viernes, 4 de junio de 2010

Simbología esotérica en pintura clásica

En la historia de la humanidad han existido grandes personajes, grandes artistas que han dejado plasmado en sus lienzos, frescos y tablas, en sus pinturas y en sus obras, un lenguaje dirigido directamente al alma del ser humano.

Ese lenguaje es superior; pasarán los años, los siglos y seguirán transmitiendo su conocimiento. Es un lenguaje que no pasa, que no es una moda del momento.

¿Quiénes han sido esos grandes artistas que nos dejaron tan maravillosas obras de arte? Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Rafael, Botticelli, el Bosco, el Greco, entre otros. Sus obras se inspiran en la sabiduría inmortal y en ellas aparecen símbolos e imágenes de alto contenido esotérico.

Para hacernos una idea más clara de esto, a continuación, revisaremos varias obras clásicas (precisamente, del Renacimiento) y enumeraremos algunos de sus elementos más esotéricos.


Hércules y la Hidra

Hércules y la Hidra obra de Antonio del Pollaiuolo (1432-1498), escultor, pintor y artesano italiano del Renacimiento, cuyo taller estaba ubicado en Florencia. Bajo el patrocinio de la familia Medici, realizó, junto con su hermano Piero, objetos de oro, esculturas de bronce, pinturas y artes decorativas.

Dentro del esoterismo son muy conocidos los doce trabajos de Hércules o las doce pruebas iniciáticas. Estos señalan la vía secreta, que ha de conducirnos hasta los grados de maestro perfecto y gran elegido.

Este cuadro nos ilustra el segundo trabajo o segunda prueba iniciática. Es la destrucción de la Hidra de Lerma.

Mitológicamente, esta hidra es un monstruo dotado de nueve cabezas amenazantes que se regeneran cada vez que son destruidas. Esotéricamente, la hidra es una imagen que personifica claramente a la mente con todos sus defectos psicológicos.

Otros detalles del cuadro que nos acercan a la enseñanza del mito son:

El río en espiral detrás de las figuras principales que simboliza la vía húmeda, el camino espiraloide, el camino de la alquimia, el cual es necesario para el trabajo psicológico interior profundo, para eliminar el agregado.

Los pies en el lodo, es la materia prima con la cual tenemos que trabajar.

La cabeza de león que lleva Hércules en su cabeza es la Ley, el Karma.


La Cena de Emaús La siguiente pintura se titula La Cena de Emaús de Jacopo Carrucci (1494-1557). En este bello cuadro vemos al Cristo Jesús cenando con sus discípulos y entregando el pan. En esta escena transcendental el Cristo entrega el pan de vida que nos permite desintegrar al “yo”.

Cada vez que desintegramos un “yo” comemos el pan de la sabiduría, recibimos un nuevo conocimiento. El pan es el cuerpo espiritual, es el cuerpo de Cristo.

En la mesa hay una copa, de la que van a beber acompañando el pan. En la copa se deposita el mercurio de los sabios. El mercurio de la filosofía secreta.

En la parte superior del cuadro se ve con claridad un aura y en su interior hay un triángulo con un ojo abierto.

Es conocido que el triángulo significa las tres fuerzas primarias de la naturaleza y del cosmos. También, el trabajo con los tres factores de la revolución de la Conciencia, que bien se plasmó en el drama cósmico de Jesús el Cristo. El ojo representa el ojo de la verdad u ojo de la sabiduría, es el Anciano de los Días, Kether, el Primer Logos de la kábala hebraica. Al trabajar con los tres factores, al cristalizar las tres fuerzas volvemos al Padre.

Este lienzo es una bella escenificación del Trabajo Psicológico, interior y profundo.

San Francisco y San Juan Evangelista El Greco (1541-1614), fue considerado el primer gran genio de la pintura española. Su obra más afamada es El entierro del Conde de Orgaz. Su visión intensamente personal se asentaba en su profunda espiritualidad; de hecho, sus lienzos evidencian una atmósfera mística similar a la que evocan las obras literarias de los místicos españoles contemporáneos, como Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz.

El cuadro que observamos, San Francisco y San Juan Evangelista, produce una impresión mística y transcendental y tiene una gran cantidad de elementos a analizar, algunos de los cuales vamos a mencionar.

En primer lugar y en la figura de la izquierda está San Juan Evangelista, él es el Verbo Creador. El manto rojo que porta simboliza la cristificación, que ya ha encarnado al Cristo Íntimo.
San Juan le muestra a San Francisco un cáliz con un dragón en su interior. El cáliz simboliza al yoni femenino y, también, es el símbolo de la mente del hombre; el cerebro humano, como recipiente que recibe las aguas trasmutadas desde las glándulas sexuales. Es el vaso hermético. La copa de Salomón.

