viernes, 26 de octubre de 2007

El Libro de Enoch y la simbologia cristiana esotérica

Enoch, el "Hijo del hombre". Los judíos, o mejor dicho sus sinagogas, tienen en mucho aprecio el Mercavah y repudian el Libro de Enoch; ya porque no estuvo desde un principio incluido entre sus libros canónicos, ya porque según opina Tertuliano: Los judíos lo rechazaron como las demás Escrituras que hablan de Cristo . Pero ninguna de estas razones, era la verdadera. El Synedrión no quiso admitirlo por considerarlo más bien obra de magia que cabalística. Los teólogos, tanto católicos como protestantes, lo clasifican entre los libros apócrifos; a pesar de que el Nuevo Testamento particularmente los Hechos y las Epístolas, rebosa de ideas (aceptadas hoy como dogmas por la infalible Iglesia romana y otras), y aun de frases enteras tomadas en verdad del autor que con el nombre de "Enoch" escribió en lengua aramaica o siriaco-caldea el libro citado, según afirma el arzobispo Laurence, traductor del texto etíope. Son tan evidentes los plagios, que el autor de La Evolución del Cristianismo, editor de la traducción Laurence, no pudo por menos que hacer algunas observaciones muy sugestivas en su Introducción.


Tiene el convencimiento de que el Libro de Enoch se escribió antes de la era (sin importarle sea en dos o en veinte centurias); y como lógicamente arguye dicho autor: Es la inspirada predicción de un gran profeta hebreo, que con admirable exactitud vaticinó las enseñanzas de Jesús Nazareno, o la leyenda semítica de que este último tomó sus ideas de la triunfal vuelta del Hijo del hombre, para ocupar un trono entre regocijados santos y los atemorizados réprobos, en respectiva espera de la perdurable bienaventuranza o del fuego eterno. Y ya se acepten estas visiones como humanas o como divinas, han ejercido tan poderosa influencia en los destinos de la humanidad durante cerca de dos mil años, que los que ingenua e imparcialmente buscan la verdad religiosa, no pueden demorar por más tiempo la investigación de las relaciones entre el Libro de Enoch y la revelación, o evolución del Cristianismo.


Dice además que el Libro de Enoch: También admite el sobrenatural dominio de los elementos, mediante la acción de ángeles que presiden sobre los vientos, el mar, el granizo, la escarcha, el rocío, el relámpago ye le trueno. Asimismo menciona los nombres de los principales ángeles caídos, entre los cuales hay algunos idénticos a los invisibles poderes que se invocaban en los conjuros (mágicos) cuyos nombres se encuentra grabados en los cálices o copas de terra-cotta, empleados al efecto por los caldeos y judíos. También se lee en estos cálices la palabra "Halleluiah"; por lo que se ve que: Una palabra empleada por los sirio-caldeos en sus conjuros, ha llegado a ser, por vicisitudes del lenguaje, la palabra misteriosa de los modernos reformistas. El editor de la traducción Laurence cita, después de esto, cincuenta y siete versículos de diversos pasajes de los Evangelios y de los Hechos de los Apóstoles, cotejándolos con otros tantos del Libro de Enoch y dice: Los teólogos han fijado mayormente su atención en el pasaje de la Epístola de Judas, porque el autor nombra al profeta; pero las acumuladas coincidencias de palabra y de idea que se notan entre Enoch y los autores del Nuevo Testamento, según aparece en los pasajes citados, muestran evidentemente que la obra del Milton semítico fué la inagotable fuente en que bebieron los evangelistas y apóstoles, o los que escribieron en su nombre; tomando de ella las ideas de la resurrección, juicio final, inmortalidad, condenación y del reinado universal de la justicia bajo la eterna soberanía del Hijo del hombre.


