viernes, 2 de marzo de 2012

El espíritu perfecto de la caridad cristiana


Eum nec iuxta intuitum hominis iudico homo enim videt ea quae parent Dominus autem intuetur cor:  “No ve Dios como el hombre, el hombre ve la figura, pero Dios mira el corazón” (1 Sam 16, 7). La limosna, la oración, el ayuno, que son las formas prácticas de la vida religiosa más  ordinariamente en uso, expresan la voluntad de alcanzar a Dios y parecérsele, para colaborar en su obra. Son actos que tienen un valor objetivo, a condición, sin embargo, que no se hayan corrompido por una intención viciosa, el egoísmo o la vanidad. Si el ayuno, la oración y la limosna se practican ante los hombres para que se vea y provoque alabanzas, ya no son signos de religión. Por esto dijo Jesús:
Attendite, ne iustitiam vestram faciatis coram hominibus, ut vi deamini ab eis; alioquin mercedem non habetis apud Patrem vestrum, qui in caelis est: “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para que os vean; de otro modo, no tendréis mérito delante de vuestro Padre Celestial”.
El discípulo de Cristo busca la gloria de Dios y no la suya propia. “Cómo podéis hacer creer vosotros, que os glorificáis unos a otros, y no  buscáis la gloria que viene del dios único?” (Jn V, 44). Si alguno busca su propia gloria, la estima de los hombres es su recompensa. Recompensa mediocre, situada al mismo nivel de la intención mediocre que inspira su gesto. Aquel que actúa para alcanzar a Dios tiene la recompensa  de estar unido con Él. Recompensa inmanente al acto, flor que se abre en la rama de su misma acción. Pero no se puede reducir a esta inmanencia la recompensa de que habla el Sermón de la Montaña, desde las Bienaventuranzas hasta el “verdadero tesoro” (Mt VI, 19-21). La perspectiva es escatológica.
Cum ergo facies eleemosynam, noli tuba canere ante te, sicut hypocritae faciunt in synagogis et in vicis, ut honorificentur ab hominibus. Amen dico vobis: Receperunt mercedem suam.  Te autem faciente eleemosynam, nesciat sinistra tua quid faciat dextera tua,  ut sit eleemosyna tua in abscondito, et Pater tuus, qui videt in abscondito, reddet tibi : “ Por tanto, cuando des limosna, no toques  la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que los hombres los alaben. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda  lo que hace tu derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre que ve lo secreto, te recompensará”.
Para ser perfecto como el Padre celestial es perfecto, el cristiano no espera nada a cambio de lo que da, ni estima ni gratitud. Su mano izquierda no pide nada mientras la derecha se despoja. La caridad, si bien es intercambio, no es trueque. El intercambio es reciprocidad de recepción y de don. Sin embargo, la caridad no es un trueque. El trueque es un comercio. No hay que ofuscarse se chocamos contra la ingratitud, sino por el contrario alegrarse, puesto que estamos entonces más seguros de nuestro desinterés. Qui se invitaverat cum facis prandium aut cenam noli vocare amicos tuos neque fratres tuos neque cognatos neque vicinos divites ne forte et ipsi te reinvitent et fiat tibi retributio, cum facis convivium voca pauperes debiles claudos caecos, et beatus eris quia non habent retribuere tibi retribuetur enim tibi in resurrectione iustorum:  Cuando des una comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez y ya quedes pagado. Cuando des un banquete invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; entonces serás dichoso porque ellos no pueden pagarte, y recibirás tu recompensa en la resurrección de los justos (Lc XIV, 12-14).
Quid autem habes quod non accepisti? “¿Qué tienes que no hayas recibido?” (1 Cor  IV, 7). Non potest homo accipere quicquam nisi fuerit ei datum de caelo : “Un  hombre no puede apropiarse de nada sino le es dado del cielo” (Jn III, 27). Gratis accepistis, gratis date: “Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis” (Mt X, 8).
Limosna y caridad no deben confundirse. Determinada manera de dar limosna testifica una falta de caridad,  o una caridad sin delicadeza. Si la limosna se hace según el espíritu de Cristo, es una forma de caridad (indudablemente él mismo la practicó, cfr. Jn XIII, 29), pero no es la única ni la más elevada.

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