial significación en conexión con el significado que el mismo Jesús atribuía a las palabras “rico” y “pobre”, “ciego” y “el que ve”.
“Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo; Yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y de vestiduras blancas seas vestido, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.” (Ap. 3.17,18).
De los “ciegos” y de “los que pueden ver” Cristo habla en el Evangelio de San Juan.
“Yo, para juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, sean cegados. Y ciertos de los Fariseos que estaban con él oyeron esto, y dijéronle: ¿Somos nosotros también ciegos? Díjoles Jesús: Si fuerais ciegos, no tuvierais pecado: mas ahora porque decís, Vemos, por tanto vuestro pecado permanece.” (Juan 9. 39, 41).
Las expresiones “ciegos” y “ceguera” tienen generalmente varios significados en el Nuevo Testamento. Y es menester entender que la ceguera puede ser exterior y física, o puede ser una ceguera interior, de la misma manera que puede haber una lepra interior y una muerte” interior, que son mucho más graves que las exteriores.
Esto nos lleva a la cuestión de los “milagros”. Todos los “milagros”, la curación de los ciegos, el sanamiento de los leprosos, la expulsión de los demonios, la resurrección de los muertos, pueden explicarse de dos maneras si la terminología de los Evangelios se entiende correctamente, o bien como milagros físicos externos o como milagros internos, la curación de la ceguera interna, el sanamiento o purificación interna y la resurrección interna.
El hombre que era ciego, a quien Jesús cura, usa notables palabras cuando los Fariseos y Saduceos tratan de convencerlo de que según ellos Jesús no tenía derecho de curarlo.
“Así que, volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y dijéronle: Da gloria a Dios: nosotros sabemos que este hombre es pecador. Entonces él respondió, y dijo: Si es pecador, no lo sé: una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.” (Juan 9. 24, 25).
La idea del milagro interior y la convicción interna del milagro están íntimamente conectadas con las palabras concretas de Cristo sobre el significado del Reino de los Cielos en el pasaje siguiente:
“Y preguntado por los Fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia; Ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios entre vosotros está.” (Lucas 17. 20, 21).
Todo lo que se ha dicho hasta ahora y todos los pasajes que se han citado corresponden a una línea de pensamiento que va a lo largo de toda la doctrina evangélica, a saber, la línea que desarrolla la idea del significado del esoterismo o del Reino de los Cielos. La otra línea, que también va a todo lo largo de los Evangelios, trata acerca de los métodos del trabajo oculto o de escuela. En primer lugar, expone el significado del trabajo oculto en relación con la vida.
“Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.” (Mat. 4.19).
Estas palabras significan que aquél que entre en el camino del esoterismo debe tener presente que tiene que trabajar para el esoterismo, y trabajar en un sentido muy definido, es decir, buscando hombres que puedan ingresar en el mismo camino del esoterismo y preparándolos para ello. Las gentes no nacen dentro del “círculo interno”. El círculo interno se nutre del circulo externo. Pero sólo muy pocos hombres del círculo externo pueden ingresar al círculo esotérico. Por lo tanto, el trabajo de preparar a los hombres para que entren a formar parte del círculo interior, el trabajo de los “pescadores de hombres”, es una parte muy importante del trabajo esotérico.
Las palabras “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres”, como otras muchas, no pueden referirse naturalmente a todos los hombres.
“Ellos entonces, dejando luego las redes, le siguieron.” (Mat. 4.20).
Más adelante dice Jesús, dirigiéndose también solamente a los discípulos y explicando el significado del esoterismo y el papel y el lugar de los que pertenecen al esoterismo:
“Vosotros sois la sal de la tierra: y si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No vale más para nada, sino para ser echada fuera y hollada de los hombres. Vosotros sois la luz del mundo: una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, mas sobre el candelera, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos.” (Mat. 5. 13-16).
Después de esto, Jesús explica los requisitos a que deben ajustarse aquéllos que quieran ingresar al esoterismo.
“Porque os digo, que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y de los Fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mat. 5.20).
En la interpretación común de los Evangelios esta segunda línea, que se refiere solamente a los discípulos, se toma tan equivocadamente como la primera, que se refiere al Reino de los Cielos o esoterismo. Todo lo que expresa la primera línea de pensamiento se toma, en la interpretación común, como refiriéndose a la vida futura. Todo lo que expresa la segunda línea de pensamiento se toma, en la misma interpretación, como enseñanza moral para todos los hombres en general. Pero en realidad, la segunda línea, contiene reglas para los discípulos.
También a los discípulos, se refiere todo lo que se dice acerca de la vigilancia o el estar alerta, es decir, acerca de la constante atención y observación que se requiere de ellos. Esta idea se encuentra por primera vez en la parábola de las diez vírgenes.
“Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes, que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. Y las cinco de ellas eran prudentes, y las cinco fatuas. Las que eran fatuas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite, mas las prudentes tomaron aceite en sus vasos, juntamente con sus lámparas. Y fardándose el esposo, cabecearon todas, y se durmieron. Y a la media noche fue oído un clamor: He aquí, el esposo viene; salid a recibirle. Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y aderezaron sus lámparas. Y las fatuas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan. Mas las prudentes respondieron, diciendo: Porque no nos falte a nosotras y a vosotras, id antes a los que venden, y comprad para vosotras. Y mientras que ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban apercibidas, entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. Y después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: Señor, Señor, ábrenos. Mas respondiendo él, dijo, De cierto os digo, que no os conozco. “Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora en que el Hijo del hombre ha de venir.” (Mat. 25. 1-13).
La idea de que los discípulos no pueden saber cuándo habrá de pedírseles que realicen trabajo activo y de que deben estar listos en todo momento se subraya en las siguientes palabras: “Velad pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. “Esto empero sabed, que si el padre de la familia supiese a cuál vela el ladrón había de venir, velaría, y no dejaría minar su casa. Por tanto, también vosotros estad apercibidos; porque el Hijo del hombre ha de venir a la hora que no pensáis.” (Mat. 24. 42-44).
Más adelante se menciona la tarea del maestro mismo así como la escasa ayuda que puede recibir, aún de sus discípulos.
“Entonces Jesús les dice: Mi alma está muy triste hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Y vino a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación: el espíritu a la verdad está presto, mas la carne enferma…Entonces vino a sus discípulos, y diceles: Dormid ya, y descansad: he aquí ha llegado la hora, y el Hijo del hombre es entregado en manos de pecadores.” (Mat. 26.38, 40, 41, 45).
Una gran importancia se atribuye evidentemente a la idea de “vigilar” (o “velar”), que se repite muchas veces en todos los Evangelios. En San Marcos:
“Mirad, velad y orad: porque no sabéis cuándo será el tiempo. Como el hombre que partiéndose lejos, dejó su casa, y dio facultad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase: Velad, pues, porque no sabéis cuándo el señor de la casa vendrá; si a la tarde, o a la media noche, o al canto del gallo, o a la mañana; Porque cuando viniere de repente, no os halle durmiendo. Y las cosas que a vosotros digo, a todos las digo: Velad.” (Marcos 13. 33-37)
En San Lucas se subraya nuevamente la necesidad de estar preparados en todo momento y la imposibilidad de saber de antemano.