Estos plagios evangélicos llegan al límite en el Apocalipsis de San Juan, quien adapta al cristianismo las visiones de Enoch, con retoques en que se echa de menos la sublime sencillez del gran maestro de predicción apocalíptica, que profetizó en nombre del antediluviano patriarca. En honor de la verdad, debía al menos haber expuesto la hipótesis de que el Libro de Enoch, tal como hoy se conoce, es meramente una copia de textos mucho más antiguos, adulterada con numerosas adiciones e interpolaciones, unas anteriores y otras posteriores a la era cristiana. Las investigaciones modernas acerca de la fecha en que se compuso el Libro de Enoch señalan que en el capítulo LXXI se dividen el día y la noche en diez y ocho partes, de las que doce forman el día más largo del año, siendo así que en Palestina no podría haber habido día de diez y seis horas. Sobre el particular, observa el traductor, arzobispo Laurence: La región en que vivió el autor debió de estar situada entre los 45º latitud norte, en donde el día más largo es precisamente de diez y seis horas. De esto se infiere que el autor del Libro de Enoch lo escribió en un país situado en la misma latitud de los distritos septentrionales del mar Caspio y del mar Negro, y tal vez perteneciera a una de las tribus que Salmanasar se llevó, y colocó: "en Halah y en Habor cerca del rio Goshen, y en las ciudades de los Medos" . Más adelante se confiesa que: No es posible asegurar que estemos convencidos de que el Antiguo Testamento supere al Libro de Enoch... El Libro de Enoch enseña la preexistencia del Hijo del hombre, el Elegido, el Mesías, que "desde el principio existía en secreto", y cuyo nombre era invocado "en presencia del Señor de los Espíritus, antes de la creación del Sol y de las constelaciones". El autor alude también a la "otra Potestad que en aquel día estaba sobre la tierra y sobre las aguas" viéndose en ello cierta analogía con las palabras del Génesis (I, 2). [Nosotros sostenemos que se aplica igualmente al Narayana indo " que se mueve sobre las aguas".] Así tenemos al Señor de los Espíritus, al Elegido, y una tercera Potestad, lo que al parecer simboliza la futura Trinidad de los cristianos [así como la Trimurti]; pero aunque la idea mesiánica de Enoch ejerciese sin duda alguna grandísima influencia en los primitivos conceptos de la divinidad del Hijo del hombre, no tenemos suficientes indicios para identificar su obscura alusión a otra "Potestad", con la Trinidad de la escuela alejandrina; y mucho más dado que los "ángeles poderosos" abundan en las visiones de Enoch .


Difícilmente se engañaría un ocultista al identificar dicha "Potestad". El editor termina sus notables observaciones añadiendo: De modo que podemos conjeturar que el Libro de Enoch fue escrito antes de la era cristiana por un gran profeta anónimo de raza semítica (?), quien, creyéndose inspirado en una época posterior de la de los profetas, tomó el nombre de un patriarca antediluviano , para dar mayor autenticidad a su entusiasta predicción del reinado del Mesías. Y como el contenido de este maravilloso libro entra copiosamente en el texto del Nuevo Testamento, se deduce que, de no estar el autor proféticamente inspirado al vaticinar las enseñanzas de Cristo, hubiera sido un visionario entusiasta, cuyas quiméricas ilusiones prohijaron los apóstoles y evangelistas como verdades reveladas. De este dilema depende el atribuir al cristianismo origen humano o divino . El resumen de cuanto queda dicho, se encierra en las palabras del mismo editor: El lenguaje y las ideas de la supuesta revelación se encuentran ya en otra obra anterior, que los evangelistas y los apóstoles tuvieron por inspirada, pero que los modernos teólogos clasifican entre las apócrifas . Esto explica también la repugnancia de los reverendos bibliotecarios de la Biblioteca Bodleiana en publicar el texto etíope del Libro de Enoch.


