sábado, 1 de mayo de 2010

El Alma por el V:.M:. Pitágoras

Porfirio, en su “Vita Pythagorae“, nos dice que el maestro Pitágoras sostenía «en primer lugar, que el alma es inmortal; segundo, que el alma cambia o emigra pasando de una forma de vida a otra; tercero, que todo lo que ha sucedido ha de repetirse en ciertos ciclos y que realmente no hay nada nuevo; y por último, que se deben considerar a todos los seres vivos como parientes. Parece que fue Pitágoras el primero en introducir estas creencias en Grecia».

La idea de un alma inmaterial e inmortal no era común a los griegos de los tiempos homéricos. En la antigua Grecia se concebía el alma como un soplo o principio vital que se encontraba en todos los seres vivos. La concepción del alma en occidente como algo distinto del cuerpo, con una naturaleza inmortal e inmaterial, sería desarrollada por algunas corrientes tales como el orfismo, el pitagorismo, el platonismo y el cristianismo.

Pitágoras probablemente asimiló la idea de la inmortalidad del alma debido a sus contactos con los misterios órficos y con la cultura egipcia. El orfismo contemplaba una visión dualista del hombre, al que comprendía integrado por cuerpo y alma (idea esta muy desarrollada posteriormente por el cristianismo).

Los pitagóricos consideraban el cuerpo como una cárcel o tumba para el alma, y usaban la fórmula “σωμα (soma: cuerpo) σήμα (sema: cárcel o tumba)”. Sin embargo, Pitágoras –como buen griego que era– predicaba el equilibrio y la armonía para mantener la salud física. Siglos después, algunos cristianos llevarán ese dualismo a un absurdo desprecio por el cuerpo.

La idea de la metempsicosis o transmigración del alma, también parece que Pitágoras la tomó del orfismo y, posiblemente, de sus contactos con las ideas sobre la reencarnación existentes en la India.

La concepción cíclica del tiempo o “Eterno Retorno”, es muy propia de los pueblos arios. El entendimiento del tiempo como un ciclo que se repite eternamente está muy enraizada en la cultura irania (recordemos los contactos que tuvo Pitágoras con el zoroastrismo mientras estuvo en Babilonia) y la cultura hindú (“los días y las noches de Brahma”, equivalente místico de nuestra actual teoría científica del “Big Bang”).

Pitágoras decía a sus alumnos: «Con este mismo bastón que cargo, nos volveremos a ver y volveré a enseñar ante vosotros».

Después de Pitágoras, Heráclito de Éfeso y Friedrich Nietzsche serán unos de los más famosos exponentes occidentales del “Eterno Retorno” –en contraposición con la visión lineal del tiempo que terminó de imponerse con el judeo-cristianismo–.

El argentino Jorge Luis Borges también dedicará algunos textos a esa doctrina. «Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras: / los astros y los hombres vuelven cíclicamente; / los átomos fatales repetirán la urgente / Afrodita de oro, los tebanos, las ágoras» (Borges, La noche cíclica).

La visión del parentesco de todos los seres animados es muy importante en la doctrina pitagórica. Al creer que el alma puede reencarnar en cualquier forma de vida, Pitágoras predicaba la compasión hacia los demás seres vivos.

Por eso impuso entre los pitagóricos la observancia de un régimen vegetariano y la negativa de vestir con lana.

Prohibió a sus seguidores matar animales y evitar los sacrificios sanguinarios ante los dioses. «Alimenta un gallo, pero no lo sacrifiques, pues está consagrado a la Luna y al Sol», aconsejaba Pitágoras.

Esa compasión hacia los animales está muy vinculada con la civilización india (donde surgen el brahmanismo, el budismo, el jainismo, etc.).

Diógenes Laercio nos transmite en su “Vidas de los filósofos más ilustres“, que Jenófanes contó que Pitágoras, en una ocasión, pasaba junto a un pobre perrito que era golpeado por una persona.

Al ver esto sintió compasión por el animalito y dijo al castigador: deja de apalearle, pues al oírle chillar he reconocido el alma de un amigo.

En fin, muchas de las ideas místicas de Pitágoras las tomó de sus viajes por Grecia, Egipto, Persia e India.

Platón y el cristianismo se nutrirán de ellas también.

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