La Gnosis ha sido desde los tiempos más remotos definida y vista como una forma diferente de entender la vida, el mundo, la naturaleza, Dios; un conocimiento que implica los destinos del hombre mismo.
Es precisamente el conocimiento de la verdad esencial de las cosas, un conocimiento que sin embargo, no es estático sino dinámico, ya que es experimentable individualmente según las infinitas formas de ser de la existencia; y que no puede ser encerrado en dogmas o esquemas, sino que debe ser visto por todos los hombres según su forma particular de ser.
Pero si esta forma de entender la Gnosis puede parecer fácil de aceptar, no es así cuando se trata de vivirla efectivamente, realizarla en uno porque entonces se muestra extremadamente complicada y ardua de seguir.
En efecto se trata de coger en todo ser y cosa con el que entremos en contacto, su realidad esencial (= la Verdad); y ésta realidad íntima y esencial está más allá de todo lo que existe en lo finito y relativo: su dimensión total y verdadera, que es la misma y única Verdad infinita y absoluta que los sentidos no pueden percibir por ser finitos y relativos.
Por eso para sentir, reconocer, comunicar con la Verdad de los seres y de las cosas, deberá sentirse y conocerse no solo intelectualmente con el cerebro, sino también intuitivamente con el corazón sutil para comunicar y ser uno con ella.
Solamente entonces, la Gnosis pierde su carácter de conocimiento intelectual, objetivo en sí mismo, para adquirir el de identificación y comunión.
En este aspecto conocer es reconocer y vivir ante todo la propia realidad esencial (que es desde luego la realidad Una de todo y de todos) por ello expresar gradualmente también en lo externo lo que todo ser es en potencia en su interior; y entonces el conocimiento llega a ser iniciación, sendero, la vía hacia la reintegración.
Y esta vía está abierta a todos, solamente que requiere primero haber tenido conocimiento de esta realidad oculta interior ya que la vía está diseminada de obstáculos sin fin.
Los obstáculos derivan en su origen de la constitución humana: una esencia interior espiritual y su condición exterior de ser, o sea sus dos naturalezas contrastadas; el ego desarrollado de la naturaleza animal y el Si mismo o Yo superior, o Uno/Todo del que todo hombre es un fragmento.
Todo hombre tiende en general a identificarse con el yo de los sentidos, en vez de considerarlo como es en verdad, un instrumento o vehículo de expresión gradual del Si mismo, por lo que la vía gnóstica es ante todo Teología, es decir estudio de Dios, conocimiento de Dios, ciencia divina.
La doctrina secreta de Oriente y de Occidente ha transmitido de época en época el gran Misterio de la Gnosis: el hombre encierra dentro de sí, en su complejo espacio/temporal, una naturaleza pura idéntica a Dios.
Este concepto gnóstico preside en toda iniciación auténtica e inspira todo peregrino hacia la patria perdida celeste en las múltiples vías de la Realización Una.
El hombre interior (= el Si mismo) es el único Dios que podemos conocer y encarnar individualmente aquí y ahora, y el universo es el depositario de una espiritualidad infinita, de la cual cada uno de nosotros es una parte.
Así de un lado la Unidad de la Vida, consiguiente a la omnipresencia de la espiritualidad, y por otro la manifestación viviente de esta Unidad en el hombre, que sufre y lucha para reunirse con la propia raíz y ser así finalmente completo.
La Gnosis por consiguiente como conocimiento que implica la vida, el comportamiento y el destino del hombre; y constituyendo en si una forma de ser, no solo no se conoce su origen por perderse en la noche de los tiempos, sino que tampoco puede verse su final. Esta Gnosis Perenne emerge todavía y asume una organización particular en los primeros dos siglos que precedieron la era actual así como en los dos siglos que siguieron: en Occidente y en Egipto, en Oriente Medio dentro y fuera del Cristianismo.
Cada sistema o corriente, con sus modalidades particulares, a veces aparentemente oscuras e incoherentes, se rehace como fuere y siempre en un denominador común que todo lo reúne en un todo orgánico, que cada vez se adapta y se desposa en diversos tiempos y lugares con las creencias locales de las que va a constituir la linfa secreta y subterránea y el aspecto secreto (esotérico).
También la ciencia moderna de las Religiones ha reconocido hoy finalmente en los motivos esenciales del gnosticismo la línea interrumpida de la sabiduría secreta, que constituye la raíces de todas las religiones.
La integración practicada a partir del gnosticismo de las religiones hebrea, persa, babilónica, egipcia, griega y romana, influenciada por elementos hindúes, taoístas y budistas, con una completa nivelación de todas las diferencias étnicas, confluye en las nuevas religiones donde todas las demás participan en esta fusión ecuménica de su patrimonio sagrado.
El cristianismo considerado ortodoxo quiso hacer histórico y temporal lo que estaba fuera y más allá del tiempo y la historia, por lo que el mito con el que desarrolló la Iglesia romana institucional debía necesariamente adaptarse con la historia en la que justificar su propia supremacía y legitimidad.
Y el cristianismo, tal como lo conocemos hoy, se transformó en religión histórica, apoyada sobre la persona del Jesús histórico, dando así a la historia un significado soteriológico, por el que la lucha contra el gnosticismo en su interior fue de supervivencia.
