En el Capítulo Nueve del Evangelio de San Mateo se habla de la dirección general del trabajo esotérico y de sus principios fundamentales. El primero de estos principios dice que los hombres deben darse cuenta por sí mismos de lo que necesitan. El esoterismo no puede ser útil ni puede existir para los hombres mientras ellos no sientan la necesidad de él.
Los que están sanos no tienen necesidad del médico, sino los enfermos.” (Mat. 9.12).
Luego siguen unas palabras muy significativas:
“Andad pues y aprended qué cosa es: Misericordia quiero, y no sacrificio: porque no he venido a llamar justos, sino pecadores a arrepentimiento.” (Mat. 9.13).
Y en otro sitio Jesús dice:
“Mas si supieseis qué es: Misericordia quiero y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes.” (Mat. 12. 7).
Las interpretaciones comunes están muy lejos del verdadero significado de estos pasajes. La razón de esto se encuentra en el hecho de qué no entendemos lo que significa “misericordia”, es decir, no entendemos lo que significa la palabra que se traduce a las lenguas europeas como, “misericordia, miséricorde, mercy, barmherzigkeit”. Esta palabra tiene un significado completamente diferente que se nos escapa. Pero la etimología de la palabra rusa milosti, si la derivamos de la palabra “milyi” (como “slavosti” de slavyi y zhílosti de zhilyi), nos da una idea del posible, significado correcto de esta palabra y de los pasajes en los que se encuentra. La palabra milyi no puede ser exactamente traducida en español. Muchas veces significa “darling” (querido). Si se pudiera acunar ,la palabra “darlingness” (querencia, predilección) nos acercaríamos mucho al significado de la palabra “milosti”, es decir a la palabra traducida como misericordia.
Los siguientes pasajes se refieren a reglas ocultas:
”En aquel tiempo se llegaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es. el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, le puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volviereis, y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.”(Mat. 18.1-3).
Los pasajes siguientes tienen un profundo significado oculto, pero se refieren a principios y no a reglas:
“Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les riñeron. Y Jesús dijo: Dejad a los niños, y no les impidáis de venir a mí; porque de los tales es el reino de los cielos.” (Mat. 19.13-14).
Otros pasajes en relación con niños se repiten en los otros Evangelios.
“Entonces, sentándose, llamó a los doce, y les dice: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos. Y tomando un niño, púsolo en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dice: El que recibiere en mi nombre uno de los tales niños, a mí recibe; y el que a mí recibe, no recibe a mi, mas al que me envió.” (Marcos 9, 35-37)
“Y traían a él los niños para que los tocase: lo cual viéndolo los discípulos, les reñían. Mas Jesús llamándolos, dijo: Dejad los niños venir a mí, y no los impidáis; porque de tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que cualquiera que no recibiere el reino de Dios como un niño, no entrará en él.” (Lucas 18.15-17).
Todos estos pasajes están impresos del más profundo significado, pero se refieren, nuevamente, sólo a los discípulos. En el trayecto del trabajo de escuela un hombre maduro y rico en experiencia debe convertirse muy pronto como en un niño. Debe aceptar la autoridad de otros hombres que saben más que él. Debe confiar en ellos y obedecerlos y esperar su ayuda. Debe comprender que solo, sin que ellos lo guíen, no puede hacer nada. Debe sentirse como un niño en relación con ellos. Debe decirles toda la verdad y no debe ocultarles nunca nada. Debe entender que no debe juzgarlos. Y debe poner toda su capacidad y sus esfuerzos con el objeto de poder llegar a ayudarles. A menos que un hombre pase por esta etapa, a menos que temporalmente sea como un niño, a menos que sacrifique los resultados de la experiencia de su vida, no entrará nunca en el círculo interno, es decir, en el “Reino de los Cielos”. Para Cristo el “niño” era un símbolo del discípulo, del iniciado.
La relación de discípulo a maestro es la relación de hijo a padre y de un niño a un hombre maduro. En conexión con esto, el que Cristo siempre se haya llamado a sí mismo hijo y haya llamado a Dios padre adquiere un nuevo significado.
Los discípulos de Jesús frecuentemente discutían entre si. Uno de los tópicos más socorridos en sus conversaciones era sobre quién de ellos era el mejor. Jesús siempre condenaba estas discusiones desde el punto de vista de los principios y reglas ocultos.
“Sabéis que los príncipes de los Gentiles se enseñorean sobre ellos, y los que son grandes ejercen sobre ellos potestad. Mas entre vosotros no será así; sino el que quisiere entre vosotros hacerse grande, será vuestro servidor.” (Mat. 20. 25-26).
En ocasiones estas discusiones sobre quién era el más grande tomaban un carácter verdaderamente trágico. Una vez Jesús habló a sus discípulos de su próxima muerte y resurrección.
“Y habiendo salido de allí, caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiese. Porque enseñaba a sus discípulos y les decía: El Hijo del hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; mas muerto él, resucitará al tercer día. Pero ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo de preguntarle.
“Y llegó a Capernaum; y así qué estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? Mas ellos callaron; porque los unos con los otros habían disputado en el camino quién había de ser el mayor.” (Marcos 9.30-34).