Las profecías de éste se refieren en realidad a cinco de las siete razas, quedando en secreto todo lo relativo a las dos últimas. Así, pues, resulta errónea la observación del editor al decir que: El capítulo XCII contiene una serie de profecías que abarcan desde los tiempos de Enoch hasta mil años después de la actual generación. Las profecías se extienden hasta el fin de la raza actual y no tan sólo a "mil años" contados desde ahora. Muy cierto es que: En el sistema cronológico adoptado [por los cristianos], suele llamarse día a un siglo [a veces], y semana a siete siglos. Pero este sistema es fantástico y arbitrariamente traído a propósito por los cristianos para cohonestar ciertos hechos y teorías con la cronología bíblica, y no representa el primitivo concepto. Los "días" se refieren al período indeterminado de las razas ramales, y las "semanas" a las subrazas, sin que en la traducción inglesa se encuentre palabra representativa de las razas raíces que se aluden sin embargo. Además es completamente errónea la frase de la página 150, que dice: Después, en la cuarta semana, se verán las visiones de lo santo y de lo justo, se establecerá el orden de generación tras generación.En el original se lee:"se había establecido en la tierra el orden de generación tras generación". Esto es, "después de que la primera raza humana procreada de un modo verdaderamente humano se había originado en la tercera raza raíz"........ lo cual altera completamente el significado. Todo cuanto en la traducción inglesa y en las mal cotejadas copias del texto etíope se expone como si hubiera de suceder en lo futuro, lo exponen en pretérito los manuscritos caldeos originales; esto es, no como profecía, sino como narración de acontecimientos ya realizados. Cuando Enoch empieza a "hablar según un libro", está leyendo el relato hecho por un gran vidente, del cual y no de él son las profecías. El nombre de Enoch o "enoichion", significa vidente o "vista interna", y por lo tanto, a todo profeta y adepto se le puede llamar "enoichion" sin convertirlo en un pseudo Enoch.


Pero el vidente que compiló el Libro de Enoch, se nos muestra como lector de un libro en el siguiente pasaje: Nací el séptimo en la primera semana [la séptima rama o raza ramal, de la primera subraza en la tercera raza raíz, después que comenzó la generación sexual]......Pero después de mí, en la segunda semana [segunda subraza] se levantarán grandes maldades [se levantaron más bien]; aconteciendo en esta semana el fin de la primera para salvación del género humano. Pero cuando la primera se complete crecerá grandemente la iniquidad. Tal como está la traducción ( es decir, sin los paréntesis de la autora), carece de sentido. Estudiando el texto esotérico tal como está, quiere decir sencillamente que la primera raza raíz acabará en tiempos de la segunda subraza de la tercera raza raíz, durante cuyo período se salvará el género humano; sin referirse nada de esto, al diluvio bíblico. El versículo décimo alude a la sexta semana [sexta subraza de la tercer raza raíz] al decir: Todos aquellos que estén en ella quedarán en tinieblas, y sus corazones, olvidarán la sabiduría [se apartará de ellos el divino conocimiento] y en ella ascenderá un hombre. Algunos intérpretes creen por algunas misteriosas razones que ellos sabrán que este "hombre" es Nabucodonosor; pero verdaderamente se alude al primer hierofante de la primera raza completamente humana (después de la alegórica caída en la generación), elegido para perpetuar la sabiduría de los devas (ángeles o elohim). Es el primer "Hijo del hombre", como misteriosamente se llamaban los divinos iniciados de la primitiva escuela de los Manushi (hombres), al finir la tercera raza raíz.


También se le llama "Salvador", puesto que Él, y los demás hierofantes, salvaron a los elegidos y a los perfectos del cataclismo geológico en que perecieron cuantos entre los goces sexuales habían olvidado la primieval sabiduría. Y durante este período [el de la "sexta semana", o sexta subraza], quemará con fuego la casa solariega [el continente poblado a la sazón]; y quedará dispersada la raza entera de la simiente elegida. Esto se refiere a los iniciados electos y de ningún modo al pueblo judío, supuesto elegido de Dios o la cautividad de Babilonia, según interpretan los teólogos cristianos. Además, considerando que vemos a Enoch, o a su perpetuador mencionando la ejecución de "la sentencia contra los pecadores" en varias "semanas" diferentes, y que durante esta cuarta época (la cuarta raza) "toda obra de malvados desaparecerá de la faz de la tierra", difícilmente podemos referir estas palabras al único diluvio de la Biblia, y mucho menos a la cautividad de Babilonia.


De lo expuesto se deduce que como el Libro de Enoch abarca cinco razas del manvantara, con leves alusiones a las dos futuras, no puede ser seguramente una compilación de "profecías bíblicas", sino de hechos entresacados de los libros secretos de Oriente. Al fin de cada raza raíz sobreviene un cataclismo geológico, alternativamente producido por el fuego y por el agua. Inmediatamente después de la "caida en la generación sexual", la hez de la tercera raza raiz (los que se sumieron en la sensualidad con olvido, de las enseñanzas de los divinos instructores), quedó destruída, surgiendo entonces la cuarta raza, a la que a su vez destruyó el último diluvio.


Fuente: "La doctrina Secreta" de Helena P. Blavatsky


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