La Sociedad Justa Vs. El Culto de Baal
Vida en la Tierra DesaprovechadaLa Sociedad Justa Vs. El Culto de BaalEl choque de puntos de vista sobre el papel político de la Iglesia en América Latina en la primera mitad del siglo XX suministró tierra fértil para la emergencia de la teología de la liberación. Se encontró el problema de cómo reconocer la soberanía de Dios en la historia cuando el mundo cotidiano estaba estructurado de tal manera que parecía negarla. ¿Dónde podía uno encontrar la presencia divina en una civilización que, de mis maneras, parecía incivilizada? ¿Y dependía de individuos o gobiernos el establecer el reinado de lo justo?
Leonardo Boff señala tres modelos de la Iglesia que han impactado el diálogo de la liberación en América Latina. Primero, “La Iglesia como Ciudad de Dios” mantiene que la política y el gobierno están fuera del dominio de la religión, que es la vía para la salvación individual. Segundo, “la Iglesia como Mater et Magistra” (La iglesia como Madre y Maestra) ve a la Iglesia educando y persuadiendo a los líderes políticos para que trabajen por la mejoría social. Tercero, “La Iglesia como Sacramento de Salvación” busca que la comunidad religiosa se abra al mundo y colabore activamente con el estado para realzar los miembros de la sociedad.
Al encontrar deficientes los tres modelos históricos de la Iglesia Boff sugiere un cuarto modelo, nacido de sus experiencias en las comunidades de base eclesiales en Brasil. Este modelo que puede ser llamado “La Iglesia de la Población y Justicia para todos”, sería mucho más participativo, evitando centralización y dominación. Por ser democrático haría más énfasis sobre la sociedad que sobre el individuo. Detrás del modelo de Boff está la preocupación de la teoría de la liberación por la pérdida de “humanidad” en América Latina y en muchas partes del mundo.
En la nueva ola de los teólogos latinoamericanos se junta su crítica del “cristianismo individual” con una afirmación del más amplio concepto de ser “un pueblo de Dios”. La Biblia nos recuerda que Dios tiene un pueblo escogido. Él ama al pobre, al oprimido y a los sin tierra – como un grupo. Él odia a los opresores – como un grupo. Ese pueblo es el que abandona la Tierra Desaprovechada y entra en la Tierra Prometida. Y aunque las generaciones han pasado, sus hijos repiten las historia de la opresión en Egipto y la salvación de Dios en primera persona:
“Y los egipcios nos trataron mal y nos humillaron, y nos pusieron en cautiverio. Y clamamos a Yavé, Dios de nuestros padres..., y nos sacó de Egipto con mano poderosa.” (Deut. 26:5/10).
El significado judeo-cristiano de liberación se clarifica al poner atención a Baal, el más activo de los “dioses foráneos” en el panteón cananeo. Para los cananeos, la fertilidad dependía de la unión sexual entre Baal y su hermana y consorte Anath. El culto de Baal consistía en repetir la unión carnal de los dioses en orgías con prostitutas del templo. Más allá de mantener la fertilidad natural y la armonía, la religión de Baal era usada por la aristocracia para defender el orden social. Los inquilinos cananeos trabajaban como campesinos sin tierra en las propiedades de los magnates, del templo y del rey. Ellos veneraban a los terratenientes, los baals, quienes tenían el dominio sobre las tierras y sobre los campesinos mismos. Las exhortaciones del Antiguo Testamento hacen énfasis sobre la manera adecuada de venerar a Yavé: actuando con misericordia y justicia hacia nuestros semejantes.
Pero como la justicia no prevalece cuando algunos, como los baals, se apoderan de la tierra y de su producto mientras que otros están excluidos de estos privilegios, Hosea denuncia a Israel por traicionar su pacto de reconocer a Dios como verdadero propietario de la tierra. Y Amos, al referirse a la avaricia por poseer la tierra y sus frutos, decía que Dios estaba enojado por “los que pisotean al necesitado y exterminan al pobre” (Amos 8:4) . La acusación de Amos a Israel menciona la opresión del pobre y la prostitución en el templo como si fueran una misma cosa. (Amos 2:6/8). Esto parece extraño hasta que uno se da cuenta que el vínculo entre estos dos pecados constituye un concepto equivocado de la propiedad en tierra. Recordemos que la veneración de Baal y sus ritos sexuales glorificaban la injusta posesión de tierra y su control. En los Profetas el papel de la tierra es crucial en el esquema providencial, y el burlarse de los principios justos en la posesión de tierra tiene graves consecuencias. Los seres humanos son cuidanderos, no propietarios de lo creado por Dios.