En estas últimas palabras se siente el aspecto más trágico del drama evangélico —haya sido ficticio o real—, la incapacidad de los discípulos para entender a Jesús, su comportamiento ingenuo en relación con él y su actitud “demasiado humana” entre uno y otro. “¿Quién es el mayor?”.
En el Evangelio de San Lucas hay una interesante explicación de la palabra “prójimo” llena de significado oculto. Generalmente se toma esta palabra en un sentido erróneo, como cualquier hombre, o como la persona con quien uno tiene alguna relación. Esta interpretación “sentimental” de la palabra “prójimo” está muy lejos de su significado evangélico.
“Y he aquí, un doctor de la ley se levantó, tentándole y diciendo: Maestro, ¿haciendo qué cosa poseeré la vida eterna? Y él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿cómo lees? Y él respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo.
“Y díjole: Bien has respondido: haz ésto, y vivirás. “Mas él, queriéndose justificar a si mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Y respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
“Y aconteció, que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, se pasó de un lado, mas un Samaritano que transitaba, viniendo cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y llegándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su cabalgadura, llevóle al mesón, y cuidó de él.
“Y otro día al partir, sacó dos denarios, y diólos al huésped, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que demás gastares, yo cuando vuelva te lo pagaré. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo de aquél que cayó en manos de los ladrones? Y él dijo: El que usó con él de misericordia. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.” (Lucas 10. 25-37).
La parábola del “buen Samaritano” enseña que “prójimo” no es “cualquier hombre” como ordinariamente se interpreta en el Cristianismo sentimental. Los ladrones que lo robaron y lo hirieron, el sacerdote que habiéndolo visto evitó pasar por donde él estaba, el Levita que llegó y lo miró y también evitó pasar por donde él estaba, no son, con toda seguridad, “prójimos” del hombre a quien auxilió el Samaritano. El Samaritano se convirtió en su prójimo auxiliándolo. Si él también hubiera evitado pasar por donde se encontraba el hombre, no habría sido tampoco su prójimo. Desde el punto de vista esotérico los prójimos de un hombre son aquéllos que lo ayudan o pueden ayudarlo en sus esfuerzos por conocer las verdades esotéricas o por ponerse en contacto con el trabajo esotérico.
En estrecho contacto con la línea de las reglas ocultas en el Nuevo Testamento puede verse la línea de la dura condenación de las pseudo-religiones.
“Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón lejos está de mi.” (Mat. 15. 7-8).
Luego sigue una serie de mordaces y sarcásticas observaciones que desgraciadamente siguen tan en vigencia en nuestros tiempos como en los tiempos de Cristo:
“Dejadlos: son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo.” (Mat. 15. 14).
Después de una cáustica conversación con los fariseos y los saduceos. Jesús dice:
“Mirad, y guardaos de la levadura de los Fariseos y de los Saduceos.” (Mat. 16. 6).
Pero esta advertencia se olvidó casi desde antes que Cristo muriera. En San Lucas se hace la misma advertencia, sólo que todavía más claramente:
“Guardaos de la levadura de los Fariseos, que es hipocresía.” (Lucas 12.1).
A esto sigue todo un capítulo sobre pseudo-religión que muestra todas sus características, manifestaciones, efectos y resultados.
“Entonces habló Jesús a las gentes y a sus discípulos, diciendo: Sobre la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y los Fariseos: “Así es que, todo lo que os dijeren que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras: porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; mas ni aun con su dedo las quieren mover. Antes, todas sus obras hacen para ser mirados de los hombres; porque ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas; y las salutaciones en las plazas, y ser llamados de los hombres Rabbi, Rabbí. Mas vosotros, no queráis ser llamados Rabbí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo; y todos vosotros sois hermanos. Y vuestro padre no llaméis a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el cual está en los cielos.
“No seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es el mayor de vosotros sea vuestro siervo. Porque el que se ensalzare, será humillado; y el que se humillare, será ensalzado. Mas ¡ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; que ni vosotros entráis, ni a los que están entrando dejáis entrar.
“¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque coméis las casas de las viudas, y por pretexto hacéis larga oración: por eso llevaréis más grave juicio. ¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque rodeáis la mar y la tierra por hacer un prosélito; y cuando fuere hecho, le hacéis hijo del infierno doble más que vosotros.
“¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejasteis lo que es lo más grave de la ley, es a saber, el juicio y la misericordia y la fe: esto era menester hacer, y no dejar lo otro.
“¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, mas tragáis el camello! “¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo que está fuera del vaso y del plato; mas de dentro están llenos de robo y de injusticia.
“¡Fariseo ciego, limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera se haga limpio!
“¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que de fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas de dentro están llenos de huesos de muertos y de toda suciedad.
“Así también vosotros de fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres; mas de dentro, llenos estáis de hipocresía e iniquidad.
“¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos. Y decís: Si fuéramos en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus compañeros en la sangre de los profetas. Así que, testimonio dais a vosotros mismos, que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas.
¡Vosotros también henchid la medida de vuestros padres! ¡Serpientes, generación de víboras! ¿cómo evitaréis el juicio del infierno? Por tanto, he aquí, yo envío a vosotros profetas, y sabios, y escribas: y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros de ellos azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad.” (Mat 23. 1-15, 23-34).