Pero el Evangelio de Juan habla con terminología gnóstica de una Luz que, preexistiendo en el principio del tiempo, ilumina a todos los hombres que vienen a este mundo; y Pablo, el verdadero fundador del cristianismo, habla en el mismo lenguaje de la Luz/ Cristo en nosotros, representando la autentica enseñanza de la Sabiduría antigua, de la Gnosis Perenne; la naturaleza divina de todo ser humano y no solo del Jesús histórico, que es en suma el único modelo perfecto a seguir para hacer viva la presencia divina en el mundo.
No obstante los fabricantes de los dogmas del cristianismo, triunfan después de haberse impuesto sobre las demás iglesias cristianas aceptando el compromiso con el Poder Temporal, identifican esta Luz/Cristo en el Jesús histórico que obtuvo así su estado civil bien definido en el Concilio de Nicea en el 325.
Esta Luz/Cristo en nosotros (= el Reino de los Cielos en el hombre) ha sido, con una cuidadosa y aguda manipulación de los textos, impuesta en el Jesús Nazireo, lo cual no hacía ninguna falta porque tal había sido la enseñanza de todos los Santuarios Iniciáticos de la Antigüedad.
El cristianismo considerado ortodoxo la hizo suya, limitándola a un solo hombre que vivió hace dos mil años aproximadamente en Palestina, avalándola con los Evangelios llamados de Mateo, Marco y Lucas (= copias de copias) que habían sido astutamente retocados, añadiendo y cambiando para los fines de su causa: un Jesús- Cristo histórico, sobre el que edificar y legitimar su autoridad indiscutible, que fuese superior también al poder temporal y así reunir, bajo una autoridad confirmada y reconocida con una fe y religión común, a todos los pueblos del mundo.
Desde la segunda mitad del siglo tercero este Redentor Jesucristo tuvo así su estado civil bien establecido y desde entonces sería la Luz que ilumina a centenares de millones de hombres y mujeres en todo el mundo.
En efecto, con el nacimiento de Jesús señala un nuevo orden de la historia, con el cual se mide el tiempo, así la historia resultará desde entonces un poco más ordenada en función de su nacimiento (= Anno Domini), punto de llegada de todo el periodo anterior y simultáneamente punto de partida para seguir el tiempo en el futuro.
La historia entera del género humano es condicionada de tal manera, partiendo directamente desde la creación del mundo y del descenso del hombre espiritual en la dimensión terrestre hasta su ascenso o reintegración con la segunda venida del Cristo glorioso, que señalará la restauración y la consumación de la historia.
La nueva religión en suma, para legitimar su ortodoxia y garantizar su continuidad se encontró en la necesidad de romper con el pasado de Israel, oponiendo el Nuevo al Antiguo Testamento, un nuevo pacto que anula el antiguo de la alianza, por el cual la encarnación de la Luz/Cristo del Jesús histórico, que muere sobre la cruz para rescatar al género humano del pecado original, que establece la continuidad del pasado y completará al final de los tiempos el ciclo histórico con la realización progresiva de la Redención Universal Final.
La salvación o reintegración será el resultado de la encarnación y resurrección del Redentor Jesucristo y tendrá que ver con la total unidad del hombre, es decir, cuerpo, alma y espíritu; el hombre inmerso en el tiempo y en la historia, que actúa según el plan de Dios, resucitará en espíritu, alma y cuerpo al final de los tiempos y de la historia.
Como puede verse todo está previsto y establecido e igualmente calculada y condicionada la total existencia de todos los hombres: vinculados desde su nacimiento a la Iglesia por el bautismo, ella lo seguirá paso a paso durante todo su peregrinar terreno y condicionará su suerte en el más allá.
Bien diferente es la concepción del cristianismo primitivo, donde lo que se salva de la prisión del tiempo y de la historia es el Si mismo, el yo auténtico atemporal o espiritual del hombre, el cual asume distintos cuerpos temporales como vehículos o medios de tener sus experiencias en el mundo, pero que abandona una y otra vez una vez que son logradas y consumadas.
Pero ya que el cristianismo al institucionalizarse quiso confinar deliberada y astutamente la mitología en la esfera histórica, limitando el mito eterno del espíritu que está misteriosamente insertado en el proceso de la historia y del tiempo, pero que es en si mismo transcendente, los gnósticos no dieron importancia a las escrituras sagradas (bíblicas) cuyos personajes y sucesos consideraban simples alegorías para expresar la verdad eterna, y les añadieron sus especulaciones cosmológicas, tal vez complicadas y oscuras, pero siempre sublimes para explicar aquello que las palabras no podían hacerlo.
Como tendremos ocasión de ver más adelante la concepción gnóstica es exactamente todo lo contrario de la posición cristiana ortodoxa. El cristianismo original en cuanto presentación de la Gnosis Eterna en una expresión adaptada a los nuevos tiempos, fue una actitud y un método de vida, que es como decir una tentativa de vivir lo eterno y la unidad en la multiplicidad y en las dimensiones espacio/temporales.
