Eum nec iuxta intuitum hominis
iudico homo enim videt ea quae parent Dominus autem intuetur cor: “No ve Dios como el hombre, el hombre ve la
figura, pero Dios mira el corazón” (1 Sam 16, 7). La limosna, la oración, el
ayuno, que son las formas prácticas de la vida religiosa más ordinariamente en uso, expresan la voluntad
de alcanzar a Dios y parecérsele, para colaborar en su obra. Son actos que
tienen un valor objetivo, a condición, sin embargo, que no se hayan corrompido
por una intención viciosa, el egoísmo o la vanidad. Si el ayuno, la oración y
la limosna se practican ante los hombres para que se vea y provoque alabanzas,
ya no son signos de religión. Por esto dijo Jesús:
Attendite, ne iustitiam vestram
faciatis coram hominibus, ut vi deamini ab eis; alioquin mercedem non habetis
apud Patrem vestrum, qui in caelis est: “Guardaos de hacer vuestra justicia
delante de los hombres, para que os vean; de otro modo, no tendréis mérito
delante de vuestro Padre Celestial”.
El discípulo de Cristo busca la
gloria de Dios y no la suya propia. “Cómo podéis hacer creer vosotros, que os
glorificáis unos a otros, y no buscáis
la gloria que viene del dios único?” (Jn V, 44). Si alguno busca su propia
gloria, la estima de los hombres es su recompensa. Recompensa mediocre, situada
al mismo nivel de la intención mediocre que inspira su gesto. Aquel que actúa
para alcanzar a Dios tiene la recompensa
de estar unido con Él. Recompensa inmanente al acto, flor que se abre en
la rama de su misma acción. Pero no se puede reducir a esta inmanencia la
recompensa de que habla el Sermón de la Montaña, desde las Bienaventuranzas
hasta el “verdadero tesoro” (Mt VI, 19-21). La perspectiva es escatológica.
Cum ergo facies eleemosynam, noli
tuba canere ante te, sicut hypocritae faciunt in synagogis et in vicis, ut
honorificentur ab hominibus. Amen dico vobis: Receperunt mercedem suam. Te autem faciente eleemosynam, nesciat
sinistra tua quid faciat dextera tua, ut
sit eleemosyna tua in abscondito, et Pater tuus, qui videt in abscondito,
reddet tibi : “ Por tanto, cuando des limosna, no toques la trompeta delante de ti, como hacen los
hipócritas en las sinagogas y en las calles para que los hombres los alaben. En
verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando des
limosna, que no sepa tu mano izquierda
lo que hace tu derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre
que ve lo secreto, te recompensará”.
Para ser perfecto como el Padre
celestial es perfecto, el cristiano no espera nada a cambio de lo que da, ni
estima ni gratitud. Su mano izquierda no pide nada mientras la derecha se
despoja. La caridad, si bien es intercambio, no es trueque. El intercambio es
reciprocidad de recepción y de don. Sin embargo, la caridad no es un trueque.
El trueque es un comercio. No hay que ofuscarse se chocamos contra la
ingratitud, sino por el contrario alegrarse, puesto que estamos entonces más
seguros de nuestro desinterés. Qui se invitaverat cum facis prandium aut cenam
noli vocare amicos tuos neque fratres tuos neque cognatos neque vicinos divites
ne forte et ipsi te reinvitent et fiat tibi retributio, cum facis convivium
voca pauperes debiles claudos caecos, et beatus eris quia non habent retribuere
tibi retribuetur enim tibi in resurrectione iustorum: Cuando des una comida o cena, no llames a tus
amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea
que ellos te inviten a su vez y ya quedes pagado. Cuando des un banquete invita
a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; entonces serás dichoso
porque ellos no pueden pagarte, y recibirás tu recompensa en la resurrección de
los justos (Lc XIV, 12-14).
Quid autem habes quod non accepisti? “¿Qué
tienes que no hayas recibido?” (1 Cor
IV, 7). Non potest homo accipere quicquam nisi fuerit ei datum de caelo
: “Un hombre no puede apropiarse de nada
sino le es dado del cielo” (Jn III, 27). Gratis accepistis, gratis date:
“Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis” (Mt X, 8).
Limosna y caridad no deben
confundirse. Determinada manera de dar limosna testifica una falta de
caridad, o una caridad sin delicadeza.
Si la limosna se hace según el espíritu de Cristo, es una forma de caridad
(indudablemente él mismo la practicó, cfr. Jn XIII, 29), pero no es la única ni
la más elevada.
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