viernes, 10 de abril de 2009

Iniciación de Jesús en el Templo de Heliopolis 3

JESÚS SUFRE LA TERCERA PRUEBA DE LA FRATERNIDAD Y RECIBE EL
TERCER GRADO: FE
El Logos esperó siete días, y entonces fue llevado a la sala de la celebridad, que era una
cámara ricamente amueblada y alumbrada por lámparas de oro y plata.
Los colores de sus cielos, decorado, muebles y paredes eran azul y oro.
Sus anaqueles encerraban libros escritos por mentes maestras; las pinturas y las estatuas
eran obras del más perfecto arte.
Y Jesús quedó sorprendido con toda esta elegancia y múltiples manifestaciones del
pensamiento. Él leyó los libros sagrados y buscó el significado de los hieroglíficos y símbolos.
Y cuando estaba absorto, sumergido en profundos pensamientos, un hombre aproximose
y dujo:
¡Contempla la magnificencia de este lugar! Hermano mío, tu eres inmensamente feliz.
Pocos son los hombres que, tan jóvenes, han alcanzado tal celebridad.
Ahora bien, si tú no desperdicias tu vida en buscar las cosas ocultas que los hombres
jamás ser el fundador de una escuela del pensamiento que te asegurará una celebridad eterna.
Porque tu filosofía es mucho mas profunda que la de Platón, y tus enseñanzas agradan
más al pueblo que las de Sócrates.
¿Por qué buscas la luz mística dentro de estos antros anticuados? Sal de aquí y ve con los
hombres, piensa con los hombres y ellos te venerarán.
Y después de todo, estas fantásticas iniciaciones pueden no ser más que mitos, y tus
esperanzas de llegar a ser el Mesías no serán no serán mas que despreciables ilusiones del
momento.
Yo te aconsejaría que renunciaras a las cosas inciertas y eligieras el camino que conduce a
una celebridad cierta.
Y de ese modo, el hombre, demonio disfrazado, entonó cual sirena cánticos de
incredulidad; y Jesús meditó, largo tiempo y bien, en lo que él había dicho.
El conflicto era grande, porque la Ambición es un fuerte enemigo difícil de combatir.
Durante cuarenta días, el “Yo” superior luchó con el “Yo” inferior y la batalla fue ganada
por aquel.
La fe se levantó triunfante, la incredulidad dejó de existir; la ambición cubrió su cara, y
huyó, y Jesús dijo:
La riqueza, el honor y la celebridad terrenales, no son sino futesas del momento.

Cuando una corta jornada de vida terrenal ha sido recorrida hasta el fin, las frustradas
ilusiones del hombre serán enterradas con sus huesos.
Sí, lo que un hombre hace por su “yo” egoísta, no le será tomado en cuenta.
El bien que los hombres hagan a otros hombres, se tomará en una fuerte escala, por la que
el alma podrá alcanzar la riqueza, el poder y la celebridad que Dios provee y que son
permanentes.
Dadme la pobreza de los hombres, la conciencia del deber cumplido con amor, la
aprobación de mi Dios y quedaré contento.
Y enseguida alzó sus ojos al cielo y dijo:
¡Padre, Dios mío, doyte gracias por esta hora! ¡Yo no pido tu gloria, gustoso querría ser el
guardián de las puertas de tu templo y servir al hombre, mi hermano!
De nuevo Jesús fue llamado y hecho comparecer ante el hierofante; una vez más ni una
sola palabra fue pronunciada, más en sus manos puso el maestro un pergamino en el que estaba
escrito: FE.
Y Jesús inclinó su cabeza en humilde acción de gracias; y después salió de allí

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