El hombre, dios en potencia, para alcanzar su plena estatura y plenitud aquí y ahora debe combatir contra los gobernantes (= centros de energía psíquica de sus "revestimientos" a fin de liberarse del sometimiento tiránico de Yahvé(= el creador del ego o personalidad separada) y unirse en éxtasis supremo con su esposa divina (= su Si mismo eterno).
Y en el matrimonio alquímico de lo inferior y lo superior, del ego y del Sí mismo, todas las ilusiones de las apariencias desaparecen como por encanto y la verdad se muestra sin ningún velo; el tiempo deja de ser y con ello la tragedia de la separatividad de tal forma que cada hombre se hace uno no solo con su Si mismo, sino también con el Si mismo de todos los demás y de esa forma hace viva y actual la experiencia consciente de la verdadera Fraternidad: la Comunión de las Almas Despiertas, la verdadera y única Ecclesia.
Hoy que el Jesús histórico aparece siempre más como una figura que se saca lentamente del abrigo del tiempo para revelar el Cristo cósmico, que todo individuo deberá antes o después encarnar; hoy que la institucionalización eclesiástica del Cristo ha llevado a la completa cristalización del mismo, los hombres de nuestro tiempo se están poniendo de forma siempre creciente a meditar sobre los hechos míticos de las especulaciones místicas y sobre los sucesos que intentan revelar.
Toda la tradición arcaica cosmogónica y antropológica de tantos siglos fue adaptada y distorsionada por la Iglesia de Roma para imponer su supremacía indiscutible para quedar como depositaria e intérprete exclusiva de la Verdad; así, con la ayuda del poder temporal, tildó de herejía a los incómodos gnósticos que no querían aceptar la profanación de la Iglesia Primitiva cristiana; aunque desde entonces usará injustamente el título de católica a pesar de que al haber perseguido a los gnósticos cesará de ser universal y al refutar la Gnosis perderá el conocimiento.
Pero el verdadero cristianismo está fuera de todo esquema pre-ordenado y por ello solo en el gnosticismo se expresa auténticamente y también en el interior del esoterismo continuó vivo y auténtico porque allí no fue oscurecido por autoridad ninguna ni por ningún interés parcial.
El cristianismo de los orígenes surgió como una vía y sendero realizativo o iniziático de carácter universal, y se injertó en el antiguo tronco neotestamentario con objeto de obtener simultáneamente una efectiva transformación de la consciencia para crear las condiciones de un aumento cualitativo de la sociedad humana, es decir, un paso evolutivo desde el concepto del Dios terrible (el Jahvé juez y vengador) del Antiguo Testamento al Dios de bondad revelado en los Evangelios; y si el cristianismo considerado ortodoxo no hubiese prevalecido, la historia de estos últimos dos mil años hubiera podido ser muy diversa.
El cristianismo ortodoxo (católico, protestante) ha perdido hoy casi toda su matriz guía, que solo ofrece la experiencia directa de la verdadera vida y naturaleza de todos los seres, o sea de su esencia divina y ahora finalmente, después de los recientes descubrimientos arqueológicos, está plenamente justificado individuar en el movimiento esenio/gnóstico la matriz del cristianismo primitivo y el gnosticismo de los siglos sucesivos como su continuador legítimo y natural.
El mito y no la historia es la esencia de todas las religiones y la justa comprensión del mito y su correcta interpretación es la clave de la Gnosis, que en el principio de nuestra Era se expresó en el cristianismo.
En efecto los mitos son fábulas exclusivamente en la proporción en la que sea comprendidos o malinterpretados. A este respecto escribía C.G. Jung que la mente humana está formada por una trinidad: consciencia común de vigilia, inconsciente individual (con los recuerdos personales y las emociones reprimidas) y el inconsciente colectivo (en el que tienen su ser imágenes persona- les y suprapersonales relacionadas con imágenes psíquicas y fuerzas).
En el inconsciente colectivo hay una fuerza central que opera como causa insondable de energías, que actúa a causa de ciertas imágenes focales, llamadas por Jung Arquetipos.
A estos Arquetipos, liberadores de los poderes internos de hombre, han hecho referencia los mitos religiosos con el fin de manifestar su fondo psíquico y divino.
Los mitos gnósticos, con su trama completa, están basados en estos principios porque los gnósticos reconocen que en la base radical de la consciencia humana hay un campo transcendental que han llamado Pleroma (= mundo de la Plenitud) del que emergen campos de consciencia limitados, pero algunos con propiedad y poderes del Principio original y omnisciente.
La Plenitud (= el Si mismo transpersonal) es la raíz de la consciencia y la base energética del inconsciente colectivo de la moderna psicología analítica, así como la Madre Divina de los gnósticos de todas las épocas y latitudes.
La finalidad de la ascesis gnóstica es establecer un contacto consciente con esta fuente de todo Poder, Vida y Esencia, que habita en lo más profundo de toda consciencia humana, por lo que el conocimiento directo de las cosas divinas es posible para el hombre que posee la Gnosis, la cual es simplemente Conocimiento de si mismo y de Dios. Mediante la toma de consciencia y la transcendencia de las distintas esferas o mundos ilusorios, el alma humana aquí y ahora puede establecer un contacto directo con lo que constituye su fundamento y fuente verdadera de su vida y energía.
