lunes, 29 de marzo de 2010

Evangelismo esotérico - II parte

El error de las interpretaciones eclesiásticas comunes consiste en que lo que se refiere al “esoterismo” se considera como refiriéndose a la vida futura, y lo que se refiere a los “discípulos” se considera como refiriéndose a todos los hombres.
Debe notarse además que las diferentes líneas de pensamiento se encuentran mezcladas unas con otras en los Evangelios. A menudo un mismo pasaje se refiere a diferentes líneas de pensamiento. Con frecuencia pasajes diferentes, o pasajes formulados diferentemente, expresan una misma idea, se refieren a una misma línea de pensamiento. En ocasiones pasajes que se suceden entre sí y que aparentemente siguen uno tras otro, se refieren en realidad a ideas completamente distintas.
Hay pasajes, por ejemplo “sed como pequeños niños”, que tienen docenas de significados diferentes al mismo tiempo. Nuestra mente se rehúsa a concebir, se rehúsa a comprender, estos significados. Y aun cuando escribamos estos distintos significados en el momento en que nos son explicados, o en el momento en que nosotros mismos llegamos a comprenderlos, y después leamos las notas hechas en distintas ocasiones, nos parecerán fríos y vacíos, sin sentido, porque nuestra mente no puede entender simultáneamente más de dos o tres significados de una idea.
Además de ésto, hay muchas palabras extrañas en el Nuevo Testamento, cuyo significado no conocemos realmente, tales como “fe”, “misericordia”, “redención”, “sacrificio”, “oración”, “limosnas”, “ceguera”, “pobreza”, “riqueza”, “vida”, “muerte”, “nacimiento” y muchas otras. Si logramos entender el significado oculto de estas palabras y expresiones, el contenido general se hace inmediatamente claro e inteligible y a menudo completamente opuesto a lo que generalmente se supone.
En lo que sigue, trataré solamente de las dos líneas de pensamiento que he mencionado. De modo que la interpretación que daré aquí no agotará la totalidad de contenidos de la enseñanza evangélica y aspirará sólo a mostrar la posibilidad de explicar algunas ideas del Evangelio en conexión con las ideas del esoterismo y de la “sabiduría oculta”. Si leemos los Evangelios teniendo en cuenta que el Reino del Cielo significa el círculo interno de la humanidad, todo adquiere inmediatamente un nuevo sentido y significado.
Juan Bautista dice:
“Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado”. (Mat. 3.2).
Y dice inmediatamente después que los hombres no deben esperar recibir el Reino del Cielo permaneciendo tal como están, que éste no es de ningún modo su derecho, que en realidad merecen algo completamente diferente.
“Y viendo él muchos de los Fariseos y de los Saduceos, que venían a su bautismo, decíales: Generación de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira que vendrá? Haced pues frutos dignos de arrepentimiento. Y no penséis decir dentro de vosotros: A Abraham tenemos por padre: porque yo os digo, que puede Dios despertar hijos a Abraham aún de estas piedras.” (Mat. 3.7-9).

Juan Bautista subrayó con extraordinario poder la idea de que el Reino del Cielo está reservado sólo a unos cuantos que lo merecen. Para los demás, para aquéllos que no lo merecen, no deja ninguna esperanza.
“Ahora, ya también la segur está puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no hace buen fruto, es cortado y echado en el fuego.” (Mat. 3.10).
Y más adelante, hablando de Cristo, pronuncia palabras que se han olvidado más que cualesquiera otras: “Su aventador, en su mano está, y aventará su era: y allegará su trigo en el alfolí, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.” (Mat. 3.12)
Jesús, al hablar del Reino del Cielo, varias veces hace hincapié en la excepcional significación de la prédica de Juan Bautista:
“Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, al reino de los cielos se hace fuerza, y los valientes lo arrebatan.” (Mat. 11.12).
“La ley y los profetas hasta Juan: desde entonces el reino de Dios es anunciado, y quienquiera se esfuerza a entrar en él.” (Lucas 16.16)
Jesús mismo, cuando empieza a hablar del Reino de los Cielos, usa las mismas palabras dichas por Juan:
“Arrepentíos: que el reino de los cielos se ha acercado.” (Mat 4.17). En el Sermón de la Montaña dice:
“Bienaventurados los pobres en espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos.” (Mat. 5.3). Pobres en espíritu es una expresión muy enigmática, que ha sido siempre erróneamente interpretada y ha dado pábulo a las más increíbles tergiversaciones de las ideas de Cristo.