En otro lugar se encuentran otras palabras notables relacionadas con las anteriores:
“¡Ay de vosotros, doctores de la ley! que habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban impedísteis.” (Lucas 11. 52).
Lo que es más asombroso en la historia de Jesús es que su enseñanza; después de todo lo que él dijo, se haya convertido, como todas las demás enseñanzas en el mundo, en la fuente de varias pseudo-religiones.
Los “escribas” y los “fariseos” se han apropiado de su enseñanza y en su nombre continúan haciendo exactamente lo que hicieron antes.
La crucifixión de Cristo es un símbolo. Ocurre continuamente, siempre y en todas partes. Este tendría que ser considerado como el aspecto más trágico de la historia de Cristo, si no fuera posible suponer que también formaba parte del plan general, y que la capacidad de los hombres para deformar y adaptar todo a su propio nivel estaba calculada y pesada.
En los Evangelios se habla de esta deformación o tergiversación de la doctrina. Según la terminología evangélica esto es “escándalo”.
“Y cualquiera que escandalizare a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno. y que se le anegase en el profundo de la mar.
“¡Ay del mundo por los escándalos! porque necesario es que vengan escándalos; mas ¡ay de aquel hombre por el cual viene el escándalo!” (Mat. 18. 6-7). (La palabra "escandalo", es la traduccion de la palabra griega σκάνδαλον. En eslavo eclesiastico y en ruso esta palabra se traduce como "seduccion", que se acerca mas al significado de la palabra griega. Otras traducciones posibles son "corrupcion", "descarriamiento", "embaucamiento").
El “escándalo”, esto es, la “seducción” o “corrupción” es efectivamente, en primer lugar, la deformación de las verdades esotéricas, la deformación de las enseñanzas dadas a los hombres, contra las que sobre todo se rebeló Cristo y contra las que especialmente luchó.
La parábola del mayordomo infiel, del capítulo 16 de San Lucas, generalmente suscita gran número de problemas y de malentendidos.
“Y dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico, el cual tenía un mayordomo, y éste fue acusado delante de él como disipador de sus bienes. Y le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo de tí? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.
“Entonces el mayordomo dijo dentro de si: ¿Qué haré? que mi señor me quita la mayordomia. Cavar, no puedo; mendigar, tengo vergüenza. Yo sé lo que haré para que cuando fuere quitado de la mayordomía, me reciban en sus casas.
“Y llamando a cada uno de los deudores de su señor, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor? Y él dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu obligación, y siéntate presto, y escribe cincuenta.
“Después dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Y él dijo: Cien coros de trigo. Y él le dijo: Toma tu obligación, y escribe ochenta.
“Y alabó el señor al mayordomo malo por haber hecho discretamente; porque los hijos de este siglo son en su generación más sagaces que los hijos de luz.
“Y yo os digo: Haceos amigos de las riquezas de maldad, para que cuando faltareis, os reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel: y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las malas riquezas no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?” (Lucas 16. 1-12).
¿Cómo debe entenderse esta parábola? Esta cuestión suscita toda una serie de cuestiones diferentes en relación con la interpretación de los pasajes evangélicos en general. Sin entrar en detalles, puede decirse que la comprensión de los pasajes difíciles puede basarse algunas veces en pasajes que están contiguos a ellos en el texto, o en pasajes que les son cercanos en significado, aun cuando se encuentren en muy distintos lugares del texto; algunas veces en la comprensión de la “línea de pensamiento” a la que pertenecen; y algunas veces en pasajes que expresan el otro aspecto de la idea y que muchas veces parecen no tener ninguna conexión lógica con el primero.
En el ejemplo presente en relación con la parábola del mayordomo infiel puede decirse desde luego que se refiere a principios ocultos, es decir, a reglas del trabajo esotérico. Pero esto no es suficiente para la comprensión de esta parábola. Hay algo de extraño en este requerimiento de falsedad, en este requerimiento de engaño.
Este requerimiento sólo empezamos a comprenderlo cuando consideramos la naturaleza de las falsedades que se requieren. El Mayordomo rebaja las deudas de los deudores de su señor, les “perdona” una parte de sus deudas, y por esto su señor después lo alaba.
¿No es esto el perdón de los pecados? En el pasaje que sigue inmediatamente después del Padre Nuestro, Jesús dice:
“Porque si perdonareis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial. Mas si no perdonareis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.” (Mat 6.14, 13).
Generalmente estos pasajes se entienden como un consejo que se da a los hombres para que perdonen a los que pecan contra ellos. Pero en realidad esto no se dice de ningún modo. Lo que se dice simplemente es “perdonad a las gentes sus pecados”. Y si tomamos el pasaje como está escrito literalmente, la parábola del mayordomo infiel empieza a hacerse más comprensible. En esta parábola se recomienda perdonar a los hombres sus pecados, no los que han sido cometidos contra nosotros, sino todos sus pecados en general, cualesquiera que éstos puedan ser.
Puede entonces surgir la pregunta de cómo podemos perdonar los pecados de otros hombres, si estos pecados no tienen ninguna relación con nosotros. La parábola del mayordomo infiel da la respuesta a esto.
