La Semana Santa se celebra durante el Primer Plenilunio de Primavera.De acuerdo a la Mecánica Celeste esto es así por completo: La entrada de la Primavera esta definida por la fecha del 21 de Marzo (Equinoccio de Primavera, en el día en que la noche es igual al período diurno), y de acuerdo a la misma mecánica, al cabo del año, se cuentan casi 13 lunaciones, que no se podrán repetir por estar dividido el año en 12 meses. Así que, siguiendo el Calendario Lunar, observamos que la luna llena de Marzo puede darse poco antes del 21, entonces la Semana Santa será a mediados o finales de abril; si cayese a primeros de Marzo, será el siguiente plenilunio, es decir a primeros de Abril o incluso a finales del mismo Marzo, como ocurrirá en 1997.
Pensemos ahora en el por qué cuando se acordó todo esto en el Concilio de Nicea (325 d. J.), aparentemente, se convierte una cuestión puramente astro-nómica, es decir relacionada con el viaje estelar de la tierra dentro de su órbita, en una cuestión religiosa, fijándose el Domingo de Pascua como el Domingo siguiente después de la primera Luna Llena de Primavera.
A este respecto, ya hemos dicho en pasados artículos relacionados con este tema y el de la Navidad, que gracias a que el Cristianismo floreciente revestía los Principios Religiosos Vivientes del Paganismo decadente, justamente para que estos principios no se perdiesen, las fiestas que se celebraban desde la antigüedad en conmemoración, de los acontecimientos solares y celestes o terrestres, y a la vez también del Drama Crístico, del Niño Sol, representado en los mismos movimientos estelares, continuaron siendo festejados en la Nueva Religión, no tan sólo, como a veces se piensa, como simple estrategia para ganar adeptos, sino para que a través de la tradición se conservase la Sabiduría Oculta. Ni en el presente, ni en el pasado, han sido estas fechas escogidas al azar, o hechos casuales y aislados, antes por el contrario, son la más profunda estructuración y relación entre el hombre y el Cosmos, por lo que ellas, como la de la Natividad, los Reyes, y la misma Semana Santa, etc., vienen a constituirse como un acontecimiento Cósmico, Solar y Humano a la vez.
Por otra parte, aunque la “era cristiana” (nuestro calendario) no se propuso hasta el año 532, cuando Dionisio Exiguos estableció el nacimiento de Jesús de Nazareth el 25 de Diciembre del año 753 de los Romanos (para algunos 750), este hecho no es casual. Primero porque Jesús el Gran Kabir, no nació en Diciembre sino en Marzo (era Pisciano, tal como puede deducirlo cualquier estudiante de astrología hermética) y porque como ya anotamos, las fiestas paganas relacionadas con el Solsticio de Invierno y el nacimiento del Niño Sol, ce celebraban por esas fechas con grandes hogueras en la cumbres de las montañas.
De igual manera, la Semana Santa coincide con las fiestas celebradas desde la antigüedad en honor de los Cuatro Elementos (Tierra, Agua, Aire y Fuego) y de la Fertilidad que se realizaban en el Equinoccio de Primavera (21 de Marzo). Es en esta Cruz Equinoccial donde la Fuerza Solar del astro que nos ilumina debe crucificarse, para que madure la fruta, para que fructifique el grano. Es en esta Cruz de los Elementos donde la Fuerza del Logos Solar (el Cristo Intimo en nosotros) debe crucificarse, para que madure la simiente y fructifique el Hijo del Hombre, y reconquiste su antigua Estirpe Solar, celebrando así su Semana Santa Interior.
Pensemos ahora en el por qué cuando se acordó todo esto en el Concilio de Nicea (325 d. J.), aparentemente, se convierte una cuestión puramente astro-nómica, es decir relacionada con el viaje estelar de la tierra dentro de su órbita, en una cuestión religiosa, fijándose el Domingo de Pascua como el Domingo siguiente después de la primera Luna Llena de Primavera.