Pero este contacto directo puede ser establecido cuando se supera el dominio de los regentes del mundo o esferas (Demiurgos = Arcontes) que se separan de la Plenitud; y en cuanto el hombre no está sujeto a las ataduras y al encanto de los mundos inferiores, habiendo comprendido su precariedad y deficiencia, viste finalmente su vestidura de luz.
El sendero hacia esta fuente oculta y liberadora (= la Luz/Cristo en todo hombre) es la mitología correctamente entendida. Los Maestros Gnósticos, para conducir al hombre gradualmente desde las tinieblas exteriores a la Luz interior, construyeron sus intrincados y majestuosos mitos, que no solamente ocultan la verdad espiritual, sino que constituyen el método idóneo mediante el cual esta verdad puede llegar a ser aprehendida a causa de una efectiva realización interna. Según la revisión y revaloración del Gnosticismo conseguida con los recientes descubrimientos arqueológicos del auténticos textos de la época, éste deja de mostrarse como deformación o herejía del cristianismo, o de cualquier otra religión, aunque por su misma naturaleza tiende a englobar en si todas las religiones.
El Gnosticismo es en realidad una religión suprahistórica que pone el drama de la salvación más allá del tiempo y del espacio mundanales, por lo que ha debido en todas las épocas servirse necesariamente de las religiones existentes para acoplar su propio esoterismo al exoterismo de éstas y en verdad penetra en todas ellas y es la esencia de todas.
De esta forma, como había usado como vestiduras exteriores el paganismo y después las religiones de misterios, con el cristianismo buscó universalizarse cristianizando una parte de su inefabilidad, pero lográndolo no obstante solamente en el cristianismo primitivo; y después, con la llegada del cristianismo mismo a religión del estado un abismo vino a dividir las dos visiones, la cristiana y la gnóstica.
Aquí todas las Sagradas Escrituras son vistas nada más que como expresiones simbólicas o representaciones dramáticas de la verdad espiritual y el mismo Cristo, más que una atribución personal y particular del Jesús histórico, sirve para indicar la naturaleza divina en el hombre, cuya toma de consciencia y realización hace del iniciado un verdadero "cristóforo" o cristiano.
Sin embargo, el nombre Jeshua parece ser en el mismo contexto el término simbólico de este principio divino en el hombre, principio destinado a conducirle ante o después de la ignorancia al conocimiento, y de la muerte a la resurrección espiritual; así, la misma fe (= pistis), como aceptación pasiva e incondicionada de afirmaciones dogmáticas presentadas como Verdad revelada, se convierte en instrumento y preparación a la Gnosis y a la Salvación.
Aparte de las interpolaciones sucesivas introducidas para consolidar la instrumentalización ortodoxa, es bastante evidente que toda la enseñanza de Pablo, así como el Evangelio, la Epístola y el llamado Apocalipsis de Juan tienen sus raíces en la doctrina y en la tradición gnósticas; y aunque no se pueda probar, es más que probable que el gnosticismo cristiano haya surgido entre los seguidores y discípulos de Juan.
Siempre se ha reprobado al gosticismo su derivación al dualismo maniqueo, pero en realidad la visión gnóstica es dual solamente respecto a la manifestación y al mal que la acompaña; es sin embargo esencialmente monística por el hecho mismo de dar al mal un comienzo y por consiguiente también un fin, por lo que la Luz perdida en las Tinieblas al despertarse a si misma (es decir en cuanto se sacuda el torpor del sueño en el que ha caído, tomará consciencia de su propia realidad verdadera) será reintegrada en la plenitud y por fin las Tinieblas acabarán por iluminarse por el hecho mismo de haber sido morada de la Luz.
Se podrá incluso no compartir la actitud mental y existencial de los gnósticos, pero cualquiera que recorra sin prejuicios los rastros del tiempo, deberá reconocer el ímpetu y ardor con que han afrontado los problemas dolorosos y vitales de nuestra humanidad: Dios y la Providencia, el origen del mal, la formación del cosmos, las relaciones entre Dios y el hombre, entre el espíritu y la materia, el destino del hombre y del mundo; y como con sus únicos medios y su intuición han tratado de encontrar las soluciones (siempre de buena fe y asumiendo sobre ellos mismos todas las implicaciones).
Todos aquellos mitos sugestivos, incluso oscuros y complejos, son el resultado de las especulaciones de los Maestros Gnósticos que quieren de cualquier modo explicar el insondable misterio de nuestra aparición en el espacio-tiempo y la naturaleza de nuestros límites, de nuestras imperfecciones y las del universo.
?Si somos emanaciones del Pensamiento del Dios Transcendente e Inefable, Amor y Bondad Absoluta, chispas de su Luz, como es que hemos nacido en un cuerpo pensante, con una psique durmiente en un mundo de necesidad y de deficiencia? Desentrañar los misterios de esta incógnita es la empresa de la Gnosis eterna y universal, antigua y moderna, cristiana y no-cristiana
Por T. Johannes
(publicado en italiano en la revista CONOSCENZA)
Es precisamente el conocimiento de la verdad esencial de las cosas, un conocimiento que sin embargo, no es estático sino dinámico, ya que es experimentable individualmente según las infinitas formas de ser de la existencia; y que no puede ser encerrado en dogmas o esquemas, sino que debe ser visto por todos los hombres según su forma particular de ser.