Podemos perdonar estos pecados por medio de una cierta práctica ilegal, por medio de una “falsificación de las cuentas”, esto es, por una cierta alteración intencional de lo que vemos. En otras palabras, podemos, por así decirlo, perdonar los pecados de otros hombres imaginándonos a estos hombres mejores de lo que son en realidad.
Esta es una forma de falsedad que no sólo no es condenada, sino que incluso es aprobada por la doctrina evangélica. Por medio de esta falsedad el hombre se asegura así contra ciertos peligros, “se hace de amigos”, y en virtud de esta falsedad demuestra merecer confianza. Un desarrollo muy interesante de la misma idea, aun cuando sin referirse a la parábola del mayordomo infiel, se puede encontrar en las Epístolas de San Pablo. En realidad muchas de sus afirmaciones paradójicas son una expresión de esta idea. Pablo comprendió que “el perdón de los pecados” no acarrea ningún beneficio a los “deudores del señor”, aun cuando acarrea beneficio al que sinceramente los perdona. Exactamente del mismo modo el “amor a los enemigos” no acarrea ningún beneficio a los enemigos, sino por el contrario es la más cruel de las venganzas.
“Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber: que haciendo esto, ascuas de fuego amontonas sobre su cabeza.” (Romanos 19.20).
La dificultad consiste en que debe ser un amor sincero. Si un hombre “ama a sus enemigos” con el objeto de amontonar ascuas de fuego sobre su cabeza, de cierto que amontonará ascuas sobre la suya propia.
La idea de la parábola del mayordomo infiel, es decir, la idea del beneficio de ver las cosas mejor de lo que son, se encuentra también en las muy conocidas afirmaciones de Pablo sobre la “potestad” y los “magistrados”.
“Toda alma se someta a las potestades superiores; porque no hay potestad sino de Dios; y las que son, de Dios son ordenadas. Así que, el que se opone a la potestad, a la ordenación de Dios resiste: y los que resisten, ellos mismos ganan condenación para sí.”
“Porque los magistrados no son para temor al que bien hace, sino al malo. ¿Quieres pues no temer la potestad? Haz lo bueno y tendrás alabanza de ella; porque es ministro de Dios para tu bien. Mas si hicieres lo malo, teme: porque no en vano lleva el cuchillo; porque es ministro de Dios, vengador para castigo al que hace lo malo. Por lo cual es necesario que le estéis sujetos, no solamente por la ira, mas aun por la conciencia. Porque por esto pagáis también los tributos; porque son ministros de Dios que sirven a esto mismo. Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo, al que pecho, pecho; al que temor, temor; al que honra, honra.” (Romanos 13.1-7).
Jesús también dijo una vez: “Pagad por lo tanto a César lo que es de César.” Pero no dijo nunca que César es de Dios. Aquí, la diferencia entre Cristo y Pablo, entre lo que es esotérico y lo que, aun cuando muy superior, es humano, se ve muy claramente. En la idea de la parábola del mayordomo infiel no hay auto-sugestión. Pablo introduce la auto-sugestión; sus seguidores debían creer en las “cuentas falsificadas”.
Mucho del mal en la vida ocurre sólo porque la gente, temerosa de cometer un pecado o temerosa de parecer no suficientemente caritativa o de no muy amplio criterio, justifica lo que no merece ser justificado. Cristo no fue un sentimental, él nunca tuvo miedo de decir una verdad desagradable ni tuvo miedo de actuar. La expulsión de los cambiadores de dinero del templo es la alegoría más notable para mostrar la actividad de Cristo hacia la “vida”, que trata de convertir al mismo templo para sus propios fines.
“Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y trastornó las mesas de los cambiadores, y las sillas de los que vendían palomas.
“Y les dice: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; más vosotros cueva de ladrones la habéis hecho.” (Mat. 21.12, 13).
Quedan por mencionarse dos ideas, que con frecuencia se asocian con la doctrina evangélica y que orientan igualmente equivocadamente sobre los principios y sobre Cristo mismo. La primera idea es que la doctrina evangélica no se refiere a la vida terrena, que Jesucristo no construyó nada sobre la tierra, que la finalidad de la idea entera del Cristianismo es preparar al hombre para la vida eterna, para la vida del más allá.
Y la segunda idea es que la doctrina cristiana es demasiado ideal para los hombres y que por lo mismo es impracticable, que Cristo fue un poeta y un filósofo en sus sueños, pero que la desnuda realidad no puede apoyarse en estos sueños y no puede tomarlos seriamente en consideración.
Pero tanto una idea como la otra son erróneas. Cristo no enseñó para la muerte sino para la vida, pero su enseñanza nunca abarcó ni podía abarcar la totalidad de la vida. En sus palabras, especialmente en sus parábolas, aparecen continuamente hombres que quedan completamente fuera de sus ideas: todos los reyes, hombres ricos, ladrones, sacerdotes, levitas, sirvientes de los ricos, mercaderes, escribas y fariseos, etc. Y esta vida monstruosa, absurda, con la que su enseñanza no tenía relación alguna, era a sus ojos el Mammón a quien no se podía servir al mismo tiempo que a Dios.
Cristo no fue nunca un “poeta” o un “filósofo” sin sentido práctico. Su enseñanza no es para todos, pero es absolutamente práctica en todos sus detalles. Es práctica y realizable, en primer lugar, porque no es para todos. Muchos hombres no pueden tomar de su enseñanza más que ideas falsas, y para ellos Cristo no tuvo nada que decir.
