Ya se ha dicho que el estudiante práctico del gnosticismo necesita integrarse definitivamente con su propio trabajo interior. Tal vez a estas alturas convenga preguntarnos ¿qué es lo que estamos haciendo? Algunos dirán que “estamos intentando salvarnos”, otros dirán que van en pos de la iniciación, otros dicen que anhelan la realización espiritual.
Pero, hablando objetivamente, lo que estamos haciendo aquí es “encarnar”, bregando permanentemente para que resucite en nosotros el Cristo Íntimo.
El Cristo no puede resucitar en nosotros si no hay vida. Por eso resulta indispensable que quien decida emprender la senda de la cristificación le preste especial atención a la salud de su cuerpo físico. No podemos pensar nosotros que para curarnos del hígado todas las veces tenemos que aplicarnos inyecciones, operarnos, mutilarnos. Necesitamos tener un cuerpo sano, cuidado con una adecuada alimentación que nos permita realizar esa Gran Obra. Entonces pues, debemos colaborar con la naturaleza, con los recursos naturales y efectivos.
Pero no solo un cuerpo físico óptimo, sino también una mente y una psiquis adecuada para que nazca el Cristo. Porque el Cristo nace y se hace hombre en nosotros mediante una serie de valores que tenemos que ir construyendo. Ciertamente esos valores están latentes en cada persona, ¡pero hay que desarrollarlos! Eso no nace y crece así porque hacemos tal o cual práctica todos los días o porque que comemos pura lechuga y repollo. Eso acontece en mérito a una organización que debemos de tener para con el trabajo espiritual. De lo contrario no nos sirven de nada nuestras rutinas.
Dios es capaz de redimirnos, de salvarnos, porque existe un embrión del Cristo dentro nuestro. Cada individuo tiene un Intimo que esta bregando a ver si a través del Buddhi, le infunde un impulso al Manas y el Manas se lo infunde a la mente, la mente al astral, y así sucesivamente. Es un proceso similar a la transmisión de la energía eléctrica desde una central hidroeléctrica. Pero resulta que si no somos capaces de encender el interruptor o switch sería inútil todo el esfuerzo que provenga de esa Central.
Pero, hablando objetivamente, lo que estamos haciendo aquí es “encarnar”, bregando permanentemente para que resucite en nosotros el Cristo Íntimo.
El Cristo no puede resucitar en nosotros si no hay vida. Por eso resulta indispensable que quien decida emprender la senda de la cristificación le preste especial atención a la salud de su cuerpo físico. No podemos pensar nosotros que para curarnos del hígado todas las veces tenemos que aplicarnos inyecciones, operarnos, mutilarnos. Necesitamos tener un cuerpo sano, cuidado con una adecuada alimentación que nos permita realizar esa Gran Obra. Entonces pues, debemos colaborar con la naturaleza, con los recursos naturales y efectivos.
Pero no solo un cuerpo físico óptimo, sino también una mente y una psiquis adecuada para que nazca el Cristo. Porque el Cristo nace y se hace hombre en nosotros mediante una serie de valores que tenemos que ir construyendo. Ciertamente esos valores están latentes en cada persona, ¡pero hay que desarrollarlos! Eso no nace y crece así porque hacemos tal o cual práctica todos los días o porque que comemos pura lechuga y repollo. Eso acontece en mérito a una organización que debemos de tener para con el trabajo espiritual. De lo contrario no nos sirven de nada nuestras rutinas.
Dios es capaz de redimirnos, de salvarnos, porque existe un embrión del Cristo dentro nuestro. Cada individuo tiene un Intimo que esta bregando a ver si a través del Buddhi, le infunde un impulso al Manas y el Manas se lo infunde a la mente, la mente al astral, y así sucesivamente. Es un proceso similar a la transmisión de la energía eléctrica desde una central hidroeléctrica. Pero resulta que si no somos capaces de encender el interruptor o switch sería inútil todo el esfuerzo que provenga de esa Central.
Pedro-Aries
En ese sendero de la cristificación individual , debemos hacer nacer en nosotros mismos al apóstol Pedro. Ese mismo Pedro que hace 2.000 años negara a Jesús. Ese Pedro tiene que nacer en nosotros, desde luego, con otra carne, con otros huesos, pero como apóstol al fin y al cabo. Pero debemos de comprender que, esotéricamente, el apóstol no simplemente la figura humana. El apóstol son esencialmente los valores espirituales que ese hombre tenía Ese apóstol Pedro tiene 3 características en cada uno de nosotros.