“Pobres en espíritu” desde luego no significa débiles en espíritu, y ciertamente no significa pobres, es decir, desposeídos en el sentido material. En su verdadero significado estas palabras encierran la idea budista del despego de las cosas. Un hombre que por la fuerza de su espíritu se hace a si mismo despegado de las cosas, por así decirlo, se priva de ellas, es decir, cuando las cosas tienen para él tan poco significado como si no las hubiera tenido y no hubiera sabido de ellas, es pobre en espíritu.
Este despego es una condición necesaria para acercarse al esoterismo o al Reino del Cielo. Más adelante Jesús dice: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia: porque de ellos es el reino de los cielos.” (Mat. 5.10).
Esta es la segunda condición. Un discípulo de Cristo debe esperar ser “perseguido por causa de la justicia.”
Los hombres del “círculo exterior” odian y persiguen a los hombres del “círculo interior”, particularmente a aquéllos que tratan de ayudarlos. Y Jesús dice: “Bienaventurados sois cuando os vituperaren y os persiguieren, y dijeren de vosotros todo mal por mi causa, mintiendo.
“Gózaos y alegraos; porque vuestra merced es grande en los cielos: que así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.” (Mat. 5.11,12).
“El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.” (Juan 12.25).
“Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me aborreció antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; mas porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso os aborrece el mundo. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: No es el siervo mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros perseguirán.” (Juan 15. 18-20).
“Os echarán de las sinagogas; y aún viene la hora, cuando cualquiera que os matare, pensará que hace servicio a Dios.” (Juan 16.2).
Estos pasajes subrayan muy claramente la inaccesibilidad de las ideas esotéricas para la mayoría, para la multitud. “Todos estos pasajes prevén muy definidamente los resultados de la predicación del Cristianismo. Pero generalmente ésto se entiende como si se refirieran a las persecuciones por la predicación del Cristianismo entre los paganos, cuando en realidad Jesús se refería a las persecuciones por la predicación del Cristianismo esotérico entre los seudocristianos, o a los esfuerzos de conservar las verdades esotéricas dentro de un Cristianismo eclesiástico que poco a poco se corrompía más.
Justos pasajes subrayan muy claramente la inaccesibilidad de las y del camino que lleva a él, y subraya claramente la diferencia entre los valores esotéricos y los valores terrenales.
No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladrones minan y hurtan; Mas haceos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompe, y donde ladrones no miran ni hurtan; Porque donde estuviere vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón. Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se llegará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a Mammón. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. (Mat. 6.19, 20, 21, 24, 33).
Estos pasajes son entendidos también demasiado simplemente, en el sentido de la oposición de los deseos terrenales de propiedades y poder al deseo de la salvación eterna. Jesús fue mucho más sutil que eso, y, al prevenir contra el amasamiento de tesoros en la tierra, en realidad prevenía contra las formas religiosas externas y la piedad externa y la santidad externa, que más tarde se convirtieron en el objetivo del Cristianismo eclesiástico.
En el capitulo siguiente Jesús habla de la necesidad de salvaguardar las ideas del esoterismo y de no divulgarlas sin discriminar, ya que hay gentes para quienes estas ideas son en esencia inaccesibles, y que a la medida en que puedan entenderlas las deformarán inevitablemente, harán un uso equivocado de ellas y las volverán contra quienes tratan de hacerles comprender estas ideas.
“No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos; porque no las rehuellen con sus pies, y vuelvan y os despedacen.” (Mat. 7.6).
Pero inmediatamente después de ésto. Jesús hace ver que el esoterismo no está oculto para aquéllos que realmente lo buscan.
“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, a quien si su hijo pidiere pan, le dará una piedra? Y si le pidiere un pez, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mat. 7.7-11).
Sigue después una advertencia muy significativa. Según ella es mejor no entrar en el camino del esoterismo, es mejor no principiar la tarea de la purificación interna, que principiarla y abandonarla, levantar y tirar, o principiar correctamente y luego tergiversar todo.
“Cuando el espíritu inmundo saliere del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice: Me volveré a mi casa de donde salí. Y viniendo, la halla barrida y adornada. Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, habitan allí: y lo postrero del tal hombre es peor que lo primero.” (Lucas 11. 24-26).