Pero si esta forma de entender la Gnosis puede parecer fácil de aceptar, no es así cuando se trata de vivirla efectivamente, realizarla en uno porque entonces se muestra extremadamente complicada y ardua de seguir.
En efecto se trata de coger en todo ser y cosa con el que entremos en contacto, su realidad esencial (= la Verdad); y ésta realidad íntima y esencial está más allá de todo lo que existe en lo finito y relativo: su dimensión total y verdadera, que es la misma y única Verdad infinita y absoluta que los sentidos no pueden percibir por ser finitos y relativos.
Por eso para sentir, reconocer, comunicar con la Verdad de los seres y de las cosas, deberá sentirse y conocerse no solo intelectualmente con el cerebro, sino también intuitivamente con el corazón sutil para comunicar y ser uno con ella.
Solamente entonces, la Gnosis pierde su carácter de conocimiento intelectual, objetivo en sí mismo, para adquirir el de identificación y comunión.
En este aspecto conocer es reconocer y vivir ante todo la propia realidad esencial (que es desde luego la realidad Una de todo y de todos) por ello expresar gradualmente también en lo externo lo que todo ser es en potencia en su interior; y entonces el conocimiento llega a ser iniciación, sendero, la vía hacia la reintegración.
Y esta vía está abierta a todos, solamente que requiere primero haber tenido conocimiento de esta realidad oculta interior ya que la vía está diseminada de obstáculos sin fin.
Los obstáculos derivan en su origen de la constitución humana: una esencia interior espiritual y su condición exterior de ser, o sea sus dos naturalezas contrastadas; el ego desarrollado de la naturaleza animal y el Si mismo o Yo superior, o Uno/Todo del que todo hombre es un fragmento.
Todo hombre tiende en general a identificarse con el yo de los sentidos, en vez de considerarlo como es en verdad, un instrumento o vehículo de expresión gradual del Si mismo, por lo que la vía gnóstica es ante todo Teología, es decir estudio de Dios, conocimiento de Dios, ciencia divina.
La doctrina secreta de Oriente y de Occidente ha transmitido de época en época el gran Misterio de la Gnosis: el hombre encierra dentro de sí, en su complejo espacio/temporal, una naturaleza pura idéntica a Dios.
Este concepto gnóstico preside en toda iniciación auténtica e inspira todo peregrino hacia la patria perdida celeste en las múltiples vías de la Realización Una.
El hombre interior (= el Si mismo) es el único Dios que podemos conocer y encarnar individualmente aquí y ahora, y el universo es el depositario de una espiritualidad infinita, de la cual cada uno de nosotros es una parte.
Así de un lado la Unidad de la Vida, consiguiente a la omnipresencia de la espiritualidad, y por otro la manifestación viviente de esta Unidad en el hombre, que sufre y lucha para reunirse con la propia raíz y ser así finalmente completo.
La Gnosis por consiguiente como conocimiento que implica la vida, el comportamiento y el destino del hombre; y constituyendo en si una forma de ser, no solo no se conoce su origen por perderse en la noche de los tiempos, sino que tampoco puede verse su final. Esta Gnosis Perenne emerge todavía y asume una organización particular en los primeros dos siglos que precedieron la era actual así como en los dos siglos que siguieron: en Occidente y en Egipto, en Oriente Medio dentro y fuera del Cristianismo.
Cada sistema o corriente, con sus modalidades particulares, a veces aparentemente oscuras e incoherentes, se rehace como fuere y siempre en un denominador común que todo lo reúne en un todo orgánico, que cada vez se adapta y se desposa en diversos tiempos y lugares con las creencias locales de las que va a constituir la linfa secreta y subterránea y el aspecto secreto (esotérico).
También la ciencia moderna de las Religiones ha reconocido hoy finalmente en los motivos esenciales del gnosticismo la línea interrumpida de la sabiduría secreta, que constituye la raíces de todas las religiones.
La integración practicada a partir del gnosticismo de las religiones hebrea, persa, babilónica, egipcia, griega y romana, influenciada por elementos hindúes, taoístas y budistas, con una completa nivelación de todas las diferencias étnicas, confluye en las nuevas religiones donde todas las demás participan en esta fusión ecuménica de su patrimonio sagrado.
El cristianismo considerado ortodoxo quiso hacer histórico y temporal lo que estaba fuera y más allá del tiempo y la historia, por lo que el mito con el que desarrolló la Iglesia romana institucional debía necesariamente adaptarse con la historia en la que justificar su propia supremacía y legitimidad.
Y el cristianismo, tal como lo conocemos hoy, se transformó en religión histórica, apoyada sobre la persona del Jesús histórico, dando así a la historia un significado soteriológico, por el que la lucha contra el gnosticismo en su interior fue de supervivencia.