Primero es aquel hombre fogoso, intolerante; intrépido, en el sentido de que se enfrenta inclusive al propio Maestro. Esos somos nosotros con esa forma de ser, con esa condensación de criterios en la cabeza. Ese Pedro que, posteriormente, fuera cobarde y negara al Maestro, también lo somos nosotros, ya que hoy podemos ser capaces de enfrentar cualquier situación, pero mañana estamos negando al Maestro, para que no nos juzguen.
Entonces nosotros tenemos que estar en el centro de estos polos opuestos.
Todos los apóstoles tienen tres características y lo vamos a ver. Necesitamos para nuestra obra particular extraer de esos 3 aspectos de cada apóstol solamente aquello nos sirve, y esto es el justo medio. Nosotros no podemos seguir siendo esos fogosos y soberbios que constituyen nuestro Pedro particular, ese mismo Pedro que en un momento de impaciencia saca la espada y le quita la oreja al soldado Malco, lleno de rabia. No podemos hacer aquel Pedro nervioso, ni tampoco ese Pedro miedoso que le dijo: “yo no te conozco” al Divino Rabí de Galilea.
Nosotros tenemos que hacer que en nuestro interior nazca ese Pedro apóstol, el que agarra las llaves del cielo que se las entrega el Cristo Interno particular de cada uno de nos y le dice “Simón, tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Nosotros lo que necesitamos es el Pedro espiritual, aquella persona que comprende que solo a través del nacimiento, solo a través de las responsabilidad en la alquimia, es que vamos a ser Iglesia del Señor. No nos interesa la soberbia, no nos interesa el miedo; eso es lo que hay que eliminar de aquí. Todo hombre es soberbio en el fondo, es demasiado miedoso; frente a esto lo que necesitamos es hacer que nuestra conciencia despierte y asuma la responsabilidad de hacernos ver, a través de lo que pensamos y de lo que sentimos, que solo edificando nuestra Iglesia Interior, podemos alcanzar la ansiada Redención.
Jesucristo, de forma simbólica, le entregó las llaves del cielo a Pedro; así también el discípulo sabe “Mi Cristo Intimo me las tiene que entregar, me las entrega a mi Pedro, al mío...y mi Cristo Intimo le dice, sobre esta Piedra edificaré MI IGLESIA, y las potestades del infierno nunca prevalecerán contra ella”.
Esta es la convicción de la doctrina de la Alquimia, porque así como son 12 los apóstoles, así también son 12 doctrinas que se conjugan en una sola: la del Cristo Íntimo. Cada apóstol tiene la suya, que se conjuga en un principio anímico que hace parte del Cristo.
Ahora bien, Cristo le entrega las llaves a Pedro cuando éste ya aceptó la alquimia como fundamento de la doctrina. La persona que dice: “mire sin alquimia no se hace nada” y lo siente de corazón, ese ya tiene a su Pedro, si bien le falta todavía educarlo, ya que ese Pedro es miedoso, impulsivo, violento, ambiguo. Pero, de todas maneras ya tiene a su apóstol. Ya lo formó, porque tiene la convicción de que sin la alquimia no se hace la obra. Es un principio.
Aries rige a la cabeza simbólicamente Es también la cabeza visible de nuestra Iglesia
Juan- Tauro
Juan es el Verbo. El verbo que primero se utiliza para mentir, para herir, cuando no para sus muy naturales disculpas.
Posteriormente ese Juan se transforma en aquella expresión de una laringe creadora que parla La Palabra, el Verbo.
Tiene que nacer en nosotros un verbo impregnado de fuerza Crística, de fuerza sexual fruto de la castidad gnóstica. Ese es el Juan que es noble, ese el Juan que se sienta a los pies del Maestro para recibir sus enseñanzas. Entiéndanme que no es a uno de estos Maestros que hay por ahí, es los pies de su Cristo Intimo, a recibir de sus sabias enseñanzas. Ese linaje es el de un hombre con castidad, esgrimiendo el poder flamígero de su espada. Es este el discípulo amado al que el Maestro le dirá “Hijo mío, he ahí a tu Madre”, porque la Madre Divina es la que le da el poder flamígero en la palabra.
Nosotros tenemos aprender pues a esgrimir correctamente el poder de la palabra. Cuando nos ubicamos bien, cuando somos capaces de integramos bien con nosotros mismos y con ese apóstol Pedro y luego expresamos una enseñanza a la gente, indiscutiblemente nuestro Juan interior es capaz de comunicarse con ese otro Juan que está allá en el corazón de los hombres y de las mujeres que escuchan la doctrina.
