martes, 1 de diciembre de 2009

Credo o Cristo Ecumenico Gnóstico


Ningún hombre ama a Dios si aborrece a sus semejantes,
Quien pisotea el corazón o el alma de su hermano;
Quien busca encadenar, nublar o ensombrecer la mente
Con miedos del infierno, no ha percibido nuestra meta.

Dios nos envió las religiones benditas;
Y Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida,
Para dar descanso a la pesada carga que nos aflige
Y paz para el dolor, el pecado y la lucha.

Contemplad al Espíritu Universal que ha llegado
A todas las iglesias, y no a una solamente;
En la mañana de Pentecostés una lengua de fuego
Rodeaba a cada apóstol como un halo inmarcesible.

Desde entonces, y cual buitres famélicos voraces,
Hemos combatido a menudo por un nombre sin sentido,
Y buscado dogmas, edictos y credos,
Para enviarnos los unos a los otros a la hoguera.

¿Está Cristo dividido entonces? ¿Fue Pedro o Pablo,
Para salvar al mundo, clavado al madero?
Y si no, ¿por qué, entonces, tales divisiones?
El amor de Cristo abarca tanto a vosotros como a mí.

Su puro y dulcísimo amor no está confinado
Por credos que segregan y levantan murallas.
Su amor envuelve y abraza a toda la humanidad,
No importa el color de nuestros ojos ni el sabor de nuestro verbo.

Entonces, ¿por qué no aceptar Su palabra?
¿Por qué sostenemos credos divisorios?
Si una sola cosa importa ser oída;
Que el amor fraterno llene todos los corazones.

Sólo hay una cosa que el mundo necesita saber,
Sólo hay un bálsamo para todos los dolores humanos,
Sólo hay un camino que conduce hacia los ciclos,
Este camino es la humana compasión y el amor.

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