Pero el Evangelio de Juan habla con terminología gnóstica de una Luz que, preexistiendo en el principio del tiempo, ilumina a todos los hombres que vienen a este mundo; y Pablo, el verdadero fundador del cristianismo, habla en el mismo lenguaje de la Luz/ Cristo en nosotros, representando la autentica enseñanza de la Sabiduría antigua, de la Gnosis Perenne; la naturaleza divina de todo ser humano y no solo del Jesús histórico, que es en suma el único modelo perfecto a seguir para hacer viva la presencia divina en el mundo.
No obstante los fabricantes de los dogmas del cristianismo, triunfan después de haberse impuesto sobre las demás iglesias cristianas aceptando el compromiso con el Poder Temporal, identifican esta Luz/Cristo en el Jesús histórico que obtuvo así su estado civil bien definido en el Concilio de Nicea en el 325.
Esta Luz/Cristo en nosotros (= el Reino de los Cielos en el hombre) ha sido, con una cuidadosa y aguda manipulación de los textos, impuesta en el Jesús Nazireo, lo cual no hacía ninguna falta porque tal había sido la enseñanza de todos los Santuarios Iniciáticos de la Antigüedad.
El cristianismo considerado ortodoxo la hizo suya, limitándola a un solo hombre que vivió hace dos mil años aproximadamente en Palestina, avalándola con los Evangelios llamados de Mateo, Marco y Lucas (= copias de copias) que habían sido astutamente retocados, añadiendo y cambiando para los fines de su causa: un Jesús- Cristo histórico, sobre el que edificar y legitimar su autoridad indiscutible, que fuese superior también al poder temporal y así reunir, bajo una autoridad confirmada y reconocida con una fe y religión común, a todos los pueblos del mundo.
Desde la segunda mitad del siglo tercero este Redentor Jesucristo tuvo así su estado civil bien establecido y desde entonces sería la Luz que ilumina a centenares de millones de hombres y mujeres en todo el mundo.
En efecto, con el nacimiento de Jesús señala un nuevo orden de la historia, con el cual se mide el tiempo, así la historia resultará desde entonces un poco más ordenada en función de su nacimiento (= Anno Domini), punto de llegada de todo el periodo anterior y simultáneamente punto de partida para seguir el tiempo en el futuro.
La historia entera del género humano es condicionada de tal manera, partiendo directamente desde la creación del mundo y del descenso del hombre espiritual en la dimensión terrestre hasta su ascenso o reintegración con la segunda venida del Cristo glorioso, que señalará la restauración y la consumación de la historia.
La nueva religión en suma, para legitimar su ortodoxia y garantizar su continuidad se encontró en la necesidad de romper con el pasado de Israel, oponiendo el Nuevo al Antiguo Testamento, un nuevo pacto que anula el antiguo de la alianza, por el cual la encarnación de la Luz/Cristo del Jesús histórico, que muere sobre la cruz para rescatar al género humano del pecado original, que establece la continuidad del pasado y completará al final de los tiempos el ciclo histórico con la realización progresiva de la Redención Universal Final.
La salvación o reintegración será el resultado de la encarnación y resurrección del Redentor Jesucristo y tendrá que ver con la total unidad del hombre, es decir, cuerpo, alma y espíritu; el hombre inmerso en el tiempo y en la historia, que actúa según el plan de Dios, resucitará en espíritu, alma y cuerpo al final de los tiempos y de la historia.
Como puede verse todo está previsto y establecido e igualmente calculada y condicionada la total existencia de todos los hombres: vinculados desde su nacimiento a la Iglesia por el bautismo, ella lo seguirá paso a paso durante todo su peregrinar terreno y condicionará su suerte en el más allá.
Bien diferente es la concepción del cristianismo primitivo, donde lo que se salva de la prisión del tiempo y de la historia es el Si mismo, el yo auténtico atemporal o espiritual del hombre, el cual asume distintos cuerpos temporales como vehículos o medios de tener sus experiencias en el mundo, pero que abandona una y otra vez una vez que son logradas y consumadas.
Pero ya que el cristianismo al institucionalizarse quiso confinar deliberada y astutamente la mitología en la esfera histórica, limitando el mito eterno del espíritu que está misteriosamente insertado en el proceso de la historia y del tiempo, pero que es en si mismo transcendente, los gnósticos no dieron importancia a las escrituras sagradas (bíblicas) cuyos personajes y sucesos consideraban simples alegorías para expresar la verdad eterna, y les añadieron sus especulaciones cosmológicas, tal vez complicadas y oscuras, pero siempre sublimes para explicar aquello que las palabras no podían hacerlo.
Como tendremos ocasión de ver más adelante la concepción gnóstica es exactamente todo lo contrario de la posición cristiana ortodoxa. El cristianismo original en cuanto presentación de la Gnosis Eterna en una expresión adaptada a los nuevos tiempos, fue una actitud y un método de vida, que es como decir una tentativa de vivir lo eterno y la unidad en la multiplicidad y en las dimensiones espacio/temporales.
El hombre, dios en potencia, para alcanzar su plena estatura y plenitud aquí y ahora debe combatir contra los gobernantes (= centros de energía psíquica de sus "revestimientos" a fin de liberarse del sometimiento tiránico de Yahvé(= el creador del ego o personalidad separada) y unirse en éxtasis supremo con su esposa divina (= su Si mismo eterno).