Tenemos que aprender a utilizar la palabra para CREAR. No podemos seguir nosotros utilizando la palabra para mentir, para herir, para difamar. Porque la palabra en un hombre o en una mujer que esté ya integrado con su apóstol Pedro tiene tanto poder que sería capaz incluso de matar, y los mata porque el Verbo es una espada. “La palabra es una espada de dos filos” dice el Cristo, por ello es necesario que nosotros le demos el valor justo que tiene la palabra, para que en nosotros, en esta laringe, nazca ese Juan, que recibe la consigna del Maestro: “Hijo he ahí a tu Madre”. Ese venerable Juan que es capaz de estar junto al Divino Rabí en todo momento. Entonces pueden llevarse al Maestro a cualquier lugar del Mundo y allá está ese Juan, porque es la Palabra, la Palabra nunca puede estar lejos del Maestro, porque es el mismo Maestro.
Notemos el aspecto biológico de esta verdad esotérica: cuando un hombre llega a la pubertad cambia la voz. Como sabemos, esto ocurre porque el sexo ya empieza a ejercer un poder en esa laringe que necesitamos para parlar posteriormente la palabra que viene del espíritu.
La palabra es sexual cien por cien. El Maestro Samael Dice: “Mis libros son escritos con ascuas, son escritos con fuego”, porque el Maestro es fuego, el Maestro es el resultado de la Alquimia, indiscutiblemente así podemos sacar fotocopias y fotocopias, pero cada texto queda impregnado de algo con lo que fue hecho. Nosotros para poder esgrimir la palabra, tenemos que ser castos, indiscutiblemente; sino no tiene que estar Pedro presente en la supuesta obra que estamos haciendo, por eso es el primer Apóstol, no es ni siquiera el patrón de la gran obra que es Santiago. Tiene que estar Pedro en primerísimo lugar, porque él es el que le va dando la energía. Es el señor que tiene la llave de la despensa de la cual sacamos todo el alimento para los 12 Apóstoles.
Tauro rige la laringe creadora del Verbo: En el principio fue el Verbo, y el Verbo se hizo carne
Judas- Géminis
Judas tiene tres aspectos, lo mismo que los otros apóstoles del drama crístico: Siempre son tres: uno positivo, uno negativo y uno neutro. Nosotros vamos con el neutro, por el camino del justo medio. Para una Obra que pretende ir mas allá en el sendero de la vasta comprensión esotérica no nos interesa lo bueno de Juan, ni lo malo de Juan. Lo que nos interesa es lo neutro, el equilibrio. Así, en el caso del apóstol Juan lo esencial es el Verbo, la Palabra.
Uno de los aspectos negativos de Judas es ser terriblemente pasionario, del mismo modo que uno de los aspectos excelentes de Judas es el de tener una inteligencia extraordinaria para la muerte del ego. Pero, en el fondo, Judas como discípulo del Maestro constituye el depositario de la doctrina –por esto se dice que Judas era el tesorero de los apóstoles-; el depositario de la doctrina del Cristo, que es la que nos interesa y también el depositario de toda la maldad, porque el Judas en el trabajo esotérico cristiano es aquel que precisamente conoce toda la maldad de la pasión. Por así decirlo, es aquel que conoce la sabiduría de Lucifer del mismo modo que conoce la sabiduría del Cristo.
Cuenta la tradición que cuando el Maestro decía aquello de “orad para que no caigan en tentación”, “permanezcan en vigilia”, Judas –Yehuda- era el único de los doce que no estaba dormido. Él se hallaba despierto porque tenía que entregar cuentas a quienes buscaban al Maestro Jeshua.
Por esto es que en nuestro trabajo esotérico individual lo que nos interesa de Judas es precisamente esa inteligencia que posee sobre el ego. Y esa inteligencia es precisamente la capacidad que tiene Judas de “permanecer despierto” de “captar” toda acción, todo movimiento, todo pensamiento del ego. Cuando realizamos adecuadamente esa disciplina esotérica indispensable que es la AUTOOBSERVACIÓN OBJETIVA, es precisamente nuestro Judas Interior el que está ejerciendo tal virtud.