“Estén ceñidos vuestros lomos y vuestras antorchas encendidas. Bienaventurados aquellos siervos, a los cuales cuando el Señor viniere, hallare velando: de cierto os digo, que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y pasando les servirá. Y aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, y los hallare así, bienaventurados son tales siervos. Esto empero sabed, que si supiese el padre de familia a qué hora había de venir el ladrón, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa. Vosotros “pues también, estad apercibidos; porque a la hora que no pensáis, el Hijo del hombre vendrá.” (Lucas 12.35.37-40).
Y más adelante:
“Velad pues, orando en todo tiempo, que seáis tenidos por dignos’ de evitar todas estas cosas que han de venir, y de estar en pie delante del Hijo del hombre.” (Lucas 21,36).
Todos los pasajes anteriores se refieren a la “vigilancia”. Pero esta palabra tiene muchos significados diferentes. Es absolutamente, insuficiente entenderla en el simple sentido ordinario, estar listo o alerta. La palabra “vigilancia” comprende toda una doctrina de psicología esotérica que se explica sólo en las escuelas ocultistas.
Los preceptos de Cristo sobre la vigilancia son muy pareados a. los, de Buda sobre la misma cuestión. Pero en las enseñanzas de Buda la finalidad y el significado de la vigilancia son todavía más claros. Buda resume todo el trabajo interno de un “monje” en la vigilancia, y señala, la necesidad de un continuo entrenamiento en la vigilancia como mejor medio para lograr una conciencia clara, para sobreponerse al sufrimiento y para alcanzar la liberación. (Die Reden Gotismo Buddhos aus der mittteren Sammiung Majihimamkayo des Pali-Kanons, ubersetzt von Kari Eugen Neumann (R. Piper & Co., Munchen, igaa);" Vol. I, pags. 122-123 & 634-635.
Siguiendo adelante en esta línea, el segundo requisito importante dentro de las “reglas ocultas” es el que se refiere al conocimiento y a la capacidad de guardar secretos, es decir, el conocimiento y la capacidad de guardar silencio.
Cristo atribuye una especial importancia a esto, y la necesidad del silencio se repite en los Evangelios en una forma literal también diez y siete veces (como las palabras, sólo los que tienen oídos pueden oír).
“Y luego su lepra fue limpiada. “Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie.” (Mat. 8.3, 4).
“Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad, que nadie lo sepa.” (Mat. 9.30).
“Y como descendieron del monte, les mandó Jesús, diciendo: No digáis a nadie la visión”. (Mat. 17. 9, Marcos 9. 9).
“Y había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, el cual dio voces, diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios. Y Jesús le riñó, diciendo: Enmudece, y sal de él.” (Marcos 1. 23-25; Lucas 4. 33-35).
Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba decir a los demonios que le conocían.” (Marcos 1.34; Lucas 4.41).
“Y así que hubo él hablado, la lepra se fue luego de aquél, y fue limpio. Entonces le apercibió, y despidióle luego. “Y le dice; Mira, no digas a nadie nada; sino ve.” (Marcos 1.42-44; Lucas 5.13-14).
“Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de él, y daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Mas él les reñía mucho que no le manifestase.” (Marcos 3.11-12).
“Y luego la muchacha se levantó, y andaba... Mas él les mandó que nadie lo supiese.”(Marcos 5. 42-43).
“Y luego fueron abiertos sus oídos, y fue desatada la ligadura de su lengua, y hablaba bien. Y les mandó que no lo dijesen a nadie.” (Marcos 7. 35-36).
“Luego le puso otra vez las manos sobre sus ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio lejos y claramente a todos. Y envióle a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.” (Marcos 8. 25-26).
“Entonces él les dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Y respondiendo Pedro, le dice: Tú eres el Cristo. Y les apercibió que no hablasen de él a ninguno.” (Marcos 8. 29,30; Lucas 9. 20-21; Mat. 16. 20).
La idea de guardar los secretos está relacionada en el esoterismo con la idea de conservar la energía. El silencio, el secreto, crean un círculo cerrado, es decir, un “acumulador”. Esta idea se encuentra en todos los sistemas ocultos. La habilidad de guardar silencio o de decir sólo lo que es necesario y cuando es necesario, es el primer grado de control sobre uno mismo. Dentro de la tarea de la escuela la habilidad de guardar silencio constituye un grado definido de superación. La habilidad de guardar silencio constituye un grado definido de superación.
La habilidad de guardar silencio incluye el arte de ocultarse, de no exhibirse. El “iniciado” se encuentra siempre oculto para el “no iniciado”, aun cuando el no iniciado puede engañarse creyendo que ve o puede ver los motivos y las acciones del “iniciado”. El “iniciado”, conforme a las reglas esotéricas, no tiene el derecho y no debe descubrir el aspecto positivo de su actividad o el de su persona sino sólo a aquéllos cuyo nivel está cerca del suyo, que han pasado ya la prueba y que han demostrado que su actitud y su comprensión son las correctas.
“Mirad que no hagáis vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis merced de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando pues haces limosna, no hagas tocar trompeta delante de tí, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las plazas, para ser estimados de los hombres: de cierto os digo, que ya tienen su recompensa. Mas cuando tú haces limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha; para que sea tu limosna en secreto: y tu Padre que ve en secreto, él te recompensará en público.
“Y cuando oras, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en las sinagogas, y en los cantones de las calles en pie, para ser vistos de los hombres: de cierto os digo, que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando oras, éntrate en tu cámara, y cerrada tu puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto, te recompensará en público. Y orando, no seáis prolijos, como los Gentiles; que piensan que por su parlería serán oídos.” (Mat. 6.1-7).
Una de las principales reglas ocultas, uno de los principios fundamentales en el trabajo esotérico, que deben aprender los discípulos, se resume en las siguientes palabras de Cristo:
“No sepa tu izquierda lo que hace tu derecha.”
El estudio del significado teórico y práctico de este principio constituye uno de los aspectos más importantes del trabajo esotérico en todas las escuelas esotéricas sin excepción. El secreto era un elemento de gran importancia en las comunidades cristianas de los primeros siglos. Y el requisito del secreto no estaba basado en el temor a la persecución, como se piensa generalmente hoy en día, sino en las tradiciones todavía existentes de las escuelas esotéricas, con las que las comunidades cristianas estaban indudablemente conectadas en un principio. ("Nada puede ser tan enérgico como el lenguaje de los Padres de la Iglesia hacia el Siglo Quinto al hablar del secreto en que debía guardarse el credo. Este debía haberse tomado del santo y seña que utilizaban los cristianos para reconocerse entre si. Esta es la explicación mas probable. San Agustin dice: 'No debeis escribir nada sobre nuestro credo porque Dios dijo: "Pondré mi ley en sus corazones y en sus mentes la escribiré". Por eso el credo se aprende escuchándolo, y no se escribe en tablas ni en ninguna substancia material, sino en el corazón. Por lo tanto no es de extrañar que no haya ninguna prueba de algún credo religioso sino hasta fines del Siglo Tercero". (Fragmento de La Historia de los Credos Religiosos, de J. R. Lumby. D. D '(Deighton Bell & Co). 1887, pags. 2 & 3.)