A este respecto, ya hemos dicho en pasados artículos relacionados con este tema y el de la Navidad, que gracias a que el Cristianismo floreciente revestía los Principios Religiosos Vivientes del Paganismo decadente, justamente para que estos principios no se perdiesen, las fiestas que se celebraban desde la antigüedad en conmemoración, de los acontecimientos solares y celestes o terrestres, y a la vez también del Drama Crístico, del Niño Sol, representado en los mismos movimientos estelares, continuaron siendo festejados en la Nueva Religión, no tan sólo, como a veces se piensa, como simple estrategia para ganar adeptos, sino para que a través de la tradición se conservase la Sabiduría Oculta. Ni en el presente, ni en el pasado, han sido estas fechas escogidas al azar, o hechos casuales y aislados, antes por el contrario, son la más profunda estructuración y relación entre el hombre y el Cosmos, por lo que ellas, como la de la Natividad, los Reyes, y la misma Semana Santa, etc., vienen a constituirse como un acontecimiento Cósmico, Solar y Humano a la vez.
Por otra parte, aunque la “era cristiana” (nuestro calendario) no se propuso hasta el año 532, cuando Dionisio Exiguos estableció el nacimiento de Jesús de Nazareth el 25 de Diciembre del año 753 de los Romanos (para algunos 750), este hecho no es casual. Primero porque Jesús el Gran Kabir, no nació en Diciembre sino en Marzo (era Pisciano, tal como puede deducirlo cualquier estudiante de astrología hermética) y porque como ya anotamos, las fiestas paganas relacionadas con el Solsticio de Invierno y el nacimiento del Niño Sol, ce celebraban por esas fechas con grandes hogueras en la cumbres de las montañas.
De igual manera, la Semana Santa coincide con las fiestas celebradas desde la antigüedad en honor de los Cuatro Elementos (Tierra, Agua, Aire y Fuego) y de la Fertilidad que se realizaban en el Equinoccio de Primavera (21 de Marzo). Es en esta Cruz Equinoccial donde la Fuerza Solar del astro que nos ilumina debe crucificarse, para que madure la fruta, para que fructifique el grano. Es en esta Cruz de los Elementos donde la Fuerza del Logos Solar (el Cristo Intimo en nosotros) debe crucificarse, para que madure la simiente y fructifique el Hijo del Hombre, y reconquiste su antigua Estirpe Solar, celebrando así su Semana Santa Interior.
La Última Cena es una ceremonia mágica de inmenso poder. Algo muy similar a la arcaica ceremonia de la Hermandad de la Sangre. La tradición de esta hermandad dice que si dos o más personas mezclan su sangre entre una copa y luego beben de ella, quedan hermanados eternamente por la sangre. Los vehículos astrales de estas personas se asocian entonces íntimamente para toda la eternidad. Los apóstoles trajeron cada uno entre su copa, gotas de su propia sangre, y vaciaron estas gotas entre el cáliz del Cristo Jesús. En ese cáliz el Adorable había echado también su sangre real. Así, entre el Santo Grial, se mezcló la sangre del Cristo Jesús con la sangre de sus discípulos.
Cuenta la tradición, que Jesús también les dio a comer a sus discípulos, partículas infinitesimales de su propia carne. “Y tomando el pan, habiendo dado gracias, lo partió, y les dio diciendo: “Este es Mi Cuerpo, que por vosotros es dado: haced esto en memoria de Mí”. “Así mismo también el vaso, después que hubo cenado diciendo: Este pacto es el nuevo pacto en mi Sangre, que por vosotros se derrama”. Así se firmó el pacto. Todo pacto se firma con sangre. El Astral del Cristo Jesús quedó asociado, unido a sus discípulos y a toda la humanidad, por el pacto de sangre.
La Semana Santa es la más santa de todas las semanas, porque es la Semana en la que tiene uno que vivir el Drama Cósmico, y cada día de esos equivale a largos períodos de trabajo. Pero, al fin y al cabo, la Gran Obra se resume siempre simbólicamente, en el "Libro de Job", a ocho días. Los ocho años de Job son el summum, el extracto de sí, pero en conjunto la Gran Obra se resume en Ocho Días, en Ocho Años totalmente, junto con la Resurrección y todo, es decir, la Semana Santa puede durar muchos años.
Referencias:
Figuras:
1.-La Entrada de Cristo en Jerusalen es la representación de la triunfante entrada del Cristo Ïntimo en la Jerusalén del Corazón montando el asno (simbolismo de la mente bajo el dominio del Ser)
2.-Pilato simbólicamente representa la Mente que traiciona y entrega al Cristo Intimo. Se lava las manos con razonamientos y justificaciones de todo tipo, y entrega a Dios al poder de los egos (el populacho) que prefiere a Bar Abbas (el pecado) diciendo "Ecce Homo"
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