jueves, 18 de octubre de 2007

Los elementales de la naturaleza

El tema de la aparición de sirenas, duendes, silfos y seres mitológicos parece una cosa muy común en estos días. Una circunstancia posiblemente influída por la necesidad del ser humano de acercarse a una explicación mítica de la existencia, que le otorgue un sentido a sus eternas preguntas sin respuestas. Como nos dice Jesús Callejo, conocido investigador en la materia:"Después de doce años investigando, escribiendo y recibiendo cartas de lectores sobre hadas y otros espíritus elementales de la naturaleza me he dado cuenta de que estoy como al principio, perplejo y fascinado por este mundo cuya realidad se me escapa y de la que apenas sé nada.
He conocido auténticos tratados que abordan aspectos de estos seres desde varios enfoques, pero sobre todo desde el mito y la leyenda e incluso desde un punto de vista antropológico. Ahí están las obras del alquimista suizo Paracelso en el siglo XVI que popularizó el término "elementales", la del abate francés Villiers o la del Reverendo escocés Robert Kirk de Aberfoyle.
Más recientemente, algunos autores se han aventurado a escribir libros donde hablan profusamente sobre hadas, duendes y gnomos desde una perspectiva global, intentando clasificarlos en familias, nombrarlos y definirlos. Una ardua tarea -y lo sé por experiencia- porque en esa me embarqué hace unos cuantos años. Y ciertamente los datos que nos ofrecen estas obras son valiosos y clarificadores pero siempre de una parte del fenómeno. Obras que van desde el libro que escribió Walter Scott
"La verdad sobre los demonios y las brujas" hasta "El diccionario de hadas" de Katherine Briggs. Todas ellas son muy válidas y hay que reconocer el esfuerzo y la dedicación de sus autores por acercarnos a unos seres tan sutiles y por hacernos comprensible un mundo totalmente incomprensible, pero que aportan una visión muy parcial de toda su complejidad."


Foto de supuesta sirena encontrada en el pueblo andino de Huancayo, Perú

Mas, como dice el mismo investigador: "Sería adecuado que nos acercarnos a esta especie de realidad paralela sin prejuicios, con cierta curiosidad y con todos los conocimientos y datos que tengamos a nuestro alcance. Ni negar ni aceptar nada a priori. Fijándonos en los aspectos más llamativos que en ocasiones nos pasan desapercibidos como, por ejemplo, el concepto del tiempo en casi todos estos relatos. ¿Por qué esa insistencia de que el tiempo transcurre más despacio en el país de las hadas y que por tanto puede ser peligroso para un ser humano el penetrar en esta dimensión?
Que yo sepa, la teoría de la relatividad de Einstein donde se planeta esa singularidad del tiempo se publicó en 1913 y la gran mayoría de estas leyendas proceden, por lo menos, de la Edad Media y se pusieron por escrito a partir del siglo XVII. Un enigma de tantos que está aún por desvelar.
Ninguna teoría explica la totalidad del misterio, pero todas ellas nos acercan a una realidad trascendente y escurridiza."

Los mitos no son ni buenos ni malos en sí, son un síntoma de que existe pues una realidad paralela, ya sea nivel cultural, espiritual o emocional.
Pero bien, que son los espíritus elementales?

Estos elementales de las plantas y de toda la naturaleza, son los "dussi" de San Agustín, las "hadas" de la Edad Media' los "Dore Oigh" de los galos; los "grove" y "maidens" de los irlandeses, y los "anime" de los sabios médicos andinos.