Después de ésto siguen conversaciones con los discípulos, en las que lo que Cristo dice se refiere solamente a los discípulos y no puede referirse a nadie más.
“Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros hemos dejado todo, y te hemos seguido: ¿qué pues tendremos? Y Jesús les dijo: De cierto os digo, que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando se sentará el Hijo del hombre en el trono de su gloria, vosotros también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que dejare casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces tanto, y heredará la vida eterna. Mas muchos primeros serán postreros, y postreros primeros.” (Mat. 19.27-30).
Es también a los discípulos a quienes se refiere el principio del capítulo siguiente, es decir, la parábola de los labradores en la viña. La parábola perdería todo su significado si se aplicara a todos los hombres.
“Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a ajustar obreros para su viña. Y habiéndose concertado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Y saliendo cerca de la hora de las tres, vio otros que estaban en la plaza ociosos; y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que fuere justo. Y ellos fueron. Salió otra vez cerca de las horas sexta y nona, e hizo lo mismo. Y saliendo cerca de la hora undécima, halló otros que estaban ociosos; y díceles: ¿Por qué estáis aquí todo el día ociosos? Dícenle: Porque nadie nos ha ajustado. Díceles: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que fuere justo.
“Y cuando fue la tarde del día, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y viniendo los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno su denario.
“Y viniendo también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y tomándolo, murmuraban contra el padre de la familia, diciendo: Estos postreros sólo han trabajado una hora, y los han hecho iguales a nosotros, que hemos llevado la carga y el calor del día. Y él respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no te concertaste conmigo por un denario? Toma lo que es tuyo y vete; mas quiero dar a este postrero, como a tí.
“¿No me es lícito a mí hacer lo que quiero con lo mío? o ¿es malo tu ojo, porque yo soy bueno?
Así los primeros serán postreros, y los postreros primeros: porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.” (Mat. 20.1-16).
Más adelante, hay en el Evangelio de San Lucas un pasaje interesante que explica que los discípulos no deben esperar una recompensa especial por lo que hacen, pues es su deber hacerlo.
“¿Y quién de vosotros tiene un siervo que ara o apacienta, que vuelto del campo le diga luego: Pasa, siéntate a la mesa?
“¿No le dices antes: Adereza qué cene, y arremángate, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come tú y bebe? ¿Da gradas al siervo porque hizo lo que le había sido mandado? Pienso que no. Así también vosotros, cuando hubiereis hecho todo lo que os he mandado, decid: Siervos inútiles somos, porque lo que debíamos hacer, ‘hicimos.” (Lucas 17. 7-10).
Todos estos pasajes se refieren sólo a los “discípulos”. Habiendo explicado a quienes se dirige. Jesús en los pasajes siguientes señala su propia posición en relación con la “Ley”, es decir, con aquellos principios del esoterismo que se conocían ya antes de él por las enseñanzas de los profetas:
“No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas: no he venido para abrogar, sino a cumplir.” (Mat. 5, 17)
Estas palabras tienen otro significado. Cristo subrayó con toda claridad que él no era un reformador social y que no era su propósito cambiar las leyes viejas o señalar los puntos débiles de ellas. Por el contrario, él siempre las puso de relieve y las reforzó, es decir, encontró los requerimientos del Viejo Testamento insuficientes sólo en lo que se refería al aspecto externo.
En algunos casos algunas reglas para los discípulos surgieron así. Lo cual puede verse, por ejemplo, en los pasajes siguientes:
“Oísteis que fue dicho: No adulterarás: Mas yo os digo, que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.” (Mat. 5. 27-28).
Esto quiere decir desde luego que los discípulos no podían justificarse nunca de ser formalmente inocentes de algo de lo que interiormente eran culpables.
En otros casos. Jesús, al comentar las viejas leyes, simplemente repetía o reafirmaba algunos preceptos sobre la vida, como por ejemplo, el precepto que se refiere al divorcio, que en realidad no tenía ninguna relación con su doctrina, a no ser como indicaciones sobre la necesidad de la veracidad interna y de la insuficiencia de la veracidad externa.
“También fue dicho: Cualquiera que repudiare a su mujer, déle carta de divorcio. Mas yo os digo, que el que repudiare a su mujer, fuera de causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casare con la repudiada, comete adulterio.” (Mat. 5. 31- 32).
El propósito en este caso era formar con estos preceptos, junto con las reglas para los discípulos, un “contexto” que permitiera a Jesús decir lo que deseaba y que no podía ser dicho sin una introducción previa. De modo que los pasajes citados antes, tanto los que expresan reglas para los discípulos como los que expresan preceptos como el relativo al divorcio, son necesarios en los Evangelios sólo para conducir a los dos versículos siguientes, y al mismo tiempo, parcialmente, para desviar la atención de estos versículos.
“Por tanto, si tu ojo derecho te fuere ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti: que mejor te es que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
“Y si tu mano derecha te fuere ocasión de caer, córtala y échala de tí: que mejor te es que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.” (Mat. 5. 29-30).
Estos dos versículos, al igual que un versículo del Capítulo 19 del Evangelio de San Mateo, han dado origen probablemente a más interpretaciones falsas que todos los Evangelios juntos. Y en realidad se prestan a todas las malas interpretaciones posibles. Para la correcta comprensión psicológica de ellos es necesario, en primer lugar, separarlos de las ideas de cuerpo y sexo. Se refieren a diferentes “yoes”, a diferentes personalidades del hombre. Al mismo tiempo tienen otro significado oculto o esotérico. Los discípulos pueden haber entendido el significado de estas palabras. Pero en los Evangelios ciertamente que permanecieron totalmente incomprensibles.
La presencia de los preceptos sobre el divorcio en los Evangelios tampoco se entendió nunca. Estos preceptos entraron a formar parte del Nuevo Testamento y originaron múltiples comentarios sobre su autenticidad como palabras de Cristo. El Apóstol Pablo y otros predicadores posteriores de la nueva religión basaron códigos enteros de leyes en estos pasajes, rehusándose absolutamente a ver que estos pasajes eran solamente pantallas y no podían tener un significado independiente dentro de la doctrina de Cristo.
Al mismo tiempo Cristo dice que no basta para los discípulos con cumplir la ley, que están sujetos a una disciplina más rígida, basada en principios más sutiles.
“...Que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y la de los Fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; mas cualquiera que matare, será culpado del juicio. Mas yo os digo, que cualquiera que se enojare locamente con su hermano, será culpado del juicio; y cualquiera que dijera a su hermano, Raca, será culpado del concejo; y cualquiera que dijere. Fatuo, será culpado del infierno del fuego.
“Por tanto, si trajeres tu presente al altar y allí te acordares de qué tu hermano tiene algo contra tí, deja allí tu presente delante del altar, y vete, vuelve primero en amistad con tu hermano, y entonces ven y ofrece tu presente.” (Mat 5. 20-24).