Los que están sanos no tienen necesidad del médico, sino los enfermos.” (Mat. 9.12).
Luego siguen unas palabras muy significativas:
“Andad pues y aprended qué cosa es: Misericordia quiero, y no sacrificio: porque no he venido a llamar justos, sino pecadores a arrepentimiento.” (Mat. 9.13).
Y en otro sitio Jesús dice:
“Mas si supieseis qué es: Misericordia quiero y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes.” (Mat. 12. 7).
Las interpretaciones comunes están muy lejos del verdadero significado de estos pasajes. La razón de esto se encuentra en el hecho de qué no entendemos lo que significa “misericordia”, es decir, no entendemos lo que significa la palabra que se traduce a las lenguas europeas como, “misericordia, miséricorde, mercy, barmherzigkeit”. Esta palabra tiene un significado completamente diferente que se nos escapa. Pero la etimología de la palabra rusa milosti, si la derivamos de la palabra “milyi” (como “slavosti” de slavyi y zhílosti de zhilyi), nos da una idea del posible, significado correcto de esta palabra y de los pasajes en los que se encuentra. La palabra milyi no puede ser exactamente traducida en español. Muchas veces significa “darling” (querido). Si se pudiera acunar ,la palabra “darlingness” (querencia, predilección) nos acercaríamos mucho al significado de la palabra “milosti”, es decir a la palabra traducida como misericordia.
Los siguientes pasajes se refieren a reglas ocultas:
”En aquel tiempo se llegaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es. el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, le puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volviereis, y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.”(Mat. 18.1-3).
Los pasajes siguientes tienen un profundo significado oculto, pero se refieren a principios y no a reglas:
“Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les riñeron. Y Jesús dijo: Dejad a los niños, y no les impidáis de venir a mí; porque de los tales es el reino de los cielos.” (Mat. 19.13-14).
Otros pasajes en relación con niños se repiten en los otros Evangelios.
“Entonces, sentándose, llamó a los doce, y les dice: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos. Y tomando un niño, púsolo en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dice: El que recibiere en mi nombre uno de los tales niños, a mí recibe; y el que a mí recibe, no recibe a mi, mas al que me envió.” (Marcos 9, 35-37)
“Y traían a él los niños para que los tocase: lo cual viéndolo los discípulos, les reñían. Mas Jesús llamándolos, dijo: Dejad los niños venir a mí, y no los impidáis; porque de tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que cualquiera que no recibiere el reino de Dios como un niño, no entrará en él.” (Lucas 18.15-17).
Todos estos pasajes están impresos del más profundo significado, pero se refieren, nuevamente, sólo a los discípulos. En el trayecto del trabajo de escuela un hombre maduro y rico en experiencia debe convertirse muy pronto como en un niño. Debe aceptar la autoridad de otros hombres que saben más que él. Debe confiar en ellos y obedecerlos y esperar su ayuda. Debe comprender que solo, sin que ellos lo guíen, no puede hacer nada. Debe sentirse como un niño en relación con ellos. Debe decirles toda la verdad y no debe ocultarles nunca nada. Debe entender que no debe juzgarlos. Y debe poner toda su capacidad y sus esfuerzos con el objeto de poder llegar a ayudarles. A menos que un hombre pase por esta etapa, a menos que temporalmente sea como un niño, a menos que sacrifique los resultados de la experiencia de su vida, no entrará nunca en el círculo interno, es decir, en el “Reino de los Cielos”. Para Cristo el “niño” era un símbolo del discípulo, del iniciado.
La relación de discípulo a maestro es la relación de hijo a padre y de un niño a un hombre maduro. En conexión con esto, el que Cristo siempre se haya llamado a sí mismo hijo y haya llamado a Dios padre adquiere un nuevo significado.
Los discípulos de Jesús frecuentemente discutían entre si. Uno de los tópicos más socorridos en sus conversaciones era sobre quién de ellos era el mejor. Jesús siempre condenaba estas discusiones desde el punto de vista de los principios y reglas ocultos.
“Sabéis que los príncipes de los Gentiles se enseñorean sobre ellos, y los que son grandes ejercen sobre ellos potestad. Mas entre vosotros no será así; sino el que quisiere entre vosotros hacerse grande, será vuestro servidor.” (Mat. 20. 25-26).
En ocasiones estas discusiones sobre quién era el más grande tomaban un carácter verdaderamente trágico. Una vez Jesús habló a sus discípulos de su próxima muerte y resurrección.
“Y habiendo salido de allí, caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiese. Porque enseñaba a sus discípulos y les decía: El Hijo del hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; mas muerto él, resucitará al tercer día. Pero ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo de preguntarle.
“Y llegó a Capernaum; y así qué estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? Mas ellos callaron; porque los unos con los otros habían disputado en el camino quién había de ser el mayor.” (Marcos 9.30-34).
En estas últimas palabras se siente el aspecto más trágico del drama evangélico —haya sido ficticio o real—, la incapacidad de los discípulos para entender a Jesús, su comportamiento ingenuo en relación con él y su actitud “demasiado humana” entre uno y otro. “¿Quién es el mayor?”.