Esto también puede referirse al Cristianismo instituido en iglesias, que puede representar una casa barrida y adornada.
Y más adelante Jesús habla de la dificultad del camino y de la posibilidad de los errores. “Entrad por la puerta estrecha: porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: mas el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” (Mat 7. 13, 14 & 21).
Aquí se llama “vida” al esoterismo. Esto es particularmente interesante en comparación con otros pasajes, que hablan de la vida ordinaria como “muerte” y de los hombres como los “muertos”.
En estos pasajes se puede ver la relación entre el círculo interno y el circulo externo, es decir, se puede ver cuan grande es uno, el externo, y cuan pequeño es otro, el interno. En otro lugar Jesús dice que el “pequeño” puede ser mayor que el “grande”. “Y decía: ¿A qué haremos semejante el reino de Dios? ¿o con qué parábola le compararemos? Es como el grano de mostaza, que, cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las simientes que hay en la tierra; Pero después de sembrado, sube, y se hace la mayor de todas las legumbres, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo puedan morar bajo su sombra.” (Marcos 4. 30-32).
El capitulo siguiente habla de la dificultad de acercarse al esoterismo y del hecho de que el esoterismo no brinda beneficios terrenos y algunas veces incluso se opone a las formas y a las obligaciones mundanas.
“Y llegándose un escriba, le dijo: Maestro, te seguiré a donde quiera que fueres. Y Jesús le dijo: Las zorras tienen cavernas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recueste su cabeza. Y otro de sus discípulos le dijo: Señor, dame licencia para que vaya primero, y entierre a mi padre. Y Jesús le dijo: Sigúeme; deja que los muertos entierren a sus muertos.” (Mat. 8. 19- 22).
Al final del capítulo siguiente se hace mondón de la gran ayuda que los hombres necesitan del círculo interno, y de la dificultad de ayudarlos.
“Y viendo a las gentes, tuvo compasión de ellas; porque estaban derramadas y esparcidas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.” (Mat. 9. 36-38).
En el siguiente capítulo se dan instrucciones a los discípulos sobre aquéllo en lo que debe consistir su trabajo.
“Y yendo, predicad diciendo: El reino de los cielos se ha acercado.” (Mat. 10.7).
“Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído predicadlo desde los terrados.” (Mat. 10.27).

Pero inmediatamente después de esto Jesús agrega que la enseñanza del esoterismo da resultados completamente diferentes de aquellos que, desde el punto de vista de la vida ordinaria, los discípulos pueden esperar. Jesús explica que por su predicación de la doctrina esotérica él ha traído a los hombres todo menos paz y tranquilidad, y que la verdad divide a los hombres más que cualquier otra cosa, porque, también, sólo unos cuantos pueden recibir la verdad.
“No penséis que he venido para meter paz en la tierra; no he venido para meter paz, sino espada. Porque he venido para hacer disensión del hombre contra su padre, y de la hija contra su madre, y de la nuera contra su suegra. Y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama padre o madre más que a mi, no es digno de mí; y el que ama hijo o hija más que a mí, no es digno de mí.” (Mat. 10-34-37).
El último versículo expresa la idea budista de que el hombre no debe tener “apego” por nadie ni por nada. (“Apego” en este caso no significa de ningún modo “simpatía” o “afecto” en el sentido en que estas palabras se usan en el lenguaje moderno). “Apego” en el sentido budista (y en el evangélico) de la palabra significa un sentimiento pequeño, egoísta y servil. Esto no es “amor” de ninguna manera, ya que un hombre puede odiar aquéllo a lo que está vinculado, puede tratar de libertarse y no poder hacerlo. El “apego” a las cosas, a las gentes, aun al propio padre y a la propia madre, es el principal obstáculo en el camino que conduce al esoterismo.
Más adelante esta idea se subraya todavía más.
“Y vinieron a él su madre y hermanos; y no podían llegar a él por causa de la multitud. Y le fue dado aviso, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera, que quieren verte. El entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la ejecutan.” (Lucas 8. 19-21).
Después de ésto Jesús empieza a hablar del Reino del Cielo en parábolas. La primera es la del sembrador.
“Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí el que sembraba salió a sembrar. Y sembrando, parte de la simiente cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. Y parte cayó en pedregales, donde no tenia mucha tierra; y nació luego, porque no tenía profundidad de tierra. Mas saliendo el sol, se quemó; y secóse porque no tenia raíz. Y parte cayó en espinas; y las espinas crecieron, y la ahogaron. Y parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta. Quien tiene oídos para oir, oiga.” (Mat. 13.3-9).
Esta parábola, que contiene una descripción completa y exacta de la predicación del esoterismo y de todos sus posibles resultados, y que guarda una relación directa con la predicación del mismo Cristo, es casi la más importante de todas las parábolas.
El significado de esta parábola es bien claro. Se refiere, desde luego, a las ideas esotéricas, a las ideas del “Reino del Cielo”, que son recibidas y comprendidas sólo por unos cuantos y que para la inmensa mayoría desaparecen sin dejar ninguna huella. Y esta parábola termina también con las palabras “quien tiene oídos para oír, oiga.” En la plática siguiente con los discípulos Jesús señala la diferencia que hay entre los discípulos y los que no lo son.
“Entonces, llegándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? Y él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros es concedido saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no es concedido.” (Mat. 13. 10, 11).
Aquí principian las explicaciones que se refieren a la “escuela” y a los métodos de escuela”. Como se verá después, mucho de lo que se dice en el Evangelio iba dirigido solamente a los discípulos y tiene significado sólo en una escuela, y sólo en conexión con los otros métodos y necesidades de la escuela.
En relación con esto Jesús habla de una ley psicológica y posiblemente cósmica, que parece incomprensible sin explicaciones, pero las explicaciones no son expuestas en el Evangelio, aun cuando por supuesto fueron dadas a los discípulos.
“Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aún lo que tiene le será quitado.” (Mat. 13-12).
Luego Jesús vuelve a las parábolas, es decir, a la idea de las parábolas.
“Por eso les hablo por parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.” (Mat. 13-13).
Y lo mismo en San Lucas:
“A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; mas a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.” (Lucas 8.10).
“Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; porque no vean con los ojos, y entiendan de corazón, y se conviertan, y yo los sane.” (Isaías 6.10; Juan 12.40).
“Porque el corazón de este pueblo está engrosado, y de los oídos oyen pesadamente, y de sus ojos guiñan... Mas bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron: y oír lo que oís, y no lo oyeron.” (Mat. 13.15-17).
La enseñanza por parábolas era un rasgo característico de Cristo. Renán encuentra que en la literatura del Judaísmo no había nada que pudiera servir como modelo para esta forma.
Escribe Renán:
“Es sobre todo en la parábola en donde el maestro sobresale. Nada en el Judaísmo le había dado el modelo de este género delicioso. Fue él quien lo creó.”
“C´est surtout dans la parábolo que le maitre excellait. Ríen dans le Judaismo ne luí avait donné le modele de ce genre délicieux. C’est lui qui l’a creé.” (Vie de Jesus, par E. Renan (Nelson Editeurs), pag. 116).
Después, con la sorprendente inconsecuencia que caracteriza a todo el pensamiento “positivista” del siglo XIX, y particularmente al mismo Renán, éste agrega:
“Es verdad que en los libros budistas se encuentran parábolas exactamente del mismo tono y de la misma factura que las parábolas evangélicas. Pero es difícil admitir que una influencia budista se ejerció en éstas.”
“II est vrai qu’on trouve dans les livres boudhiques des parábolos exactement du méme ton et de la méme facture que les parábolos évan-geliques. Mais il est diffícile d’admettre qu’une influence bouddhique se soit exercée en ceci.”
En realidad, la influencia budista en las parábolas está más allá de toda duda. Y las parábolas, más que cualquier otra cosa, demuestran que Cristo estaba familiarizado con el pensamiento oriental, y especialmente con el Budismo. Renán trata generalmente de presentar a Cristo como un hombre muy ingenuo, que sentía mucho, pero que pensaba y que sabía poco. Renán no era sino la expresión de su propia época y de los puntos de vista de su tiempo. La cualidad característica del pensamiento europeo es que nosotros sólo podemos pensar en extremos. Por la misma razón somos incapaces de darnos cuenta de las sutiles distinciones psicológicas que Cristo introduce en sus parábolas y en las explicaciones de éstas.
Las explicaciones que Cristo da de las parábolas a sus discípulos no son menos interesantes que las parábolas mismas.