Y en el matrimonio alquímico de lo inferior y lo superior, del ego y del Sí mismo, todas las ilusiones de las apariencias desaparecen como por encanto y la verdad se muestra sin ningún velo; el tiempo deja de ser y con ello la tragedia de la separatividad de tal forma que cada hombre se hace uno no solo con su Si mismo, sino también con el Si mismo de todos los demás y de esa forma hace viva y actual la experiencia consciente de la verdadera Fraternidad: la Comunión de las Almas Despiertas, la verdadera y única Ecclesia.
Hoy que el Jesús histórico aparece siempre más como una figura que se saca lentamente del abrigo del tiempo para revelar el Cristo cósmico, que todo individuo deberá antes o después encarnar; hoy que la institucionalización eclesiástica del Cristo ha llevado a la completa cristalización del mismo, los hombres de nuestro tiempo se están poniendo de forma siempre creciente a meditar sobre los hechos míticos de las especulaciones místicas y sobre los sucesos que intentan revelar.
Toda la tradición arcaica cosmogónica y antropológica de tantos siglos fue adaptada y distorsionada por la Iglesia de Roma para imponer su supremacía indiscutible para quedar como depositaria e intérprete exclusiva de la Verdad; así, con la ayuda del poder temporal, tildó de herejía a los incómodos gnósticos que no querían aceptar la profanación de la Iglesia Primitiva cristiana; aunque desde entonces usará injustamente el título de católica a pesar de que al haber perseguido a los gnósticos cesará de ser universal y al refutar la Gnosis perderá el conocimiento.
Pero el verdadero cristianismo está fuera de todo esquema pre-ordenado y por ello solo en el gnosticismo se expresa auténticamente y también en el interior del esoterismo continuó vivo y auténtico porque allí no fue oscurecido por autoridad ninguna ni por ningún interés parcial.
El cristianismo de los orígenes surgió como una vía y sendero realizativo o iniziático de carácter universal, y se injertó en el antiguo tronco neotestamentario con objeto de obtener simultáneamente una efectiva transformación de la consciencia para crear las condiciones de un aumento cualitativo de la sociedad humana, es decir, un paso evolutivo desde el concepto del Dios terrible (el Jahvé juez y vengador) del Antiguo Testamento al Dios de bondad revelado en los Evangelios; y si el cristianismo considerado ortodoxo no hubiese prevalecido, la historia de estos últimos dos mil años hubiera podido ser muy diversa.
El cristianismo ortodoxo (católico, protestante) ha perdido hoy casi toda su matriz guía, que solo ofrece la experiencia directa de la verdadera vida y naturaleza de todos los seres, o sea de su esencia divina y ahora finalmente, después de los recientes descubrimientos arqueológicos, está plenamente justificado individuar en el movimiento esenio/gnóstico la matriz del cristianismo primitivo y el gnosticismo de los siglos sucesivos como su continuador legítimo y natural.
El mito y no la historia es la esencia de todas las religiones y la justa comprensión del mito y su correcta interpretación es la clave de la Gnosis, que en el principio de nuestra Era se expresó en el cristianismo.
En efecto los mitos son fábulas exclusivamente en la proporción en la que sea comprendidos o malinterpretados. A este respecto escribía C.G. Jung que la mente humana está formada por una trinidad: consciencia común de vigilia, inconsciente individual (con los recuerdos personales y las emociones reprimidas) y el inconsciente colectivo (en el que tienen su ser imágenes persona- les y suprapersonales relacionadas con imágenes psíquicas y fuerzas).
En el inconsciente colectivo hay una fuerza central que opera como causa insondable de energías, que actúa a causa de ciertas imágenes focales, llamadas por Jung Arquetipos.
A estos Arquetipos, liberadores de los poderes internos de hombre, han hecho referencia los mitos religiosos con el fin de manifestar su fondo psíquico y divino.
Los mitos gnósticos, con su trama completa, están basados en estos principios porque los gnósticos reconocen que en la base radical de la consciencia humana hay un campo transcendental que han llamado Pleroma (= mundo de la Plenitud) del que emergen campos de consciencia limitados, pero algunos con propiedad y poderes del Principio original y omnisciente.
La Plenitud (= el Si mismo transpersonal) es la raíz de la consciencia y la base energética del inconsciente colectivo de la moderna psicología analítica, así como la Madre Divina de los gnósticos de todas las épocas y latitudes.
La finalidad de la ascesis gnóstica es establecer un contacto consciente con esta fuente de todo Poder, Vida y Esencia, que habita en lo más profundo de toda consciencia humana, por lo que el conocimiento directo de las cosas divinas es posible para el hombre que posee la Gnosis, la cual es simplemente Conocimiento de si mismo y de Dios. Mediante la toma de consciencia y la transcendencia de las distintas esferas o mundos ilusorios, el alma humana aquí y ahora puede establecer un contacto directo con lo que constituye su fundamento y fuente verdadera de su vida y energía.
Pero este contacto directo puede ser establecido cuando se supera el dominio de los regentes del mundo o esferas (Demiurgos = Arcontes) que se separan de la Plenitud; y en cuanto el hombre no está sujeto a las ataduras y al encanto de los mundos inferiores, habiendo comprendido su precariedad y deficiencia, viste finalmente su vestidura de luz.