Después de ésto siguen los pasajes más difíciles e intrincados de los Evangelios, porque estos pasajes no pueden comprenderse correctamente sino sólo en conexión con la idea esotérica. Pero ordinariamente son entendidos como normas morales, constituyendo lo que se considera como moralidad cristiana y virtud cristiana, aun cuando, al mismo tiempo, la conducta de todos los hombres viola estas reglas.
Los hombres no pueden cumplir estas reglas y ni siquiera pueden entenderlas. El resultado es un engaño y un autoengaño pavoroso. Las enseñanzas cristianas están basadas en los Evangelios, pero el orden y la estructura enteros de la vida de los pueblos cristianos van contra los Evangelios.
Y es característico en este caso que toda esta hipocresía y toda esta falsedad sean completamente inútiles. Cristo nunca enseñó a todos los hombres a no resistir al mal, a poner la mejilla izquierda cuando son heridos en la derecha, y a dar la capa a los que quieren quitarles la ropa. Estos pasajes de ningún modo constituyen reglas morales generales ni forman un código de virtudes cristianas. Son reglas para los discípulos y no reglas generales de conducta. El verdadero significado de estas reglas puede ser explicado sólo en una escuela oculta. La clave para encontrar este significado se encuentra en las siguientes palabras:
“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” (Mat. 3, 48).
Más adelante se encuentran las explicaciones:
“Oísteis que fue dicho a los antiguos: Ojo por ojo, y diente por diente. Mas yo os digo: No resistáis al mal; antes a cualquiera que te hiriere en tu mejilla diestra, vuélvele también la otra. Y al que quisiere ponerte a pleito y tomarte tu ropa, déjale también la capa. Al que te pidiere, dale; y al que quisiere tomar de tí prestado, no se lo rehúses. Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Mas yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos: que hace que su sol salga sobre malos y buenos, y llueva sobre justos e injustos.
“Porque si amareis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿no hacen también así los Gentiles?
“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” (Mat. 5. 38-40, 42-46, 48).
Cada uno de estos pasajes constituye el contenido de una enseñanza especial, compleja y práctica. Estas enseñanzas prácticas, tomadas en conjunto, forman un sistema oculto o esotérico de auto-entrenamiento y auto-educación basado en principios desconocidos fuera de las escuelas ocultas.
Nada puede ser tan inútil e ingenuo como el esforzarse por comprender su contenido sin una instrucción adecuada.
Después de esto sigue la oración dada por Cristo, que resume todo el contenido de la doctrina evangélica y puede ser considerada como una sinopsis de ella, el Padre Nuestro. Las deformaciones en el texto de esta oración se han mencionado ya. El origen de la oración es desconocido, pero en el Segundo Alcíbiades de Platón, Sócrates cita una oración que tiene un gran parecido con el Padre Nuestro y que es muy probablemente la forma original de esta oración. Se cree que su origen es pitagórico.
“Zeus Rey, danos todo lo que es bueno lo pidamos o no, mas ordena que todo lo malo se aleje de nosotros aun cuando te lo pidamos”.
El parecido es tan obvio que no necesita comentarios. Esta oración citada por Sócrates explica un punto incomprensible del Padre Nuestro, a saber, la palabra “más” después de las palabras “no nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal.” Este más corresponde a palabras que continuaban la frase pero que faltan en la oración del Evangelio. Estas palabras que faltan —”aun cuando te las pidamos (las cosas malas)”— explica el “más” en la oración precedente.
Después siguen las reglas internas, también para los discípulos, y que no pueden estar dirigidas a todos los hombres.
“Por tanto os digo: No os congojéis por vuestra vida, qué habéis de comer, o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir: ¿no es la vida más que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni allegan en alfolíes; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros mucho mejores que ellas? Mas ¿quién de vosotros podrá, congojándose, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido ¿por qué os congojáis? Reparad los lirios del campo, cómo crecen; no trabajan ni hilan; mas yo os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria fue vestido así como uno de ellos.
“Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana es echada en el horno. Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os congojéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o con qué nos cubriremos? Porque los Gentiles buscan todas estas cosas: que vuestro Padre celestial sabe que de todas estas cosas habéis menester. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os congojéis por el día de mañana; que el día de mañana traerá su fatiga: basta al día su afán.” (Mat. 6.25-34).
Más adelante siguen las reglas que se refieren a las relaciones entre los “discípulos” y que tampoco atañen a todos los hombres.
“No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados; y con la medida que medís, os volverán a medir.
“Y ¿por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu ojo? O ¿cómo dirás a tu hermano: Espera, echaré de tu ojo la mota, y he aquí la viga en tu ojo? “¡Hipócrita! Echa primero la viga de tu ojo, y entonces mirarás en echar la mota del ojo de tu hermano.” (Mat. 7. 1-5).

La tendencia general de las interpretaciones comunes es, también, el considerar estos pasajes como reglas de moralidad cristiana y al mismo tiempo pensarlas como un ideal inalcanzable. Pero Cristo era mucho más práctico; él no enseñaba cosas impracticables. Las reglas que daba era para que se llevaran a cabo, pero no por todos, sólo por aquéllos para quienes su observancia podía beneficiar y que eran capaces de llevarlas a cabo.
Hay una semejanza interesante entre ciertos pasajes muy conocidos de los Evangelios y ciertos pasajes de los libros Budistas.
Por ejemplo, en El Catecismo Budista se encuentran las siguientes palabras: “Las faltas de los otros se ven fácilmente, pero las propias se ven con dificultad. El hombre hace alarde de las faltas ajenas, pero las suyas las oculta, como el tramposo oculta el dado malo en el juego”.
v:.a:. P. Ouspensky

lunes, 29 de marzo de 2010

Evangelismo esotérico - II parte

El error de las interpretaciones eclesiásticas comunes consiste en que lo que se refiere al “esoterismo” se considera como refiriéndose a la vida futura, y lo que se refiere a los “discípulos” se considera como refiriéndose a todos los hombres.
Debe notarse además que las diferentes líneas de pensamiento se encuentran mezcladas unas con otras en los Evangelios. A menudo un mismo pasaje se refiere a diferentes líneas de pensamiento. Con frecuencia pasajes diferentes, o pasajes formulados diferentemente, expresan una misma idea, se refieren a una misma línea de pensamiento. En ocasiones pasajes que se suceden entre sí y que aparentemente siguen uno tras otro, se refieren en realidad a ideas completamente distintas.
Hay pasajes, por ejemplo “sed como pequeños niños”, que tienen docenas de significados diferentes al mismo tiempo. Nuestra mente se rehúsa a concebir, se rehúsa a comprender, estos significados. Y aun cuando escribamos estos distintos significados en el momento en que nos son explicados, o en el momento en que nosotros mismos llegamos a comprenderlos, y después leamos las notas hechas en distintas ocasiones, nos parecerán fríos y vacíos, sin sentido, porque nuestra mente no puede entender simultáneamente más de dos o tres significados de una idea.
Además de ésto, hay muchas palabras extrañas en el Nuevo Testamento, cuyo significado no conocemos realmente, tales como “fe”, “misericordia”, “redención”, “sacrificio”, “oración”, “limosnas”, “ceguera”, “pobreza”, “riqueza”, “vida”, “muerte”, “nacimiento” y muchas otras. Si logramos entender el significado oculto de estas palabras y expresiones, el contenido general se hace inmediatamente claro e inteligible y a menudo completamente opuesto a lo que generalmente se supone.