“Oíd, pues, vosotros la parábola del que siembra: Oyendo cualquiera la palabra del reino, y no entendiéndola, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado junto al camino. Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y luego la recibe con gozo.
“Mas no tiene raíz en si, antes es temporal: que venida la aflicción o la persecución por la palabra, luego se ofende. Y el que fue sembrado en espinas, éste es el que oye la palabra; pero el afán de este siglo, y el engaño de las riquezas, ahogan la palabra, y hácese infructuosa.” (Mat. 13. 18-22).
Luego viene la parábola de la cizaña:
“Otra parábola les propuso, diciendo: El reino de los cielos es semejante al hombre que siembra buena simiente en su campo; Mas durmiendo los hombres, vino su enemigo, y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
“Y como la hierba salió e hizo fruto, entonces apareció también la cizaña. Y llegándose los siervos del padre de la familia, le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena simiente en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? Y él les dijo: Un hombre enemigo mió ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la cojamos?
“Y él dijo: No; porque cogiendo la cizaña, no arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Coged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; mas recoged el trigo en mi alfolí.” (Mat. 13. 24-30).
La parábola del sembrador y la de la cizaña tienen muchos significados diferentes. En primer lugar, desde luego, expresan el contraste de las ideas esotéricas puras con las ideas entremezcladas con la “cizaña” sembrada por el diablo. En este caso los granos o semillas significan ideas.
En un lugar dice Cristo:
“El que siembra es el que siembra la palabra.” (Marcos 4.14).
En otros casos la semilla o grano simbolizan al hombre. El “grano” jugó un papel muy importante en los antiguos Misterios. La idea del “entierro” del grano en la tierra, su “muerte” y “resurrección” en la forma de un retoño verde, simbolizaba toda la idea de los Misterios. Hay muchas ingenuas tentativas seudo-científicas para explicar los Misterios como “mitos agrícolas”, es decir, como una supervivencia de antiguos ritos “paganos” de un primitivo pueblo agricultor. En realidad la idea era infinitamente mucho más amplia y profunda y fue concebida realmente no por un pueblo primitivo, sino por una de las civilizaciones pre-históricas extinguidas hace mucho tiempo. El “grano” representaba alegóricamente al “hombre”. En los Misterios que se celebraban en Eleusis, cada uno de los candidatos para la iniciación llevaba, en una procesión especial, un grano de trigo en una pequeña escudilla de barro. El secreto que se revelaba a un hombre en la iniciación estaba contenido en la idea de que el hombre puede morir como un simple grano o puede surgir otra vez en alguna otra forma viviente. Esta era la idea principal de los Misterios, que era expresada por varios símbolos diferentes. Cristo hace uso con frecuencia de la misma idea, y hay una enorme fuerza en ella. La idea contiene una explicación biológica de todas las series de los intrincados y complejos problemas de la vida. La naturaleza es extraordinariamente generosa, casi pródiga, en sus métodos. Crea una enorme cantidad de semillas para que sólo unas cuantas germinen y puedan sobrevivir. Si se mira al hombre como un grano, la “cruel” ley de que continuamente se habla en la enseñanza evangélica, de que la mayor parte de la humanidad no es sino “paja” que habrá de quemarse, se hace comprensible.
Cristo vuelve frecuentemente a esta idea, y en sus explicaciones la idea pierde su crueldad, porque se pone claro que en la “salvación” o “perdición” de todo hombre no hay nada preordenado o inevitable, que tanto la una como la otra dependen del hombre mismo, de su propia actitud hacia sí mismo, hacia los demás hombres y hacia la idea del Reino de los Cielos.
En subsecuentes parábolas Cristo subraya nuevamente la idea y el significado del esoterismo en relación con la vida, la escasa magnitud externa del esoterismo en comparación con la vida, así como las extraordinarias posibilidades y la inmensa significación del esoterismo y la especial característica de las ideas esotéricas: que sólo están al alcance del que comprende y valoriza su significado.
Estas breves parábolas acerca del Reino de los Cielos, cada una de las cuales expresa el contenido entero de la doctrina evangélica, son notables aún desde el solo punto de vista de obras de arte.
“Otra parábola les propuso, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que tomándolo alguno lo sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las simientes; mas cuando ha crecido, es la mayor de todas las hortalizas, y se hace árbol, que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.
“Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudo. Todo esto habló Jesús por parábolas a las gentes, y sin parábolas no les hablaba: Además, el reino de los cielos es semejante al tesoro escondido en el campo; el cual hallado, el hombre lo encubre, y de gozo de ello va, y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.
“También el reino de los cielos es semejante al hombre tratante que busca buenas perlas; que hallando una preciosa perla, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró. Asimismo el reino de los cielos es semejante a la red, que echada en la mar, coge de todas suertes de peces: La cual estando llena, la sacaron a la orilla; y sentados cogieron lo bueno en vasos, y lo malo echaron fuera.” (Mat. 13. 31-34, 44-48)
En la última parábola se encuentra otra vez la idea de la separación, la idea de la selección.
Más adelante Cristo dice:
“Así será al fin del siglo (del mundo): saldrán los ángeles y apartarán a los malos de entre los justos. Y los echarán en el horno del fuego: allí será el lloro y el crujir de dientes.
“Díceles Jesús: ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos responden: Si, Señor.” (Mat. 13. 49-51).
Pero parece que los discípulos no entendieron bien, o entendieron algo equivocadamente, confundieron la nueva interpretación con la antigua, porque Cristo les dijo luego:
“Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos, es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.” (Mat 13.52).
Esto se refiere al estudio intelectual de las enseñanzas evangélicas, a tentativas de interpretaciones racionales, en las que los elementos de las ideas esotéricas se encuentran mezclados con la estéril dialéctica escolástica, lo nuevo con lo viejo.
Las siguientes parábolas y enseñanzas contienen un desarrollo de la misma idea de selección y prueba; sólo el hombre que cree dentro de si mismo el Reino de los Cielos con todas sus normas y leyes puede entrar al Reino de los Cielos de Cristo.
“Por lo cual, el reino de los cielos es semejante a un hombre rey, que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Mas a éste, no pudiendo pagar, mandó su señor venderle, y a su mujer e hijos, con todo lo que tenía, y que se le pagase.
“Entonces aquel siervo, postrado, le adoraba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor, movido a misericordia de aquel siervo, le soltó y le perdonó la deuda. Y saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía den denarios, y trabando de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces el consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba, diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso; sino fue, y le echó en la cárcel hasta que le pagase la deuda. Y viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y viniendo, declararon a su señor todo lo que había pasado.
“Entonces llamándole su señor, le dice: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste: ¿No te convenía también a tí tener misericordia de tu consiervo, como también yo tuve misericordia de tí?
“Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía.” (Mat. 18. 23-34).
Sigue después la historia del mancebo rico, de las dificultades y las pruebas, de los obstáculos que presenta la vida, de los atractivos de la vida, del poder de la vida sobre los hombres, especialmente sobre aquellos que tienen, muchas posesiones.
“Dícele el mancebo: Todo esto guardé desde mi juventud: ¿qué más me falta?
“Dícele Jesús: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dale a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo, y ven, sígueme.
“Y oyendo el mancebo esta palabra, se fue triste, porque tenia muchas posesiones.
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que un rico difícilmente entrará en el reino de los cielos.
“Mas os digo, que más liviano trabajo es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.” (Mat. 19. 20-24).
“Rico” tiene también, desde luego, muchos significados diferentes. En primer lugar, contiene la idea de “apego”, algunas veces la idea de conocimientos vastos, de mente poderosa, de gran talento, posición, fama. Todos los que tienen estos atributos, son “ricos” que cierran la entrada al Reino de los Cielos. El que está apegado a una religión de iglesias es también “rico”. Sólo al “hombre rico” que se haga “pobre de espíritu” se abrirán las puertas del Reino de los Cielos.
Los pasajes del Evangelio de San Mateo que siguen tratan de las diferentes actitudes hacia las ideas esotéricas.
Algunas gentes logran comprenderlas, pero pronto las abandonan; otras se resisten al principio, pero después las toman seriamente. Estos son dos tipos de hombres. Un tipo de hombre es el que dice que va y no va, y el otro es el que dice que no va y va. Y en ocasiones, gentes que fracasan en la vida, o que ocupan una posición muy baja en la vida, aun gentes criminales desde el punto de vista de la moral común, “los publícanos y las rameras”, son mejores bajo el punto de vista del Reino de los Cielos que los virtuosos hombres seguros de si mismos.“
Mas, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y llegando al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña.