En el Evangelio de San Lucas hay una interesante explicación de la palabra “prójimo” llena de significado oculto. Generalmente se toma esta palabra en un sentido erróneo, como cualquier hombre, o como la persona con quien uno tiene alguna relación. Esta interpretación “sentimental” de la palabra “prójimo” está muy lejos de su significado evangélico.
“Y he aquí, un doctor de la ley se levantó, tentándole y diciendo: Maestro, ¿haciendo qué cosa poseeré la vida eterna? Y él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿cómo lees? Y él respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo.
“Y díjole: Bien has respondido: haz ésto, y vivirás. “Mas él, queriéndose justificar a si mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Y respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
“Y aconteció, que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, se pasó de un lado, mas un Samaritano que transitaba, viniendo cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y llegándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su cabalgadura, llevóle al mesón, y cuidó de él.
“Y otro día al partir, sacó dos denarios, y diólos al huésped, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que demás gastares, yo cuando vuelva te lo pagaré. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo de aquél que cayó en manos de los ladrones? Y él dijo: El que usó con él de misericordia. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.” (Lucas 10. 25-37).
La parábola del “buen Samaritano” enseña que “prójimo” no es “cualquier hombre” como ordinariamente se interpreta en el Cristianismo sentimental. Los ladrones que lo robaron y lo hirieron, el sacerdote que habiéndolo visto evitó pasar por donde él estaba, el Levita que llegó y lo miró y también evitó pasar por donde él estaba, no son, con toda seguridad, “prójimos” del hombre a quien auxilió el Samaritano. El Samaritano se convirtió en su prójimo auxiliándolo. Si él también hubiera evitado pasar por donde se encontraba el hombre, no habría sido tampoco su prójimo. Desde el punto de vista esotérico los prójimos de un hombre son aquéllos que lo ayudan o pueden ayudarlo en sus esfuerzos por conocer las verdades esotéricas o por ponerse en contacto con el trabajo esotérico.
En estrecho contacto con la línea de las reglas ocultas en el Nuevo Testamento puede verse la línea de la dura condenación de las pseudo-religiones.
“Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón lejos está de mi.” (Mat. 15. 7-8).
Luego sigue una serie de mordaces y sarcásticas observaciones que desgraciadamente siguen tan en vigencia en nuestros tiempos como en los tiempos de Cristo:
“Dejadlos: son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo.” (Mat. 15. 14).
Después de una cáustica conversación con los fariseos y los saduceos. Jesús dice:
“Mirad, y guardaos de la levadura de los Fariseos y de los Saduceos.” (Mat. 16. 6).
Pero esta advertencia se olvidó casi desde antes que Cristo muriera. En San Lucas se hace la misma advertencia, sólo que todavía más claramente:
“Guardaos de la levadura de los Fariseos, que es hipocresía.” (Lucas 12.1).
A esto sigue todo un capítulo sobre pseudo-religión que muestra todas sus características, manifestaciones, efectos y resultados.
“Entonces habló Jesús a las gentes y a sus discípulos, diciendo: Sobre la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y los Fariseos: “Así es que, todo lo que os dijeren que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras: porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; mas ni aun con su dedo las quieren mover. Antes, todas sus obras hacen para ser mirados de los hombres; porque ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas; y las salutaciones en las plazas, y ser llamados de los hombres Rabbi, Rabbí. Mas vosotros, no queráis ser llamados Rabbí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo; y todos vosotros sois hermanos. Y vuestro padre no llaméis a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el cual está en los cielos.
“No seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es el mayor de vosotros sea vuestro siervo. Porque el que se ensalzare, será humillado; y el que se humillare, será ensalzado. Mas ¡ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; que ni vosotros entráis, ni a los que están entrando dejáis entrar.
“¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque coméis las casas de las viudas, y por pretexto hacéis larga oración: por eso llevaréis más grave juicio. ¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque rodeáis la mar y la tierra por hacer un prosélito; y cuando fuere hecho, le hacéis hijo del infierno doble más que vosotros.
“¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejasteis lo que es lo más grave de la ley, es a saber, el juicio y la misericordia y la fe: esto era menester hacer, y no dejar lo otro.
“¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, mas tragáis el camello! “¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo que está fuera del vaso y del plato; mas de dentro están llenos de robo y de injusticia.
“¡Fariseo ciego, limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera se haga limpio!
“¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que de fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas de dentro están llenos de huesos de muertos y de toda suciedad.
“Así también vosotros de fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres; mas de dentro, llenos estáis de hipocresía e iniquidad.
“¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos. Y decís: Si fuéramos en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus compañeros en la sangre de los profetas. Así que, testimonio dais a vosotros mismos, que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas.
¡Vosotros también henchid la medida de vuestros padres! ¡Serpientes, generación de víboras! ¿cómo evitaréis el juicio del infierno? Por tanto, he aquí, yo envío a vosotros profetas, y sabios, y escribas: y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros de ellos azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad.” (Mat 23. 1-15, 23-34).
En otro lugar se encuentran otras palabras notables relacionadas con las anteriores:
“¡Ay de vosotros, doctores de la ley! que habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban impedísteis.” (Lucas 11. 52).