En lo que sigue, trataré solamente de las dos líneas de pensamiento que he mencionado. De modo que la interpretación que daré aquí no agotará la totalidad de contenidos de la enseñanza evangélica y aspirará sólo a mostrar la posibilidad de explicar algunas ideas del Evangelio en conexión con las ideas del esoterismo y de la “sabiduría oculta”. Si leemos los Evangelios teniendo en cuenta que el Reino del Cielo significa el círculo interno de la humanidad, todo adquiere inmediatamente un nuevo sentido y significado.
Juan Bautista dice:
“Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado”. (Mat. 3.2).
Y dice inmediatamente después que los hombres no deben esperar recibir el Reino del Cielo permaneciendo tal como están, que éste no es de ningún modo su derecho, que en realidad merecen algo completamente diferente.
“Y viendo él muchos de los Fariseos y de los Saduceos, que venían a su bautismo, decíales: Generación de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira que vendrá? Haced pues frutos dignos de arrepentimiento. Y no penséis decir dentro de vosotros: A Abraham tenemos por padre: porque yo os digo, que puede Dios despertar hijos a Abraham aún de estas piedras.” (Mat. 3.7-9).

Juan Bautista subrayó con extraordinario poder la idea de que el Reino del Cielo está reservado sólo a unos cuantos que lo merecen. Para los demás, para aquéllos que no lo merecen, no deja ninguna esperanza.
“Ahora, ya también la segur está puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no hace buen fruto, es cortado y echado en el fuego.” (Mat. 3.10).
Y más adelante, hablando de Cristo, pronuncia palabras que se han olvidado más que cualesquiera otras: “Su aventador, en su mano está, y aventará su era: y allegará su trigo en el alfolí, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.” (Mat. 3.12)
Jesús, al hablar del Reino del Cielo, varias veces hace hincapié en la excepcional significación de la prédica de Juan Bautista:
“Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, al reino de los cielos se hace fuerza, y los valientes lo arrebatan.” (Mat. 11.12).
“La ley y los profetas hasta Juan: desde entonces el reino de Dios es anunciado, y quienquiera se esfuerza a entrar en él.” (Lucas 16.16)
Jesús mismo, cuando empieza a hablar del Reino de los Cielos, usa las mismas palabras dichas por Juan:
“Arrepentíos: que el reino de los cielos se ha acercado.” (Mat 4.17). En el Sermón de la Montaña dice:
“Bienaventurados los pobres en espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos.” (Mat. 5.3). Pobres en espíritu es una expresión muy enigmática, que ha sido siempre erróneamente interpretada y ha dado pábulo a las más increíbles tergiversaciones de las ideas de Cristo.
“Pobres en espíritu” desde luego no significa débiles en espíritu, y ciertamente no significa pobres, es decir, desposeídos en el sentido material. En su verdadero significado estas palabras encierran la idea budista del despego de las cosas. Un hombre que por la fuerza de su espíritu se hace a si mismo despegado de las cosas, por así decirlo, se priva de ellas, es decir, cuando las cosas tienen para él tan poco significado como si no las hubiera tenido y no hubiera sabido de ellas, es pobre en espíritu.
Este despego es una condición necesaria para acercarse al esoterismo o al Reino del Cielo. Más adelante Jesús dice: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia: porque de ellos es el reino de los cielos.” (Mat. 5.10).
Esta es la segunda condición. Un discípulo de Cristo debe esperar ser “perseguido por causa de la justicia.”
Los hombres del “círculo exterior” odian y persiguen a los hombres del “círculo interior”, particularmente a aquéllos que tratan de ayudarlos. Y Jesús dice: “Bienaventurados sois cuando os vituperaren y os persiguieren, y dijeren de vosotros todo mal por mi causa, mintiendo.
“Gózaos y alegraos; porque vuestra merced es grande en los cielos: que así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.” (Mat. 5.11,12).
“El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.” (Juan 12.25).
“Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me aborreció antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; mas porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso os aborrece el mundo. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: No es el siervo mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros perseguirán.” (Juan 15. 18-20).
“Os echarán de las sinagogas; y aún viene la hora, cuando cualquiera que os matare, pensará que hace servicio a Dios.” (Juan 16.2).
Estos pasajes subrayan muy claramente la inaccesibilidad de las ideas esotéricas para la mayoría, para la multitud. “Todos estos pasajes prevén muy definidamente los resultados de la predicación del Cristianismo. Pero generalmente ésto se entiende como si se refirieran a las persecuciones por la predicación del Cristianismo entre los paganos, cuando en realidad Jesús se refería a las persecuciones por la predicación del Cristianismo esotérico entre los seudocristianos, o a los esfuerzos de conservar las verdades esotéricas dentro de un Cristianismo eclesiástico que poco a poco se corrompía más.
Justos pasajes subrayan muy claramente la inaccesibilidad de las y del camino que lleva a él, y subraya claramente la diferencia entre los valores esotéricos y los valores terrenales.
No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladrones minan y hurtan; Mas haceos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompe, y donde ladrones no miran ni hurtan; Porque donde estuviere vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón. Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se llegará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a Mammón. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. (Mat. 6.19, 20, 21, 24, 33).
Estos pasajes son entendidos también demasiado simplemente, en el sentido de la oposición de los deseos terrenales de propiedades y poder al deseo de la salvación eterna. Jesús fue mucho más sutil que eso, y, al prevenir contra el amasamiento de tesoros en la tierra, en realidad prevenía contra las formas religiosas externas y la piedad externa y la santidad externa, que más tarde se convirtieron en el objetivo del Cristianismo eclesiástico.
En el capitulo siguiente Jesús habla de la necesidad de salvaguardar las ideas del esoterismo y de no divulgarlas sin discriminar, ya que hay gentes para quienes estas ideas son en esencia inaccesibles, y que a la medida en que puedan entenderlas las deformarán inevitablemente, harán un uso equivocado de ellas y las volverán contra quienes tratan de hacerles comprender estas ideas.
“No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos; porque no las rehuellen con sus pies, y vuelvan y os despedacen.” (Mat. 7.6).
Pero inmediatamente después de ésto. Jesús hace ver que el esoterismo no está oculto para aquéllos que realmente lo buscan.
“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, a quien si su hijo pidiere pan, le dará una piedra? Y si le pidiere un pez, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mat. 7.7-11).
Sigue después una advertencia muy significativa. Según ella es mejor no entrar en el camino del esoterismo, es mejor no principiar la tarea de la purificación interna, que principiarla y abandonarla, levantar y tirar, o principiar correctamente y luego tergiversar todo.
“Cuando el espíritu inmundo saliere del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice: Me volveré a mi casa de donde salí. Y viniendo, la halla barrida y adornada. Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, habitan allí: y lo postrero del tal hombre es peor que lo primero.” (Lucas 11. 24-26).
Esto también puede referirse al Cristianismo instituido en iglesias, que puede representar una casa barrida y adornada.