El sendero hacia esta fuente oculta y liberadora (= la Luz/Cristo en todo hombre) es la mitología correctamente entendida. Los Maestros Gnósticos, para conducir al hombre gradualmente desde las tinieblas exteriores a la Luz interior, construyeron sus intrincados y majestuosos mitos, que no solamente ocultan la verdad espiritual, sino que constituyen el método idóneo mediante el cual esta verdad puede llegar a ser aprehendida a causa de una efectiva realización interna. Según la revisión y revaloración del Gnosticismo conseguida con los recientes descubrimientos arqueológicos del auténticos textos de la época, éste deja de mostrarse como deformación o herejía del cristianismo, o de cualquier otra religión, aunque por su misma naturaleza tiende a englobar en si todas las religiones.
El Gnosticismo es en realidad una religión suprahistórica que pone el drama de la salvación más allá del tiempo y del espacio mundanales, por lo que ha debido en todas las épocas servirse necesariamente de las religiones existentes para acoplar su propio esoterismo al exoterismo de éstas y en verdad penetra en todas ellas y es la esencia de todas.
De esta forma, como había usado como vestiduras exteriores el paganismo y después las religiones de misterios, con el cristianismo buscó universalizarse cristianizando una parte de su inefabilidad, pero lográndolo no obstante solamente en el cristianismo primitivo; y después, con la llegada del cristianismo mismo a religión del estado un abismo vino a dividir las dos visiones, la cristiana y la gnóstica.
Aquí todas las Sagradas Escrituras son vistas nada más que como expresiones simbólicas o representaciones dramáticas de la verdad espiritual y el mismo Cristo, más que una atribución personal y particular del Jesús histórico, sirve para indicar la naturaleza divina en el hombre, cuya toma de consciencia y realización hace del iniciado un verdadero "cristóforo" o cristiano.
Sin embargo, el nombre Jeshua parece ser en el mismo contexto el término simbólico de este principio divino en el hombre, principio destinado a conducirle ante o después de la ignorancia al conocimiento, y de la muerte a la resurrección espiritual; así, la misma fe (= pistis), como aceptación pasiva e incondicionada de afirmaciones dogmáticas presentadas como Verdad revelada, se convierte en instrumento y preparación a la Gnosis y a la Salvación.
Aparte de las interpolaciones sucesivas introducidas para consolidar la instrumentalización ortodoxa, es bastante evidente que toda la enseñanza de Pablo, así como el Evangelio, la Epístola y el llamado Apocalipsis de Juan tienen sus raíces en la doctrina y en la tradición gnósticas; y aunque no se pueda probar, es más que probable que el gnosticismo cristiano haya surgido entre los seguidores y discípulos de Juan.
Siempre se ha reprobado al gosticismo su derivación al dualismo maniqueo, pero en realidad la visión gnóstica es dual solamente respecto a la manifestación y al mal que la acompaña; es sin embargo esencialmente monística por el hecho mismo de dar al mal un comienzo y por consiguiente también un fin, por lo que la Luz perdida en las Tinieblas al despertarse a si misma (es decir en cuanto se sacuda el torpor del sueño en el que ha caído, tomará consciencia de su propia realidad verdadera) será reintegrada en la plenitud y por fin las Tinieblas acabarán por iluminarse por el hecho mismo de haber sido morada de la Luz.
Se podrá incluso no compartir la actitud mental y existencial de los gnósticos, pero cualquiera que recorra sin prejuicios los rastros del tiempo, deberá reconocer el ímpetu y ardor con que han afrontado los problemas dolorosos y vitales de nuestra humanidad: Dios y la Providencia, el origen del mal, la formación del cosmos, las relaciones entre Dios y el hombre, entre el espíritu y la materia, el destino del hombre y del mundo; y como con sus únicos medios y su intuición han tratado de encontrar las soluciones (siempre de buena fe y asumiendo sobre ellos mismos todas las implicaciones).
Todos aquellos mitos sugestivos, incluso oscuros y complejos, son el resultado de las especulaciones de los Maestros Gnósticos que quieren de cualquier modo explicar el insondable misterio de nuestra aparición en el espacio-tiempo y la naturaleza de nuestros límites, de nuestras imperfecciones y las del universo.
?Si somos emanaciones del Pensamiento del Dios Transcendente e Inefable, Amor y Bondad Absoluta, chispas de su Luz, como es que hemos nacido en un cuerpo pensante, con una psique durmiente en un mundo de necesidad y de deficiencia? Desentrañar los misterios de esta incógnita es la empresa de la Gnosis eterna y universal, antigua y moderna, cristiana y no-cristiana
Por T. Johannes
(publicado en italiano en la revista CONOSCENZA)
Arte: Brueghel
1 comentario:
Es una verdadera lastima que el concepto profundamente esoterico del cristianismo halla sido devaluado por los dogmas del catolicismo, si bien con esto se consiguio el protagonismo historico ( y la evangelización) que hubiera sido imposible de otro modo. Pero la humanidad desciende a dogmas cada vez más obtusos, como los nuevois movimientos cristianos.
Ojala que el cristianismo retorne a su esencia esotérica. por el bien de la humanidad y hoy mas que nunca.
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