El insigne Maestro Paracelso da el nombre de "Silvestres" a los elementales de los bosques y de "ninfas" a los de las plantas acuáticas. En los libros sagrados de todas las religiones antiguas, se halla ampliamente expuesto el santo simbolismo vegetal.
Los principales elementales conocidos son:

Los gnomos
Dentro de cada reino elemental, hay grados y grados, dentro de su evolución, dentro de cada reino. En reino mineral encontramos tres niveles, del nivel más bajo tenemos el siguiente relato: ”En cierta ocasión cuando abrí un fragmento de roca, pude ver muchas damas y caballeros elegantemente vestidos. Que cuando mucho tendrían un tamaño de 5 a 10 centímetros de estatura. A estos pequeños elementales minerales les agrada disfrazarse con nuestras vestiduras de humanoides”.
Luego hay un segundo tipo o nivel, más avanzado que el primer tipo y asume figuras muy semejantes a las nuestras, aunque usan vestiduras con el color de las rocas en que habitan.
Un tercer tipo de elementales minerales más avanzados, son aquellos que se conocen con el nombre de gnomos o pigmeos; esta clase de criaturas parecen verdaderos enanos de luenga barba blanca y cabello cano. Esta última clase, conoce a fondo la alquimia de los metales y coopera en la gran obra de la naturaleza.
Como hemos dicho, los elementales minerales avanzados, ingresan al reino vegetal en determinadas especies acordes a su rayo planetario. Dentro de las influencias planetarias, por ejemplo Saturno, influye sobre unas determinadas plantas, con unas características: flores grises y negras, olor desagradable, frutos ácidos y venenosos, son pesadas, se reproducen sin simiente, son ásperas y negruzcas. De forma melancólica y triste, el pino y el sauce son árboles saturninos. Los elementales de las plantas saturnianas son los “pigmeos” o “gnomos” que construyen sus casas bajo tierra y entre rocas, sus cuerpos son etéricos.
El reino de los gnomos, se encuentra en el Norte, y se les manda con el báculo o bastón o con la espada.

Las ondinas y nereidas
Encontramos a las ondinas y ninfas de los ríos y de los lagos, los genios de las nubes, nereidas y sirenas del tormentoso océano. Algunas veces, los elementales del agua aparecen como mujeres con ricos y maravillosos adornos y pelo que brilla como la piel de la nutria y con destellos eléctricos. El cutis de estos seres es generalmente rubio.
Su reino se encuentra en el Occidente, y se las evoca con la copa de las libaciones.
Los elementales lunares (que se mueven con la regencia e influencia del rayo lunar) son los elementales del agua y algunos artistas chinos y sacerdotes budhistas los han pintado en bellos cuadros. Las plantas lunares son insípidas, viven siempre entre el agua o cerca del agua, son frías, lechosas, y tienen por lo común hojas grandes, flores blancas y olor suave. Por ejemplo el eucalipto.
Los grandes reyes elementales del agua, pueden hacernos recordar la remota época de la Arcadia. Los elementales lunares poseen una profunda sabiduría neptuniana, construyen sus casas de materia etérica en el fondo de las aguas, y aman intensamente, y forman hogares.

En todas las culturas respetuosas con la Naturaleza los hombres ofrecían los primeros frutos de sus cosechas como acción de gracias a los dioses del agua, que regaban la tierra con la benéfica lluvia.
Ciertas tribus de América, cuando quieren lluvia para sus cultivos, reunidos sus miembros, asumen la figura del sapo, la imitan, y luego en coro remedan el “croac” de las mismas, el resultado no se hace esperar demasiado.

Las salamandras
Las salamandras son criaturas pequeñas y delgadas y sus cuerpos físicos son las plantas calientes, influenciadas por Marte. Son plantas ácidas, amargas, acres y picantes. Muchas son espinosas, y otras producen escozor al tocarlas. Sus flores son rojas y pequeñas.
Pertenecen al elemento fuego. Cuando penetramos en los dominios del fuego, entramos en los dominios de los Dioses.
En Grecia, el gran elemental ígneo conocido con el nombre de Apolo, iluminó ésta y a muchas otras naciones a través de sus oráculos, pronunciados por boca de las pitonisas de Delfos. Más adelante, los dioses elementales del fuego inspiraron a Juana de Arco, y han ayudado a muchos sensitivos para salvar sus naciones. Otras deidades de este elemento son el Hombre de la Verde Faz que lo instruye a uno en la sabiduría de la Luna, o el Hermoso Griego, o el Gran Atlante; son todos grandes dioses del fuego.
Quien aprende a manipular a los elementales del fuego puede sanar muchas enfermedades, pues del fuego todo sale, y el fuego es la base de todo.
El reino de las salamandras se encuentra en el Sur, se les manda con la varilla dentada o con el tridente mágico, o con la espada.