Lo que es más asombroso en la historia de Jesús es que su enseñanza; después de todo lo que él dijo, se haya convertido, como todas las demás enseñanzas en el mundo, en la fuente de varias pseudo-religiones.
Los “escribas” y los “fariseos” se han apropiado de su enseñanza y en su nombre continúan haciendo exactamente lo que hicieron antes.
La crucifixión de Cristo es un símbolo. Ocurre continuamente, siempre y en todas partes. Este tendría que ser considerado como el aspecto más trágico de la historia de Cristo, si no fuera posible suponer que también formaba parte del plan general, y que la capacidad de los hombres para deformar y adaptar todo a su propio nivel estaba calculada y pesada.
En los Evangelios se habla de esta deformación o tergiversación de la doctrina. Según la terminología evangélica esto es “escándalo”.
“Y cualquiera que escandalizare a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno. y que se le anegase en el profundo de la mar.
“¡Ay del mundo por los escándalos! porque necesario es que vengan escándalos; mas ¡ay de aquel hombre por el cual viene el escándalo!” (Mat. 18. 6-7). (La palabra "escandalo", es la traduccion de la palabra griega σκάνδαλον. En eslavo eclesiastico y en ruso esta palabra se traduce como "seduccion", que se acerca mas al significado de la palabra griega. Otras traducciones posibles son "corrupcion", "descarriamiento", "embaucamiento").
El “escándalo”, esto es, la “seducción” o “corrupción” es efectivamente, en primer lugar, la deformación de las verdades esotéricas, la deformación de las enseñanzas dadas a los hombres, contra las que sobre todo se rebeló Cristo y contra las que especialmente luchó.
La parábola del mayordomo infiel, del capítulo 16 de San Lucas, generalmente suscita gran número de problemas y de malentendidos.
“Y dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico, el cual tenía un mayordomo, y éste fue acusado delante de él como disipador de sus bienes. Y le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo de tí? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.
“Entonces el mayordomo dijo dentro de si: ¿Qué haré? que mi señor me quita la mayordomia. Cavar, no puedo; mendigar, tengo vergüenza. Yo sé lo que haré para que cuando fuere quitado de la mayordomía, me reciban en sus casas.
“Y llamando a cada uno de los deudores de su señor, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor? Y él dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu obligación, y siéntate presto, y escribe cincuenta.
“Después dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Y él dijo: Cien coros de trigo. Y él le dijo: Toma tu obligación, y escribe ochenta.
“Y alabó el señor al mayordomo malo por haber hecho discretamente; porque los hijos de este siglo son en su generación más sagaces que los hijos de luz.
“Y yo os digo: Haceos amigos de las riquezas de maldad, para que cuando faltareis, os reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel: y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las malas riquezas no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?” (Lucas 16. 1-12).
¿Cómo debe entenderse esta parábola? Esta cuestión suscita toda una serie de cuestiones diferentes en relación con la interpretación de los pasajes evangélicos en general. Sin entrar en detalles, puede decirse que la comprensión de los pasajes difíciles puede basarse algunas veces en pasajes que están contiguos a ellos en el texto, o en pasajes que les son cercanos en significado, aun cuando se encuentren en muy distintos lugares del texto; algunas veces en la comprensión de la “línea de pensamiento” a la que pertenecen; y algunas veces en pasajes que expresan el otro aspecto de la idea y que muchas veces parecen no tener ninguna conexión lógica con el primero.
En el ejemplo presente en relación con la parábola del mayordomo infiel puede decirse desde luego que se refiere a principios ocultos, es decir, a reglas del trabajo esotérico. Pero esto no es suficiente para la comprensión de esta parábola. Hay algo de extraño en este requerimiento de falsedad, en este requerimiento de engaño.
Este requerimiento sólo empezamos a comprenderlo cuando consideramos la naturaleza de las falsedades que se requieren. El Mayordomo rebaja las deudas de los deudores de su señor, les “perdona” una parte de sus deudas, y por esto su señor después lo alaba.
¿No es esto el perdón de los pecados? En el pasaje que sigue inmediatamente después del Padre Nuestro, Jesús dice:
“Porque si perdonareis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial. Mas si no perdonareis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.” (Mat 6.14, 13).
Generalmente estos pasajes se entienden como un consejo que se da a los hombres para que perdonen a los que pecan contra ellos. Pero en realidad esto no se dice de ningún modo. Lo que se dice simplemente es “perdonad a las gentes sus pecados”. Y si tomamos el pasaje como está escrito literalmente, la parábola del mayordomo infiel empieza a hacerse más comprensible. En esta parábola se recomienda perdonar a los hombres sus pecados, no los que han sido cometidos contra nosotros, sino todos sus pecados en general, cualesquiera que éstos puedan ser.
Puede entonces surgir la pregunta de cómo podemos perdonar los pecados de otros hombres, si estos pecados no tienen ninguna relación con nosotros. La parábola del mayordomo infiel da la respuesta a esto.
Podemos perdonar estos pecados por medio de una cierta práctica ilegal, por medio de una “falsificación de las cuentas”, esto es, por una cierta alteración intencional de lo que vemos. En otras palabras, podemos, por así decirlo, perdonar los pecados de otros hombres imaginándonos a estos hombres mejores de lo que son en realidad.
