Pues entonces os debéis de tener a vosotros mismos por dichosos, amados hermanos; pues ciertamente no hemos venido a este mundo para ser alabados, antes bien para ser tenidos por menos que nada entre las criaturas.
No debemos olvidar que estamos aquí para morder el polvo en mérito al juramento profesado, y también para dar la otra mejilla, y para regalar la túnica si se nos pide las sandalias. Antes de todo aquello no podemos aspirar a contarnos entre los bienaventurados.
Por esto no guardéis rencor, ni contradicción sobre quienes os agravian.
Muy por el contrario debéis bendecirlos y orar por ellos.
A mas insulto más bendición, a más rechazo más oración.
No olvidéis que estos hermanos que os agravian son nuestros mayores y mejores maestros.
¿Acaso gracias a ellos no habéis descubierto en el interior de vuestra propia psique abominables sentimientos de orgullo, desprecio, odio, presunción, vileza, conjura, entre otros muchos otros defectos?.
Pues bien, debéis saber que aquellos que os agravian están allí por voluntad de Dios mismo a fin de poder probar en vosotros la valía, haciendoós -a través de ellos- seres más perfectos.
¿Contradicen vuestra verdad? Y yo os digo ¿cual es la verdad? Lo que vosotros sabéis no necesita ser demostrado sino por la experiencia, y esto es ¡a vosotros mismos! Por lo demás cada quien tiene su verdad, y cada quién tiene su experiencia.
Y si acaso os resulta preciso debatir, no olvidéis lo que el maestro os dijo al propósito: referiros al mensaje, pero nunca ofendáis al mensajero. Puesto que él también es imagen viva de Dios, y por tanto merece el mismo respeto que deberíais a cualquiera de vuestros mas queridos hermanos.
No dañéis la luz de vuestro verbo.
Más si no os escuchan, sacudid el polvo de vuestras sandalias y alejaros de allí prontamente.
Ya hubo un tiempo en el que fuisteis calcinados en la hoguera por vuestros inquisidores, y bien demostrasteis mucho coraje en ello. Mas ahora es tiempo de que vosotros mismos encendáis una pira en el corazón para que calcinéis allí los malos sentimientos que vuestros inquisidores provocan hoy en vosotros.
Entonces ya no solo seréis valientes, sino también vencedores.
Sed indiferentes al vituperio; más también a la alabanza.
Toda contradicción a vuestros dogmas solo es ocasión propicia para que corroboréis ese dogma por medio de la meditación.
Así cruzaréis la frontera que existe entre la creencia y la fe.
A toda oposición no le corresponde una reacción, sino una revolución.
No olvidéis que el mismo Cristo escogió a Tomás como apóstol suyo pues sabía que solo a través de la duda se consigue la revolución de la dialéctica del espíritu que revoluciona.
No debemos olvidar que estamos aquí para morder el polvo en mérito al juramento profesado, y también para dar la otra mejilla, y para regalar la túnica si se nos pide las sandalias. Antes de todo aquello no podemos aspirar a contarnos entre los bienaventurados.
Por esto no guardéis rencor, ni contradicción sobre quienes os agravian.
Muy por el contrario debéis bendecirlos y orar por ellos.
A mas insulto más bendición, a más rechazo más oración.
No olvidéis que estos hermanos que os agravian son nuestros mayores y mejores maestros.
¿Acaso gracias a ellos no habéis descubierto en el interior de vuestra propia psique abominables sentimientos de orgullo, desprecio, odio, presunción, vileza, conjura, entre otros muchos otros defectos?.
Pues bien, debéis saber que aquellos que os agravian están allí por voluntad de Dios mismo a fin de poder probar en vosotros la valía, haciendoós -a través de ellos- seres más perfectos.
¿Contradicen vuestra verdad? Y yo os digo ¿cual es la verdad? Lo que vosotros sabéis no necesita ser demostrado sino por la experiencia, y esto es ¡a vosotros mismos! Por lo demás cada quien tiene su verdad, y cada quién tiene su experiencia.
Y si acaso os resulta preciso debatir, no olvidéis lo que el maestro os dijo al propósito: referiros al mensaje, pero nunca ofendáis al mensajero. Puesto que él también es imagen viva de Dios, y por tanto merece el mismo respeto que deberíais a cualquiera de vuestros mas queridos hermanos.
No dañéis la luz de vuestro verbo.
Más si no os escuchan, sacudid el polvo de vuestras sandalias y alejaros de allí prontamente.
Ya hubo un tiempo en el que fuisteis calcinados en la hoguera por vuestros inquisidores, y bien demostrasteis mucho coraje en ello. Mas ahora es tiempo de que vosotros mismos encendáis una pira en el corazón para que calcinéis allí los malos sentimientos que vuestros inquisidores provocan hoy en vosotros.
Entonces ya no solo seréis valientes, sino también vencedores.
Sed indiferentes al vituperio; más también a la alabanza.
Toda contradicción a vuestros dogmas solo es ocasión propicia para que corroboréis ese dogma por medio de la meditación.
Así cruzaréis la frontera que existe entre la creencia y la fe.
A toda oposición no le corresponde una reacción, sino una revolución.
No olvidéis que el mismo Cristo escogió a Tomás como apóstol suyo pues sabía que solo a través de la duda se consigue la revolución de la dialéctica del espíritu que revoluciona.
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