Y más adelante Jesús habla de la dificultad del camino y de la posibilidad de los errores. “Entrad por la puerta estrecha: porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: mas el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” (Mat 7. 13, 14 & 21).
Aquí se llama “vida” al esoterismo. Esto es particularmente interesante en comparación con otros pasajes, que hablan de la vida ordinaria como “muerte” y de los hombres como los “muertos”.
En estos pasajes se puede ver la relación entre el círculo interno y el circulo externo, es decir, se puede ver cuan grande es uno, el externo, y cuan pequeño es otro, el interno. En otro lugar Jesús dice que el “pequeño” puede ser mayor que el “grande”. “Y decía: ¿A qué haremos semejante el reino de Dios? ¿o con qué parábola le compararemos? Es como el grano de mostaza, que, cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las simientes que hay en la tierra; Pero después de sembrado, sube, y se hace la mayor de todas las legumbres, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo puedan morar bajo su sombra.” (Marcos 4. 30-32).
El capitulo siguiente habla de la dificultad de acercarse al esoterismo y del hecho de que el esoterismo no brinda beneficios terrenos y algunas veces incluso se opone a las formas y a las obligaciones mundanas.
“Y llegándose un escriba, le dijo: Maestro, te seguiré a donde quiera que fueres. Y Jesús le dijo: Las zorras tienen cavernas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recueste su cabeza. Y otro de sus discípulos le dijo: Señor, dame licencia para que vaya primero, y entierre a mi padre. Y Jesús le dijo: Sigúeme; deja que los muertos entierren a sus muertos.” (Mat. 8. 19- 22).
Al final del capítulo siguiente se hace mondón de la gran ayuda que los hombres necesitan del círculo interno, y de la dificultad de ayudarlos.
“Y viendo a las gentes, tuvo compasión de ellas; porque estaban derramadas y esparcidas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.” (Mat. 9. 36-38).
En el siguiente capítulo se dan instrucciones a los discípulos sobre aquéllo en lo que debe consistir su trabajo.
“Y yendo, predicad diciendo: El reino de los cielos se ha acercado.” (Mat. 10.7).
“Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído predicadlo desde los terrados.” (Mat. 10.27).

Pero inmediatamente después de esto Jesús agrega que la enseñanza del esoterismo da resultados completamente diferentes de aquellos que, desde el punto de vista de la vida ordinaria, los discípulos pueden esperar. Jesús explica que por su predicación de la doctrina esotérica él ha traído a los hombres todo menos paz y tranquilidad, y que la verdad divide a los hombres más que cualquier otra cosa, porque, también, sólo unos cuantos pueden recibir la verdad.
“No penséis que he venido para meter paz en la tierra; no he venido para meter paz, sino espada. Porque he venido para hacer disensión del hombre contra su padre, y de la hija contra su madre, y de la nuera contra su suegra. Y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama padre o madre más que a mi, no es digno de mí; y el que ama hijo o hija más que a mí, no es digno de mí.” (Mat. 10-34-37).
El último versículo expresa la idea budista de que el hombre no debe tener “apego” por nadie ni por nada. (“Apego” en este caso no significa de ningún modo “simpatía” o “afecto” en el sentido en que estas palabras se usan en el lenguaje moderno). “Apego” en el sentido budista (y en el evangélico) de la palabra significa un sentimiento pequeño, egoísta y servil. Esto no es “amor” de ninguna manera, ya que un hombre puede odiar aquéllo a lo que está vinculado, puede tratar de libertarse y no poder hacerlo. El “apego” a las cosas, a las gentes, aun al propio padre y a la propia madre, es el principal obstáculo en el camino que conduce al esoterismo.
Más adelante esta idea se subraya todavía más.
“Y vinieron a él su madre y hermanos; y no podían llegar a él por causa de la multitud. Y le fue dado aviso, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera, que quieren verte. El entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la ejecutan.” (Lucas 8. 19-21).
Después de ésto Jesús empieza a hablar del Reino del Cielo en parábolas. La primera es la del sembrador.
“Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí el que sembraba salió a sembrar. Y sembrando, parte de la simiente cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. Y parte cayó en pedregales, donde no tenia mucha tierra; y nació luego, porque no tenía profundidad de tierra. Mas saliendo el sol, se quemó; y secóse porque no tenia raíz. Y parte cayó en espinas; y las espinas crecieron, y la ahogaron. Y parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta. Quien tiene oídos para oir, oiga.” (Mat. 13.3-9).
Esta parábola, que contiene una descripción completa y exacta de la predicación del esoterismo y de todos sus posibles resultados, y que guarda una relación directa con la predicación del mismo Cristo, es casi la más importante de todas las parábolas.
El significado de esta parábola es bien claro. Se refiere, desde luego, a las ideas esotéricas, a las ideas del “Reino del Cielo”, que son recibidas y comprendidas sólo por unos cuantos y que para la inmensa mayoría desaparecen sin dejar ninguna huella. Y esta parábola termina también con las palabras “quien tiene oídos para oír, oiga.” En la plática siguiente con los discípulos Jesús señala la diferencia que hay entre los discípulos y los que no lo son.
“Entonces, llegándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? Y él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros es concedido saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no es concedido.” (Mat. 13. 10, 11).
Aquí principian las explicaciones que se refieren a la “escuela” y a los métodos de escuela”. Como se verá después, mucho de lo que se dice en el Evangelio iba dirigido solamente a los discípulos y tiene significado sólo en una escuela, y sólo en conexión con los otros métodos y necesidades de la escuela.
En relación con esto Jesús habla de una ley psicológica y posiblemente cósmica, que parece incomprensible sin explicaciones, pero las explicaciones no son expuestas en el Evangelio, aun cuando por supuesto fueron dadas a los discípulos.
“Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aún lo que tiene le será quitado.” (Mat. 13-12).
Luego Jesús vuelve a las parábolas, es decir, a la idea de las parábolas.
“Por eso les hablo por parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.” (Mat. 13-13).
Y lo mismo en San Lucas:
“A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; mas a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.” (Lucas 8.10).
“Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; porque no vean con los ojos, y entiendan de corazón, y se conviertan, y yo los sane.” (Isaías 6.10; Juan 12.40).
“Porque el corazón de este pueblo está engrosado, y de los oídos oyen pesadamente, y de sus ojos guiñan... Mas bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron: y oír lo que oís, y no lo oyeron.” (Mat. 13.15-17).
La enseñanza por parábolas era un rasgo característico de Cristo. Renán encuentra que en la literatura del Judaísmo no había nada que pudiera servir como modelo para esta forma.
Escribe Renán:
“Es sobre todo en la parábola en donde el maestro sobresale. Nada en el Judaísmo le había dado el modelo de este género delicioso. Fue él quien lo creó.”
“C´est surtout dans la parábolo que le maitre excellait. Ríen dans le Judaismo ne luí avait donné le modele de ce genre délicieux. C’est lui qui l’a creé.” (Vie de Jesus, par E. Renan (Nelson Editeurs), pag. 116).