Amo y Hosea subrayaron que el hecho de ser cuidandero de la tierra, al definir la relación del hombre con la tierra, también definía la relación de un ser humano con otro. El ser cuidandero significaba amar la justicia y ser bondadoso, abandonando la posición egoísta y el deseo de poder sobre otros al usurparles los medios de supervivencia, y llegando a tener compasión, como Dios. Consideremos cómo es esto de revolucionario ante el culto de Baal, que idolatraba el control del suelo y divinizaba a los terratenientes!
Leonardo Boff señala tres modelos de la Iglesia que han impactado el diálogo de la liberación en América Latina. Primero, “La Iglesia como Ciudad de Dios” mantiene que la política y el gobierno están fuera del dominio de la religión, que es la vía para la salvación individual. Segundo, “la Iglesia como Mater et Magistra” (La iglesia como Madre y Maestra) ve a la Iglesia educando y persuadiendo a los líderes políticos para que trabajen por la mejoría social. Tercero, “La Iglesia como Sacramento de Salvación” busca que la comunidad religiosa se abra al mundo y colabore activamente con el estado para realzar los miembros de la sociedad.
Al encontrar deficientes los tres modelos históricos de la Iglesia Boff sugiere un cuarto modelo, nacido de sus experiencias en las comunidades de base eclesiales en Brasil. Este modelo que puede ser llamado “La Iglesia de la Población y Justicia para todos”, sería mucho más participativo, evitando centralización y dominación. Por ser democrático haría más énfasis sobre la sociedad que sobre el individuo. Detrás del modelo de Boff está la preocupación de la teoría de la liberación por la pérdida de “humanidad” en América Latina y en muchas partes del mundo.
En la nueva ola de los teólogos latinoamericanos se junta su crítica del “cristianismo individual” con una afirmación del más amplio concepto de ser “un pueblo de Dios”. La Biblia nos recuerda que Dios tiene un pueblo escogido. Él ama al pobre, al oprimido y a los sin tierra – como un grupo. Él odia a los opresores – como un grupo. Ese pueblo es el que abandona la Tierra Desaprovechada y entra en la Tierra Prometida. Y aunque las generaciones han pasado, sus hijos repiten las historia de la opresión en Egipto y la salvación de Dios en primera persona:
“Y los egipcios nos trataron mal y nos humillaron, y nos pusieron en cautiverio. Y clamamos a Yavé, Dios de nuestros padres..., y nos sacó de Egipto con mano poderosa.” (Deut. 26:5/10).
El significado judeo-cristiano de liberación se clarifica al poner atención a Baal, el más activo de los “dioses foráneos” en el panteón cananeo. Para los cananeos, la fertilidad dependía de la unión sexual entre Baal y su hermana y consorte Anath. El culto de Baal consistía en repetir la unión carnal de los dioses en orgías con prostitutas del templo. Más allá de mantener la fertilidad natural y la armonía, la religión de Baal era usada por la aristocracia para defender el orden social. Los inquilinos cananeos trabajaban como campesinos sin tierra en las propiedades de los magnates, del templo y del rey. Ellos veneraban a los terratenientes, los baals, quienes tenían el dominio sobre las tierras y sobre los campesinos mismos. Las exhortaciones del Antiguo Testamento hacen énfasis sobre la manera adecuada de venerar a Yavé: actuando con misericordia y justicia hacia nuestros semejantes.
Pero como la justicia no prevalece cuando algunos, como los baals, se apoderan de la tierra y de su producto mientras que otros están excluidos de estos privilegios, Hosea denuncia a Israel por traicionar su pacto de reconocer a Dios como verdadero propietario de la tierra. Y Amos, al referirse a la avaricia por poseer la tierra y sus frutos, decía que Dios estaba enojado por “los que pisotean al necesitado y exterminan al pobre” (Amos 8:4) . La acusación de Amos a Israel menciona la opresión del pobre y la prostitución en el templo como si fueran una misma cosa. (Amos 2:6/8). Esto parece extraño hasta que uno se da cuenta que el vínculo entre estos dos pecados constituye un concepto equivocado de la propiedad en tierra. Recordemos que la veneración de Baal y sus ritos sexuales glorificaban la injusta posesión de tierra y su control. En los Profetas el papel de la tierra es crucial en el esquema providencial, y el burlarse de los principios justos en la posesión de tierra tiene graves consecuencias. Los seres humanos son cuidanderos, no propietarios de lo creado por Dios.
Amo y Hosea subrayaron que el hecho de ser cuidandero de la tierra, al definir la relación del hombre con la tierra, también definía la relación de un ser humano con otro. El ser cuidandero significaba amar la justicia y ser bondadoso, abandonando la posición egoísta y el deseo de poder sobre otros al usurparles los medios de supervivencia, y llegando a tener compasión, como Dios. Consideremos cómo es esto de revolucionario ante el culto de Baal, que idolatraba el control del suelo y divinizaba a los terratenientes!
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