“Y respondiendo él, dijo: No quiero; mas después, arrepentido fue. Y llegando al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él dijo: Yo, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dicen ellos: El primero. Diceles Jesús: De cierto os digo, que los publícanos y las rameras os van delante al reino de Dios. Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; y los publícanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo ésto, no os arrepentisteis después para creerle”. (Mat. 21. 28-32).
Luego sigue la parábola de los agricultores y su explicación, en la que se perciben grandes ideas de orden cósmico, que posiblemente se refieren a la sucesión de ciclos, es decir, a la substitución de un experimento infructuoso por otro experimento nuevo. Esta parábola puede referirse a la humanidad entera y a la relación entre el círculo interno y el círculo externo de la humanidad.
“Oíd otra parábola: Fue un hombre, padre de familia, el cual plantó una viña; y la cercó de vallado, y cavó en ella un lagar, y edificó una torre, y la dio a renta a labradores, y se partió lejos.
“Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores, para que recibiesen sus frutos.
“Mas los labradores, tomando a los siervos, al uno hirieron, y al otro mataron, y al otro apedrearon. Envió de nuevo a otros siervos, más que los primeros; e hicieron con ellos de la misma manera. Y a la postre les envió su hijo, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo. Mas los labradores, viendo al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle, y tomemos su heredad. Y tomado, le echaron fuera de la viña y le mataron. Pues cuando viniere el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores? Dícenle: A los malos destruirá miserablemente, y su viña dará a renta a otros labradores, que le paguen el fruto a sus tiempos.” (Mat. 21. 33-41).
Después sigue la misma idea de la selección y la de las diferentes actitudes de los hombres hacia la idea del Reino de los Cielos.
“El reino de los cielos es semejante a un hombre rey, que hizo bodas a su hijo; Y envió a sus siervos para que llamasen a los llamados a las bodas; mas no quisieron venir. Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los llamados: He aquí, mi comida he aparejado; mis toros y animales engordados son muertos, y todo está. prevenido: venid a las bodas.
Mas ellos no se cuidaron, y se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios; Y otros, tomando a sus siervos, los afrentaron y los mataron. Y el rey, oyendo esto, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas y puso fuego a su ciudad.” (Mat. 22. 2-7).
Luego sigue la parábola de los que están preparados y los que no están preparados para el esoterismo.
“Entonces dice a sus siervos: Las bodas a la verdad están aparejadas; mas los que eran llamados no eran dignos.
“Id pues a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos hallareis. Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos: y las bodas fueron llenas de convidados. Y entró el rey para ver los convidados, y vio allí un hombre no vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí no teniendo vestido de boda? Mas él cerró la boca.

“Entonces el rey dijo a los que servían: Atadlo de pies y de manos, tomadle, y echadle en las tinieblas de afuera: allí será el lloro y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados, y pocos escogidos.” (Mat. 22. 8-14)
Después sigue una de las parábolas más conocidas, la de los talentos:
“Porque el reino de los cielos es como un hombre que partiéndose lejos llamó a sus siervos, y les entregó sus bienes. Y a éste le dio cinco talentos, y al otro dos, y al otro uno: a cada uno conforme a su facultad; y luego se partió lejos.
Y el que había recibido cinco talentos se fue, y granjeó con ellos, e hizo otros cinco talentos.
Asimismo el que había recibido dos, ganó también él otros dos.
Mas el que había recibido uno, fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
Y después de mucho tiempo, vino el señor de aquellos siervos e hizo cuentas con ellos.
Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; he aquí otros cinco talentos he ganado sobre ellos.
Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor.
Y llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; he aquí otros dos talentos he ganado sobre ellos.
Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor.
“Y llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste, y recoges donde no esparciste; Y tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra: he aquí tienes lo que es tuyo. Y respondiendo su señor, le dijo: Malo y negligente siervo, sabias que siego donde no sembré y que recojo donde no esparcí;
“Por tanto te convenía dar mi dinero a los banqueros, y viniendo yo, hubiera recibido lo que es mío con usura. Quitadle pues el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque a cualquiera que tuviere, le será dado, y tendrá más; y al que no tuviere, aún, aún lo que tiene le será quitado.
“Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera: allí será el lloro y el crujir de dientes.” (Mat. 25. 14-30).

Esta parábola contiene todas las ideas relacionadas con la parábola del sembrador, y además la idea del cambio de ciclos y de la destrucción del material nocivo.

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