Después, con la sorprendente inconsecuencia que caracteriza a todo el pensamiento “positivista” del siglo XIX, y particularmente al mismo Renán, éste agrega:
“Es verdad que en los libros budistas se encuentran parábolas exactamente del mismo tono y de la misma factura que las parábolas evangélicas. Pero es difícil admitir que una influencia budista se ejerció en éstas.”
“II est vrai qu’on trouve dans les livres boudhiques des parábolos exactement du méme ton et de la méme facture que les parábolos évan-geliques. Mais il est diffícile d’admettre qu’une influence bouddhique se soit exercée en ceci.”
En realidad, la influencia budista en las parábolas está más allá de toda duda. Y las parábolas, más que cualquier otra cosa, demuestran que Cristo estaba familiarizado con el pensamiento oriental, y especialmente con el Budismo. Renán trata generalmente de presentar a Cristo como un hombre muy ingenuo, que sentía mucho, pero que pensaba y que sabía poco. Renán no era sino la expresión de su propia época y de los puntos de vista de su tiempo. La cualidad característica del pensamiento europeo es que nosotros sólo podemos pensar en extremos. Por la misma razón somos incapaces de darnos cuenta de las sutiles distinciones psicológicas que Cristo introduce en sus parábolas y en las explicaciones de éstas.
Las explicaciones que Cristo da de las parábolas a sus discípulos no son menos interesantes que las parábolas mismas.
“Oíd, pues, vosotros la parábola del que siembra: Oyendo cualquiera la palabra del reino, y no entendiéndola, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado junto al camino. Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y luego la recibe con gozo.
“Mas no tiene raíz en si, antes es temporal: que venida la aflicción o la persecución por la palabra, luego se ofende. Y el que fue sembrado en espinas, éste es el que oye la palabra; pero el afán de este siglo, y el engaño de las riquezas, ahogan la palabra, y hácese infructuosa.” (Mat. 13. 18-22).
Luego viene la parábola de la cizaña:
“Otra parábola les propuso, diciendo: El reino de los cielos es semejante al hombre que siembra buena simiente en su campo; Mas durmiendo los hombres, vino su enemigo, y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
“Y como la hierba salió e hizo fruto, entonces apareció también la cizaña. Y llegándose los siervos del padre de la familia, le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena simiente en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? Y él les dijo: Un hombre enemigo mió ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la cojamos?
“Y él dijo: No; porque cogiendo la cizaña, no arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Coged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; mas recoged el trigo en mi alfolí.” (Mat. 13. 24-30).
La parábola del sembrador y la de la cizaña tienen muchos significados diferentes. En primer lugar, desde luego, expresan el contraste de las ideas esotéricas puras con las ideas entremezcladas con la “cizaña” sembrada por el diablo. En este caso los granos o semillas significan ideas.
En un lugar dice Cristo:
“El que siembra es el que siembra la palabra.” (Marcos 4.14).
En otros casos la semilla o grano simbolizan al hombre. El “grano” jugó un papel muy importante en los antiguos Misterios. La idea del “entierro” del grano en la tierra, su “muerte” y “resurrección” en la forma de un retoño verde, simbolizaba toda la idea de los Misterios. Hay muchas ingenuas tentativas seudo-científicas para explicar los Misterios como “mitos agrícolas”, es decir, como una supervivencia de antiguos ritos “paganos” de un primitivo pueblo agricultor. En realidad la idea era infinitamente mucho más amplia y profunda y fue concebida realmente no por un pueblo primitivo, sino por una de las civilizaciones pre-históricas extinguidas hace mucho tiempo. El “grano” representaba alegóricamente al “hombre”. En los Misterios que se celebraban en Eleusis, cada uno de los candidatos para la iniciación llevaba, en una procesión especial, un grano de trigo en una pequeña escudilla de barro. El secreto que se revelaba a un hombre en la iniciación estaba contenido en la idea de que el hombre puede morir como un simple grano o puede surgir otra vez en alguna otra forma viviente. Esta era la idea principal de los Misterios, que era expresada por varios símbolos diferentes. Cristo hace uso con frecuencia de la misma idea, y hay una enorme fuerza en ella. La idea contiene una explicación biológica de todas las series de los intrincados y complejos problemas de la vida. La naturaleza es extraordinariamente generosa, casi pródiga, en sus métodos. Crea una enorme cantidad de semillas para que sólo unas cuantas germinen y puedan sobrevivir. Si se mira al hombre como un grano, la “cruel” ley de que continuamente se habla en la enseñanza evangélica, de que la mayor parte de la humanidad no es sino “paja” que habrá de quemarse, se hace comprensible.
Cristo vuelve frecuentemente a esta idea, y en sus explicaciones la idea pierde su crueldad, porque se pone claro que en la “salvación” o “perdición” de todo hombre no hay nada preordenado o inevitable, que tanto la una como la otra dependen del hombre mismo, de su propia actitud hacia sí mismo, hacia los demás hombres y hacia la idea del Reino de los Cielos.
En subsecuentes parábolas Cristo subraya nuevamente la idea y el significado del esoterismo en relación con la vida, la escasa magnitud externa del esoterismo en comparación con la vida, así como las extraordinarias posibilidades y la inmensa significación del esoterismo y la especial característica de las ideas esotéricas: que sólo están al alcance del que comprende y valoriza su significado.
Estas breves parábolas acerca del Reino de los Cielos, cada una de las cuales expresa el contenido entero de la doctrina evangélica, son notables aún desde el solo punto de vista de obras de arte.
“Otra parábola les propuso, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que tomándolo alguno lo sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las simientes; mas cuando ha crecido, es la mayor de todas las hortalizas, y se hace árbol, que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.
“Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudo. Todo esto habló Jesús por parábolas a las gentes, y sin parábolas no les hablaba: Además, el reino de los cielos es semejante al tesoro escondido en el campo; el cual hallado, el hombre lo encubre, y de gozo de ello va, y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.
“También el reino de los cielos es semejante al hombre tratante que busca buenas perlas; que hallando una preciosa perla, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró. Asimismo el reino de los cielos es semejante a la red, que echada en la mar, coge de todas suertes de peces: La cual estando llena, la sacaron a la orilla; y sentados cogieron lo bueno en vasos, y lo malo echaron fuera.” (Mat. 13. 31-34, 44-48)
En la última parábola se encuentra otra vez la idea de la separación, la idea de la selección.
Más adelante Cristo dice:
“Así será al fin del siglo (del mundo): saldrán los ángeles y apartarán a los malos de entre los justos. Y los echarán en el horno del fuego: allí será el lloro y el crujir de dientes.
“Díceles Jesús: ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos responden: Si, Señor.” (Mat. 13. 49-51).
Pero parece que los discípulos no entendieron bien, o entendieron algo equivocadamente, confundieron la nueva interpretación con la antigua, porque Cristo les dijo luego:
“Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos, es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.” (Mat 13.52).
Esto se refiere al estudio intelectual de las enseñanzas evangélicas, a tentativas de interpretaciones racionales, en las que los elementos de las ideas esotéricas se encuentran mezclados con la estéril dialéctica escolástica, lo nuevo con lo viejo.
