Cuando Jesucristo se colocó entre la magdalena y el gentío furibundo no derribó solamente las fronteras entre la antigua y nueva leyes, sino que él mismo hizo carne el mandamiento nuevo, el cual llegaría a ser su principal herencia a la cultura cristiano occidental, es decir: el perdón. Perdón que occidente solo ha asimilado en apariencia o en su regalada opinión (libre albedrío) pero que, en el mayor de los casos, ha simplemente obviado para delicia de los predicadores de la existencia de un cristianismo falaz a lo largo de la historia. El cristianismo nominal que maquilla la maldad de los tiranos de siempre.
El cristianismo -el auténtico- es la doctrina de la infinita misericordia, es la doctrina de setenta veces siete. Y se manifiesta de la manera más directa que pudieramos encontrar en ninguna otra religion monoteista_occidental.
Los llamados a esta actitud de perdon se veran repetir a lo largo de los evangelios en muchas y variadas formas: allí tenemos la controvertida parábola de la otra mejilla, por aca el goce prometido de cada bienaventuranza, y finalmente, el mismo perdón tantas veces predicado hecho carne y sangre en el mismo cruel madero de la cruz : Padre: Perdónalos porque no saben lo que hacen". (San Lucas 23, 24).
Este perdón , en el caso de la magdalena, no se convierte ni en consentimiento ni en complicidad, sino que se complementa en el llamado expreso a "no pecar más". Relegando el auténtico juicio de los pecados a aquel que tiene lugar fuera de las fronteras de esta realidad material, imperfecta en la medida de las razones humanas . En la eterna vida.
Este perdón unicamente es concebido - a la luz de la sabiduría- mediante la comprensión, la cual es virtud de mentes adiestradas en la meditación y en la reflexión. De corazones grandiosos y profundos como el lago mismo que se mece reflejando la luz del sol. De mentalidades que han aprendido a autoanalizarse objetivamente.
Solo mediante este proceso de comprensión podemos ver la verdadera naturaleza del malhechor y podemos perdonar. De la misma manera que perdonamos al niño que destruye el preciado jarrón y amorosamente lo corregimos, comprendiendo su infantil naturaleza. Es entonces donde hacemos carne el amor.
El cristianismo -el auténtico- es la doctrina de la infinita misericordia, es la doctrina de setenta veces siete. Y se manifiesta de la manera más directa que pudieramos encontrar en ninguna otra religion monoteista_occidental.
Los llamados a esta actitud de perdon se veran repetir a lo largo de los evangelios en muchas y variadas formas: allí tenemos la controvertida parábola de la otra mejilla, por aca el goce prometido de cada bienaventuranza, y finalmente, el mismo perdón tantas veces predicado hecho carne y sangre en el mismo cruel madero de la cruz : Padre: Perdónalos porque no saben lo que hacen". (San Lucas 23, 24).
Este perdón , en el caso de la magdalena, no se convierte ni en consentimiento ni en complicidad, sino que se complementa en el llamado expreso a "no pecar más". Relegando el auténtico juicio de los pecados a aquel que tiene lugar fuera de las fronteras de esta realidad material, imperfecta en la medida de las razones humanas . En la eterna vida.
Este perdón unicamente es concebido - a la luz de la sabiduría- mediante la comprensión, la cual es virtud de mentes adiestradas en la meditación y en la reflexión. De corazones grandiosos y profundos como el lago mismo que se mece reflejando la luz del sol. De mentalidades que han aprendido a autoanalizarse objetivamente.
Solo mediante este proceso de comprensión podemos ver la verdadera naturaleza del malhechor y podemos perdonar. De la misma manera que perdonamos al niño que destruye el preciado jarrón y amorosamente lo corregimos, comprendiendo su infantil naturaleza. Es entonces donde hacemos carne el amor.
La esencia del juicio cristiano nos refiere que el principal problema no radica en el mal producido por nuestro prójimo, sino principalmente en como asimilamos la circunstancia convirtiendonos nosotros tambien en seres erróneos, o lo que es lo mismo, en nuestra deficiente capacidad de autoobservarnos perdiendo nuestra gravitación en la inspiración divina. Esa es la "paja en el ojo ajeno".
Comprendiendo que esta es la urgencia ante cualquier situación comprendemos también la necesidad que tiene el mundode aprender a auitoanalizarse. En esto radica la verdadera caridad y que es un don del Espíritu Santo. La summa de la caridad es que todo ser humano alcance la comprensión, la cual es auténtica ruta de amor, paz e íntima realización. Es decir, el bien común de todos los filósofos.
Los cristianos -ortodoxos, católicos, evangélicos- hemos hecho mucho daño a la humanidad juzgando y juzgándonos corrosivamente unos a otros, no siempre en noble afan. Hemos olvidado que el verdadero enemigo es el que acecha nuestros corazones en forma de ira, de envidia, de lujuria o pereza. Digo que los cristianos por este y otros motivos hemos sido poco cristianos. Digo que en ese sentido es plenamente hustificada la imagen que nuestros amigos musulmanes tienen de nosotros: del occidente no cristiano sino satánico; porque ellos en su ley de rigor nos llevan en mucho de virtudes.
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