Esta es una forma de falsedad que no sólo no es condenada, sino que incluso es aprobada por la doctrina evangélica. Por medio de esta falsedad el hombre se asegura así contra ciertos peligros, “se hace de amigos”, y en virtud de esta falsedad demuestra merecer confianza. Un desarrollo muy interesante de la misma idea, aun cuando sin referirse a la parábola del mayordomo infiel, se puede encontrar en las Epístolas de San Pablo. En realidad muchas de sus afirmaciones paradójicas son una expresión de esta idea. Pablo comprendió que “el perdón de los pecados” no acarrea ningún beneficio a los “deudores del señor”, aun cuando acarrea beneficio al que sinceramente los perdona. Exactamente del mismo modo el “amor a los enemigos” no acarrea ningún beneficio a los enemigos, sino por el contrario es la más cruel de las venganzas.
“Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber: que haciendo esto, ascuas de fuego amontonas sobre su cabeza.” (Romanos 19.20).
La dificultad consiste en que debe ser un amor sincero. Si un hombre “ama a sus enemigos” con el objeto de amontonar ascuas de fuego sobre su cabeza, de cierto que amontonará ascuas sobre la suya propia.
La idea de la parábola del mayordomo infiel, es decir, la idea del beneficio de ver las cosas mejor de lo que son, se encuentra también en las muy conocidas afirmaciones de Pablo sobre la “potestad” y los “magistrados”.
“Toda alma se someta a las potestades superiores; porque no hay potestad sino de Dios; y las que son, de Dios son ordenadas. Así que, el que se opone a la potestad, a la ordenación de Dios resiste: y los que resisten, ellos mismos ganan condenación para sí.”
“Porque los magistrados no son para temor al que bien hace, sino al malo. ¿Quieres pues no temer la potestad? Haz lo bueno y tendrás alabanza de ella; porque es ministro de Dios para tu bien. Mas si hicieres lo malo, teme: porque no en vano lleva el cuchillo; porque es ministro de Dios, vengador para castigo al que hace lo malo. Por lo cual es necesario que le estéis sujetos, no solamente por la ira, mas aun por la conciencia. Porque por esto pagáis también los tributos; porque son ministros de Dios que sirven a esto mismo. Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo, al que pecho, pecho; al que temor, temor; al que honra, honra.” (Romanos 13.1-7).
Jesús también dijo una vez: “Pagad por lo tanto a César lo que es de César.” Pero no dijo nunca que César es de Dios. Aquí, la diferencia entre Cristo y Pablo, entre lo que es esotérico y lo que, aun cuando muy superior, es humano, se ve muy claramente. En la idea de la parábola del mayordomo infiel no hay auto-sugestión. Pablo introduce la auto-sugestión; sus seguidores debían creer en las “cuentas falsificadas”.
Mucho del mal en la vida ocurre sólo porque la gente, temerosa de cometer un pecado o temerosa de parecer no suficientemente caritativa o de no muy amplio criterio, justifica lo que no merece ser justificado. Cristo no fue un sentimental, él nunca tuvo miedo de decir una verdad desagradable ni tuvo miedo de actuar. La expulsión de los cambiadores de dinero del templo es la alegoría más notable para mostrar la actividad de Cristo hacia la “vida”, que trata de convertir al mismo templo para sus propios fines.
“Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y trastornó las mesas de los cambiadores, y las sillas de los que vendían palomas.
“Y les dice: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; más vosotros cueva de ladrones la habéis hecho.” (Mat. 21.12, 13).
Quedan por mencionarse dos ideas, que con frecuencia se asocian con la doctrina evangélica y que orientan igualmente equivocadamente sobre los principios y sobre Cristo mismo. La primera idea es que la doctrina evangélica no se refiere a la vida terrena, que Jesucristo no construyó nada sobre la tierra, que la finalidad de la idea entera del Cristianismo es preparar al hombre para la vida eterna, para la vida del más allá.
Y la segunda idea es que la doctrina cristiana es demasiado ideal para los hombres y que por lo mismo es impracticable, que Cristo fue un poeta y un filósofo en sus sueños, pero que la desnuda realidad no puede apoyarse en estos sueños y no puede tomarlos seriamente en consideración.
Pero tanto una idea como la otra son erróneas. Cristo no enseñó para la muerte sino para la vida, pero su enseñanza nunca abarcó ni podía abarcar la totalidad de la vida. En sus palabras, especialmente en sus parábolas, aparecen continuamente hombres que quedan completamente fuera de sus ideas: todos los reyes, hombres ricos, ladrones, sacerdotes, levitas, sirvientes de los ricos, mercaderes, escribas y fariseos, etc. Y esta vida monstruosa, absurda, con la que su enseñanza no tenía relación alguna, era a sus ojos el Mammón a quien no se podía servir al mismo tiempo que a Dios.
Cristo no fue nunca un “poeta” o un “filósofo” sin sentido práctico. Su enseñanza no es para todos, pero es absolutamente práctica en todos sus detalles. Es práctica y realizable, en primer lugar, porque no es para todos. Muchos hombres no pueden tomar de su enseñanza más que ideas falsas, y para ellos Cristo no tuvo nada que decir.
v:.a:. P. Ouspensky
No hay comentarios:
Publicar un comentario