El dragón representa la eternidad, la sabiduría. Es el Ser Íntimo de cada uno. Asimismo, representa a Lucifer, la sombra del Logos dentro de nosotros que nos sirve de impulso para auto-realizarnos. También es el dragón de la sabiduría, es el Cristo Interno.

El águila que está en la parte inferior izquierda al lado de San Juan, es el Espíritu Santo; el Fuego de Pentecostés. Es la representación del Evangelio de Juan.

En la figura de San Francisco se aprecia en su mano derecha la marca de un estigma.

El Maestro Samael nos dice que San Francisco de Asís tuvo que luchar contra las abominaciones de los agregados psicológicos.

“San Francisco junto a San Antonio de Padua, insignes maestros cristificados, descubrieron dentro de su interior los yoes de la perdición, sufrieron lo indecible y no hay duda de que a base de trabajos conscientes y padecimientos voluntarios lograron reducir a polvareda cósmica a todo ese conjunto de elementos inhumanos que en su interior vivían.
Incuestionablemente, esos santos se cristificaron y regresaron al punto de partida original después de haber sufrido mucho”.



Bautismo de Cristo Andrea Verrocchio (1435-1488), escultor y pintor florentino, es, junto con Donatello, uno de los principales escultores italianos del primer renacimiento.

Las pocas pinturas en las que puede identificarse su estilo se distinguen por un dibujo y un modelado sobrio, firme y un colorido esmaltado. Sus paisajes lo sitúan como pionero en el tratamiento de la perspectiva atmosférica. Entre sus principales cuadros están Bautismo de Cristo (1470, Galería de los Uffizi, Florencia) y numerosas versiones de la Virgen con el niño (National Gallery of Art de Washington y Museo Metropolitano de Arte de Nueva York). Recientes estudios e investigaciones en torno al Bautismo de Cristo han confirmado que el ángel del extremo y el paisaje encima de él fueron obra de Leonardo da Vinci.

En el Bautismo de Cristo se encierran también exquisitos símbolos alquimistas y psicológicos.

El bautismo simboliza el acto o pacto de la magia sexual, encabezado por la figura del San Juan el Bautista.

La cruz que porta San Juan en su mano, alegoriza el trabajo en la Forja de los Cíclopes, la inmortalidad de la vida y la redención del género humano.

El agua pura representa el mercurio de la filosofía secreta, el Cristo en sustancia, el Cristo líquido. Son las aguas del bautismo.

Los ángeles o niños que apreciamos a la izquierda son los iniciados.

La palmera es símbolo de victoria, de regeneración, vitalidad e inmortalidad.

La paloma en la parte superior, desprendiendo hacia la tierra unos bellos rayos de luz, es el símbolo de la pureza. Es la segunda fase del mercurio. Representa a las aguas blancas de la alquimia.

El ave que vuela hacia abajo nos indica que hay que disolver los agregados psíquicos, los elementos indeseables de nosotros mismos.

Esta pintura es otra bella muestra del conocimiento iniciático trascendental.


El Nacimiento de Venus
Uno de los pintores más destacados del renacimiento florentino, fue Sandro Botticelli (1444 – 1510).
Este artista fue revolucionario en su época, por realizar la primera pintura renacentista a gran escala de tema exclusivamente mitológico.

Su admiración por la antigüedad grecorromana fue un rasgo definitorio del Renacimiento, compartido por muchos artistas, eruditos, marchantes y coleccionistas.

Desarrolló un estilo personalísimo, caracterizado por la elegancia en el trazo, su carácter melancólico y la fuerza expresiva de sus líneas.

Entre sus obras destaca: La Primavera (1478), Retrato de Giulano de Medici (1475-1476), La Adoración de los Magos (1476-1477), El Nacimiento de Venus (1484), entre otras.
La obra que más le dio fama a Botticelli fue El Nacimiento de Venus, pintado al temple sobre lienzo.

El Nacimiento de Venus, plasma uno de los más pintorescos mitos clásicos. Nos transporta a un mundo de ensueño y poesía.

Contemplando este bello lienzo, vemos en el centro a Venus, flanqueada por Céfiro, viento del Oeste, y Hora, que es una de las Gracias del Olimpo de los dioses.

Venus es la diosa de la belleza y el amor. Es una de las doce divinidades olímpicas.

Su cuerpo blanco como el mármol, en la simbología Nahua representa el yoni femenino.