Las siguientes parábolas y enseñanzas contienen un desarrollo de la misma idea de selección y prueba; sólo el hombre que cree dentro de si mismo el Reino de los Cielos con todas sus normas y leyes puede entrar al Reino de los Cielos de Cristo.
“Por lo cual, el reino de los cielos es semejante a un hombre rey, que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Mas a éste, no pudiendo pagar, mandó su señor venderle, y a su mujer e hijos, con todo lo que tenía, y que se le pagase.
“Entonces aquel siervo, postrado, le adoraba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor, movido a misericordia de aquel siervo, le soltó y le perdonó la deuda. Y saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía den denarios, y trabando de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces el consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba, diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso; sino fue, y le echó en la cárcel hasta que le pagase la deuda. Y viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y viniendo, declararon a su señor todo lo que había pasado.
“Entonces llamándole su señor, le dice: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste: ¿No te convenía también a tí tener misericordia de tu consiervo, como también yo tuve misericordia de tí?
“Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía.” (Mat. 18. 23-34).
Sigue después la historia del mancebo rico, de las dificultades y las pruebas, de los obstáculos que presenta la vida, de los atractivos de la vida, del poder de la vida sobre los hombres, especialmente sobre aquellos que tienen, muchas posesiones.
“Dícele el mancebo: Todo esto guardé desde mi juventud: ¿qué más me falta?
“Dícele Jesús: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dale a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo, y ven, sígueme.
“Y oyendo el mancebo esta palabra, se fue triste, porque tenia muchas posesiones.
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que un rico difícilmente entrará en el reino de los cielos.
“Mas os digo, que más liviano trabajo es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.” (Mat. 19. 20-24).
“Rico” tiene también, desde luego, muchos significados diferentes. En primer lugar, contiene la idea de “apego”, algunas veces la idea de conocimientos vastos, de mente poderosa, de gran talento, posición, fama. Todos los que tienen estos atributos, son “ricos” que cierran la entrada al Reino de los Cielos. El que está apegado a una religión de iglesias es también “rico”. Sólo al “hombre rico” que se haga “pobre de espíritu” se abrirán las puertas del Reino de los Cielos.
Los pasajes del Evangelio de San Mateo que siguen tratan de las diferentes actitudes hacia las ideas esotéricas.
Algunas gentes logran comprenderlas, pero pronto las abandonan; otras se resisten al principio, pero después las toman seriamente. Estos son dos tipos de hombres. Un tipo de hombre es el que dice que va y no va, y el otro es el que dice que no va y va. Y en ocasiones, gentes que fracasan en la vida, o que ocupan una posición muy baja en la vida, aun gentes criminales desde el punto de vista de la moral común, “los publícanos y las rameras”, son mejores bajo el punto de vista del Reino de los Cielos que los virtuosos hombres seguros de si mismos.“
Mas, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y llegando al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña.
“Y respondiendo él, dijo: No quiero; mas después, arrepentido fue. Y llegando al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él dijo: Yo, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dicen ellos: El primero. Diceles Jesús: De cierto os digo, que los publícanos y las rameras os van delante al reino de Dios. Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; y los publícanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo ésto, no os arrepentisteis después para creerle”. (Mat. 21. 28-32).
Luego sigue la parábola de los agricultores y su explicación, en la que se perciben grandes ideas de orden cósmico, que posiblemente se refieren a la sucesión de ciclos, es decir, a la substitución de un experimento infructuoso por otro experimento nuevo. Esta parábola puede referirse a la humanidad entera y a la relación entre el círculo interno y el círculo externo de la humanidad.
“Oíd otra parábola: Fue un hombre, padre de familia, el cual plantó una viña; y la cercó de vallado, y cavó en ella un lagar, y edificó una torre, y la dio a renta a labradores, y se partió lejos.
“Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores, para que recibiesen sus frutos.
“Mas los labradores, tomando a los siervos, al uno hirieron, y al otro mataron, y al otro apedrearon. Envió de nuevo a otros siervos, más que los primeros; e hicieron con ellos de la misma manera. Y a la postre les envió su hijo, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo. Mas los labradores, viendo al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle, y tomemos su heredad. Y tomado, le echaron fuera de la viña y le mataron. Pues cuando viniere el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores? Dícenle: A los malos destruirá miserablemente, y su viña dará a renta a otros labradores, que le paguen el fruto a sus tiempos.” (Mat. 21. 33-41).
Después sigue la misma idea de la selección y la de las diferentes actitudes de los hombres hacia la idea del Reino de los Cielos.
“El reino de los cielos es semejante a un hombre rey, que hizo bodas a su hijo; Y envió a sus siervos para que llamasen a los llamados a las bodas; mas no quisieron venir. Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los llamados: He aquí, mi comida he aparejado; mis toros y animales engordados son muertos, y todo está. prevenido: venid a las bodas.
Mas ellos no se cuidaron, y se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios; Y otros, tomando a sus siervos, los afrentaron y los mataron. Y el rey, oyendo esto, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas y puso fuego a su ciudad.” (Mat. 22. 2-7).
Luego sigue la parábola de los que están preparados y los que no están preparados para el esoterismo.
“Entonces dice a sus siervos: Las bodas a la verdad están aparejadas; mas los que eran llamados no eran dignos.
“Id pues a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos hallareis. Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos: y las bodas fueron llenas de convidados. Y entró el rey para ver los convidados, y vio allí un hombre no vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí no teniendo vestido de boda? Mas él cerró la boca.

“Entonces el rey dijo a los que servían: Atadlo de pies y de manos, tomadle, y echadle en las tinieblas de afuera: allí será el lloro y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados, y pocos escogidos.” (Mat. 22. 8-14)
Después sigue una de las parábolas más conocidas, la de los talentos:
“Porque el reino de los cielos es como un hombre que partiéndose lejos llamó a sus siervos, y les entregó sus bienes. Y a éste le dio cinco talentos, y al otro dos, y al otro uno: a cada uno conforme a su facultad; y luego se partió lejos.
Y el que había recibido cinco talentos se fue, y granjeó con ellos, e hizo otros cinco talentos.
Asimismo el que había recibido dos, ganó también él otros dos.
Mas el que había recibido uno, fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
Y después de mucho tiempo, vino el señor de aquellos siervos e hizo cuentas con ellos.
Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; he aquí otros cinco talentos he ganado sobre ellos.
Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor.
Y llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; he aquí otros dos talentos he ganado sobre ellos.
Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor.
“Y llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste, y recoges donde no esparciste; Y tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra: he aquí tienes lo que es tuyo. Y respondiendo su señor, le dijo: Malo y negligente siervo, sabias que siego donde no sembré y que recojo donde no esparcí;
“Por tanto te convenía dar mi dinero a los banqueros, y viniendo yo, hubiera recibido lo que es mío con usura. Quitadle pues el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque a cualquiera que tuviere, le será dado, y tendrá más; y al que no tuviere, aún, aún lo que tiene le será quitado.
“Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera: allí será el lloro y el crujir de dientes.” (Mat. 25. 14-30).

Esta parábola contiene todas las ideas relacionadas con la parábola del sembrador, y además la idea del cambio de ciclos y de la destrucción del material nocivo.