Naturalmente, hay un momento dentro del trabajo gnóstico en el que nosotros podemos caer en garras del Judas malo (del aspecto negativo del apóstol Judas) y es entonces que corremos un gravísimo riesgo, porque ese Judas malo particular nos coge y nos entrega directamente a Lucifer, a los mundos infiernos. Esto ocurre cuando no somos diligentes para con nuestro propio trabajo esotérico particular. Es indispensable que nuestra Consciencia sea capaz de conocer las estrategias de la maldad, de la pasión y de todos esos elementos infrahumanos que llevamos dentro de nuestra psiquis. Si nos integramos adecuadamente con esa capacidad de Autoobservación, es el Judas Interno el que nos permite conocer las “estrategias de batalla”, los “movimientos de ajedrez” que realizan los diferentes egos en el interior de nuestro país psicológico. Desarrollar esa habilidad es indispensable para que caigamos en el grave riesgo que significa estar en la DUALIDAD. Todo personaje que cae en la dualidad es ese que en los mitos y leyendas sagradas se transforma en una estatua de sal. Quienes han visto la película “Furia de Titanes” recordarán que Perseo no puede ver a la Medusa. No la puede ver porque de lo contrario se convertiría en piedra, por eso es que para poder observar sus movimientos se vale de un escudo. Ese escudo es la Conciencia. Por esto es que hay que trabajar con la conciencia de ese apóstol que se llama Judas. La conciencia de Judas –Yehuda- es la que nos ayuda a estudiar el ego, sin el riesgo de identificarse con la situación, sin eso de quedarse mirando embelesado aquello que no tiene que ver. Los varones comprenden especialmente a qué nos referimos con esto último.
Si ese Judas divino no nos saca de allí, nos agarra el Judas de la pasión y nos entrega directamente a Lucifer y allí si no hay nada que hacer, porque si bien es cierto de acuerdo a nuestra tradición hermética que Lucifer nos ayuda en el trabajo, también no es menos cierto que por una mala acción nos manda sin escalas para el abismo, al rechinar de dientes, de donde ya no hay regreso.
Recapitulando: el único que no se queda dormido en la Obra que estamos haciendo es Judas, él es quien está pendiente de cualquier circunstancia que nos haga caer en el sueño de la conciencia, él es el que nos señala los diferentes egos o yoes psicológicos que se manifiestan en nuestra vida cotidiana. Y es que hasta tanto el Cristo no esté en absoluta posición de su potestad (Iniciaciones Mayores), estamos expuestos a también nosotros a identificarnos con las ilusiones de este mundo (maya), con el ego, con la pasión. Si somos tan torpes de caer en semejantes identificaciones, incuestionablemente nos transformamos en estatuas de mármol.
El iniciado debe aprender a caminar por la vida en el justo medio de la consciencia por medio de la perfecta Autoobservación interior. Esto es, nada de identificarnos con virtudes, nada de identificarnos con el pecado. Porque escrito está que cualquiera que se identifica con las virtudes se queda esclavo de las virtudes, metido entre ladrones y no sigue su camino. Ser santo es necesario al principio de la senda, pero si queremos de verdad avanzar en el sendero de la alquimia, debemos aprender a ser más intrépidos aún que los santos. Esa es la ciencia gnóstica de Judas, el más exaltado de los apóstoles.
Cuando Judas nos muestra el defecto, el agregado psicológico, el ego animal dentro de nuestro universo interior primero lo identificamos, luego sigue el proceso de la retrospección y de la petición a la Divina Madre para que este defecto sea aniquilado.
En este proceso es necesario comprender la Inteligencia que no es sino un átomo del Ser que tenemos en la cabeza, en el cerebro. Ilustraremos diciendo que, una vez identificado un determinado “ego”, el Judas Intimo remite un aviso a ese átomo de la inteligencia que es una partícula de nuestro Cristo particular. Le dice: “Maestro, estos te buscan”. Ahora, mientras nuestro Cristo Intimo no ha nacido en nosotros, lo que nosotros tenemos es un átomo de la inteligencia que captura los mensajes que le trae ese apóstol que es un gran investigador en nosotros y que no se queda dormido, nunca se queda dormido en el hombre o en la mujer que ya está haciendo la obra. El Judas particular es inteligente, ese Judas Divino no se queda dormido, ni estando el cuerpo dormido, ni estando el cuerpo en vigilia, él está en una constante actividad porque él no tiene derecho a descansar nunca. El día que el Judas particular se pusiera a descansar violaría la ley y sería desintegrado.
Ese aspecto fundamental depende entonces de la obediencia, la disciplina y la voluntad que tengamos para con nuestro trabajo psicológico interno, con nuestra decisión de Despertar la Consciencia. Esto ocurre cuando nosotros utilizamos todos los eventos de nuestra vida para aprender a Despertar del Sueño de la Consciencia. El que no se decide por aprender lo divino, el Judas interior educa al individuo para lo malo.
A Judas se le conoce por eso como el “judío errante” porque está en toda la humanidad, despertando a algunos, pero condenando al abismo a la gran mayoría.
Géminis es a ambiguedad de Judas.
Felipe- Cáncer
Felipe tiene una característica que es el ocultismo, toda persona que este practicando la enseñanza gnóstica tiene que indiscutiblemente entregarse al aprendizaje del ocultismo y si no, no hace nada.