Cuenta la leyenda, que Venus nació de la espuma formada sobre el mar, por los testículos (o el semen) del cielo (Urano) mutilado por Saturno.

En seguida de su nacimiento, la diosa fue llevada por los vientos (Céfiro) a la isla de Citera, al sur del Peloponeso, y después a Chipre.

Allí la recibieron las Horas, la adornaron con hermosas ropas y joyas y la condujeron al Olimpo.

Venus en Grecia representa la divinidad del instinto natural de fecundidad y regeneración. Personifica el elemento húmedo, principio de la fertilidad de la naturaleza.

En Roma, Venus simbolizaba primitivamente la primavera. Tutelaba los campos y los jardines. Bajo la influencia griega pasó a ser venerada como la diosa de la belleza y del amor, de la risa y del matrimonio.

La concha en la cual está subida Venus representa el mercurio que todavía no ha recibido el azufre, el fuego sexual.

Venus está en posición púdica. La diosa cubre su cuerpo con su manos y su cabello, símbolo de pudor en la mujer.
Las aguas del mar simbolizan a nuestra Conciencia divina. Las aguas purísimas del Edén son el espejo divino del amor. El agua es el semen.

En la parte derecha del cuadro, está Hora divinidad de la fertilidad, más tarde fue de las estaciones y el orden natural y humano. Las Horas aumentaron en número y pasaron a personificar las doce horas del día. Estas tenían diversas tareas: presidían la vegetación y velaban por las instituciones políticas y sociales. En el Olimpo ejecutaban más tareas: desataban los caballos del carro de Juno, vigilaban las puertas divinas, y cuidaban del tocado de Venus, etc.

En esta obra, Hora representa la primavera, la estación del renacer. Su manto cubriendo a Venus representa la prudencia.
Su túnica blanca indica el renacimiento de los puros, de los que han muerto en sí mismos.

La anémona azul florece a los pies de la doncella para recalcar la idea de que ha llegado la primavera.

En los naranjos se refleja el cabello dorado de Venus. Todo el naranjal parece imbuido de la divina presencia de Venus.
A la parte izquierda del cuadro está plasmada la historia de Céfiro y Cloris.

La ninfa Cloris fue raptada por Céfiro, del jardín de las Hespérides, él era un viento tempestuoso, usando la violencia para raptar a su amada. Después Céfiro empezó a soplar suavemente para no dañar las flores, reino de su amada. Cloris al ser desposada por Céfiro, ascendió al rango de diosa y se convirtió en Flora, señora perpetua de las flores, diosa de la primavera. Céfiro se transformó en el viento de los enamorados.

Con el Dios del viento soplando, se hacen patentes, en este cuadro, los 4 elementos de la Naturaleza y de la alquimia: la tierra, en la parte derecha con el bosque; el agua, a la izquierda con el mar; el fuego, en el color rojo de todos los cabellos, especialmente, en el de Venus que le recorre desde la base del tronco a la coronilla, recordándonos el fuego del Kundalini; y el aire, con el Dios Céfiro.

Las rosas sagradas de Venus que flotan en el aire y van cayendo, son el símbolo del amor. También son la viva representación de la espiritualidad y de las virtudes del alma.

Existen cuatro tipos de Venus o de mujer, que son: Eva-Venus, representando a la mujer instintiva; Venus-Eva, la mujer noble del hogar; Venus-Urania, la mujer iniciada en los grandes misterios y Urania-Venus, la mujer adepto, la mujer realizada a fondo.


Conclusión

Todas las pinturas que se han expuesto, siendo muy diferentes, encierran un conocimiento superior, nos hablan a través de sus líneas, personajes, objetos, animales, símbolos, etc.

También podemos observar el alto contenido de enseñanza esotérica a nivel del Trabajo Psicológico Interior, de la Alquimia, de los caminos de la iniciación. Estos conocimientos están basados en los cuatro pilares del saber: arte, religión, ciencia y filosofía.

Estas bellas obras nos transportan más allá de los cinco sentidos. Es un conocimiento para el alma.

Al igual que la música clásica nos eleva el espíritu, también la pintura nos invita a mirar, a observar el arte con otros ojos, con los ojos de la imaginación, con los ojos de la inspiración y por último con los ojos de la intuición.

Volvámonos investigadores de esos cuatro pilares del conocimiento. Promovamos asociaciones inteligentes. Convirtámonos en artistas, poetas, músicos, científicos, místicos y filósofos.

La ciencia, el arte, la filosofía y la religión, son formas de conocimiento. Sobre estas cuatro columnas nos apoyamos los estudiantes de la gnosis para llegar a la auto-realización íntima del Ser.

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