Silfos y sílfides
Son los elementales del aire. Los silfos dicen: “Donde quiera que hay verdadero mérito escondido, allí deben resplandecer los rayos del sol”.
Ellos imprimen en el estudiante la importancia de adquirir la conciencia del conocimiento, es decir, la intuición.
Los silfos poseen una formidable memoria, y por lo tanto son sabios. Si queremos recordar la antigua sabiduría, ellos podrán instruirnos y enseñarnos. Ellos recuerdan todos los rituales y religiones de las estrellas y la sabiduría de los libros más antiguos. Los rituales los saben de memoria los silfos, si queremos ser astrólogos auténticos y estudiar esos rituales siderales tenemos que aprenderlos de los “silfos superiores”.
La apariencia de los silfos es la de niños inocentes, y sienten horror por los seres humanos, pues saben demasiado de la perversión de las actuales almas-humanas. La piel de las hermosas sílfides brilla como iluminada por un sol oculto y misterioso. Son de naturaleza caprichosa y piensan que las vanidades de nuestras mujeres son algo que no les viene.
El reino de los silfos se halla ubicado en el Oriente, y se les manda con la pluma de águila o con los santos pentáculos.
Estos elementales se relacionan con las plantas solares que son aromáticas y de sabor acidulado, y los elementales de estas plantas poseen grandes poderes mágico-curativos.
En cuanto a las plantas influenciadas por Mercurio, Venus y Júpiter, sus elementales pertenecen a los cuatro reinos. Así pues, al penetrar en la sabiduría de la Naturaleza se nos explica que los elementales de la tierra, agua, aire y fuego están encarnados en las plantas, y ninguna simiente podría brotar sin la presencia de un elemental. A la cabeza de cada reino elemental hay un gran Dios elemental que gobierna y dirige a sus legiones.