Es impostergable que comprendamos que la Obra de carácter alquímico que estamos realizando o intentando realizar es la Obra del Cristo y el Cristo dijo “Mi reino no es de aquí”. Por ello es que nosotros tenemos que ir penetrando en lo que está más allá de los fenómenos sensoriales, de eso que podemos captar con los cinco sentidos físicos, y esto solo puede ocurrir si somos capaces de comprender y de aceptar aquellos los fenómenos que están más allá de lo que percibe el común de las gentes dormidas de este mundo. Tenemos que amar el ocultismo, tenemos que saber que lo que estamos haciendo aquí no es mas que una etapa necesaria para extraer conciencia y energía que nos permitirá continuar el trabajo en las esferas superiores.
Hay que amar el ocultismo. Tener esa convicción de que cuando nos quedamos dormidos estamos viviendo un fenómeno en los mundos internos, en el plano astral. Comprender que cuando permitimos que nuestra consciencia duerma a causa de haberse fascinado con algo, nuestra mente -nuestro plano y cuerpo mental- está maquinando cosas que se corresponden a fenómenos de los mundos internos.
Es impostergable perfeccionar el ocultismo práctico en nuestras vidas a través de una profunda reflexión de momento en momento, y comprender también que lo único para lo que necesitamos este cuerpo tridimensional es para ADQUIRIR CONCIENCIA, la misma que nos servirá como fundamento de nuestra tarea alquímica. A este proceso iniciático se llama, en otras partes, la construcción del Templo de Salomón.
El Templo de Salomón es dirigido en su construcción por el mítico Hiram Abif. Hiram Abif es el Cristo de cada uno de nosotros. Pero si no tenemos a ese apóstol Felipe que nos esté enseñando el ocultismo, los fenómenos extrasensoriales, los prodigios que tenemos que reconocer a través de la inspiración y del asombro. El sentido del asombro es fundamental en este trabajo. Nosotros muchas veces hemos perdido esa capacidad de asombro de la que si son capaces los niños. Hay que rescatar en nuestro Niño Interior ese sentido del asombro y novedad para disfrutar de los encantadores prodigios que nos promete este sendero espiritual.
Se necesita amar el ocultismo. Pidamos a nuestra Divina Madre que en los Mundos internos nos instruya, que nos enseñe, que nos ayude a despertar. En los sagrados rituales se oye una voz que dice: “perdimos el despertar en los mundos superiores, pedimos el auxilio...”. Pidamos también eso nosotros. Es el apóstol Felipe quien nos advierte, de distintos modos, que necesitamos conocer, practicar y vivenciar objetivamente el ocultismo, a fin de no convertirnos en una de esas “cotorras del espiritualismo” de las que lamentablemente existen millares en este mundo de hoy, abundante en teorías, especulaciones, fantasías y falsedades.
En gran medida quienes hemos llegado hasta aquí somos personas que amamos el ocultismo y tenemos la comprensión intelectual suficiente para saber que hay algo “mas allá” de lo que suponen las masas ignorantes y fantasiosas. Nosotros seguramente comprendemos que existe un mundo astral, que es posible realizar un desdoblamiento de ese tipo que nos permita investigar objetivamente en esos espacios los misterios de la vida y de la muerte; ya no somos como esos fanáticos de las religiones exotéricas que etiquetan todo como “brujería” o “herejía”, gentes de limitada comprensión que pueden ser excelentes individuos, eminencias sociales o políticas, pero que niegan rotundamente las evidencias que ofrecen los grandes misterios del ocultismo. Tales individuos, a lo sumo, se circunscriben a los dogmas que les enseñan sus religiones y sostienen que tienen un alma y que serán salvados cuando mueran. Esas personas repiten semejantes conceptos de manera mecánica, son incapaces de pretender descubrir mas allá de sus propias narices eso que tanto predican. ¿Han ido a los mundos internos y han regresado de allí para corroborarlo? Claro que no. Por lo tanto son unos tremendos mentirosos.
Nosotros sabemos que la misión de salvarse está aquí y ahora, porque una vez que desencarnemos no hay nada que hacer, solo aceptar el filo de la guillotina. Pero no solo debemos amar el ocultismo, sino fundamentalmente practicarlo, investigar por nosotros mismos eso que tanto pregonamos, de otro modo somos igual o peor de fanáticos que aquellos amigos nuestros.
Ocultismo práctico. Esa es la facultad del apóstol Felipe.
Cáncer está regido por la Luna, Madre del Ocultismo, la Meditación y la Reflexión.
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