Los Devas
Si queremos contactar directamente con los elementales, estos contactos deben realizarse siempre por intermedio de los reyes angélicos de los elementos, en la esfera maravillosa del mundo causal. El orden angélico del mundo de las causas naturales o mundo de la voluntad consciente, es el de los Malachin o reyes de la naturaleza, que ciertamente constituyen por sí mismos los legítimos principios espirituales de los elementos. Estos dioses inefables y terriblemente divinos, son hombres perfectos en el sentido más completo de la palabra, tales seres están mucho más allá del bien y del mal.
En Oriente son llamados Devas los ángeles o dioses de los paraísos elementales de la naturaleza. Son verdaderos maestros de compasión. Todos los Gurus-Devas parecen verdaderos niños inocentes. Viven y juegan como niños. Y son discípulos de la Esfinge Elemental de la Naturaleza, Gran Maestro de estos niños-Devas.
Debemos comprender que en el orden inteligente de la Naturaleza, todos los elementales de la creación entera están gobernados por los ángeles o Devas, y todos los Devas con todos los elementales de la creación están gobernados por el jefe supremo de la evolución angélica o dévica. Este es el señor Jehová. Es un Gurú-Deva, es el jefe de toda la evolución angélica o dévica. Tanto, los elementales de los minerales, plantas y los de los animales, todos ellos obedecen las ordenes de los ángeles, y todo ángel obedece al señor Jehová.
El señor Jehová se expresa dentro del instante eterno de la vida, y a través de sus Devas elementales:
Dentro de estos Devas o Malachin, encontramos a Indra, del elemento éter.
A Tlaloc, señor de la lluvia, el que regaba la tierra con las aguas de la vida, entre los aztecas y entre los mayas Chac. Varuna, Nicksa, dioses del agua, Neptuno-Poseidón dios del mar.
Ehecatl, dios del viento, espíritu del movimiento; los señores del movimiento regulan todas las actividades del movimiento cósmico, también Michael y Sabtabiel. Bajo la dirección de Ehecatl, trabajan en este planeta, billonadas y trillonadas de silfos aéreos. Otros dioses del viento, Paralda, Pavana, y entre los griegos, Eolo y Céfiro.
Hueheteotl, dios del elemento fuego, se le representa como un viejo cargado de años y que soporta sobre su cabeza un enorme brasero. En el fuego universal moran dichosos los “hijos de la Llama”, los dioses del elemento ígneo, los genios antiguos, Apolo, Minerva, Horus, dios elemental del antiguo Egipto, Agni dios del fuego. Agni, nos ayuda a restaurar los poderes ígneos de nuestros siete cuerpos a través de cada una de las siete iniciaciones de misterios mayores. También, la reina elemental del enebro es una reina del fuego que vive en un viejo palacio medieval, esta reina del enebro cultiva sus misterios en un templo subterráneo de la Tierra.
Del elemento tierra, esta Gob, un deiduso muy especial, conocido en alta magia; y Kitichi, dios de la Tierra.
Para dominar y servirse de los elementales de la naturaleza en forma completa y definitiva, es indispensable eliminar previamente el “ego animal”. Nunca una persona ligera y caprichosa gobernaría a los silfos de la naturaleza, jamás un sujeto blando, frío y voluble, será amo absoluto de las ondinas de las aguas o de las nereidas de los mares. La ira irrita a las salamandras del fuego y la concupiscencia grosera convierte de hecho en juguete de los gnomos o pigmeos del reino mineral a quienes quieren servirse de ellos. Es preciso ser prontos y activos como los silfos; flexibles y atentos a las imágenes como las ondinas y nereidas; enérgicos y fuertes como las salamandras. Laboriosos y pacientes como los gnomos; en una palabra, es urgente, indispensable, vencer a los elementos en su fuerza, sin dejarse nunca dominar por sus debilidades.
Cuando el cristiano haya muerto totalmente en sí mismo, la naturaleza entera le obedecerá. Pasará durante la tempestad sin que la lluvia toque su cabeza; el viento no desarreglará un solo pliegue de su traje. Cruzará el fuego sin quemarse; caminará sobre las aguas tormentosas del océano sin hundirse. Podrá ver con entera claridad todas las riquezas que se esconden entre el seno de la tierra.
Cuando reconquistamos la inocencia en la mente y en el corazón, los príncipes del fuego, del aire, de las aguas y de la tierra, abren ante nosotros las puertas de los paraísos elementales.
Es necesario, por tanto, que cuando queremos servirnos de las fuerzas elementales pidamos el auxilio a los reyes correspondientes.
El místico que anhele de verdad convertirse en un Malachin, en un rey angélico de la naturaleza, debe convertirse en rey de sí mismo. ¿Cómo podríamos mandar a los elementales de la naturaleza, si no hemos aprendido a gobernar a los elementales atómicos de nuestro propio organismo? Las salamandras
atómicas de la sangre y del sexo arden espantosamente con nuestras pasiones animales. Los silfos atómicos de nuestros propios aires vitales, al servicio de la imaginación mecánica subjetiva (fantasía), juegan con nuestros pensamientos lascivos y perversos. Las ondinas atómicas del sagrado esperma, originan siempre espantosas tempestades sexuales. Los gnomos atómicos de la carne y de los huesos, gozan indolentes con la pereza, glotonería y concupiscencia.
Se hace urgente, mandar y someter a los elementales atómicos de nuestro propio cuerpo. Sólo dominando nuestra propia naturaleza interior podremos convertirnos en reyes de la naturaleza exterior.


Otras imagenes:

1.- Fotografía de supuesto gnomo
2.- Fotografía de supuesto tritón en Venezuela

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